jueves, 20 de diciembre de 2012

Los fundamentos judiciales que desnudaron las falacias de Trimarco

Por Christian Sanz

MARITA VERÓN Y UN EXPEDIENTE REVELADOR

Este miércoles se conocieron los fundamentos del fallo que dejó en libertad a los 13 acusados por la supuesta desaparición de María de los Ángeles “Marita” Verón. Lo primero que puede observarse al leerlo son las contradicciones que existen entre las diferentes personas que aseguran haber visto a la hija de Susana Trimarco en diferentes prostíbulos, especialmente de La Rioja.

No solo se contradicen las descripciones de esas mujeres —mientras una jura que la vio en La Rioja otra asegura haberla observado en el mismo momento en Tucumán, como se detallará más adelante—, sino que todos los allanamientos que se hicieron a esos lugares dieron totalmente negativos. Nunca pudo determinarse —y esto lo aclara el mismo fallo— que Marita hubiera estado en ninguno de esos lugares.

Luego, sorprenden las declaraciones hechas por Trimarco en el expediente de marras, conteniendo severas contradicciones respecto a sus declaraciones públicas. A diferencia de la locuacidad y seguridad que muestra en TV al hablar de la desaparición de su hija, en el expediente judicial la mujer abunda con una única respuesta ante la pregunta de los investigadores judiciales: “No recuerdo”. Más de la mitad de sus contestaciones, hay que decirlo, carecen de precisiones.

Incluso cuando los investigadores le preguntan si puede identificar a alguna persona que hubiera visto a Marita en La Rioja, Trimarco dice: “Muchas personas, concretamente”. Sin embargo, cuando le piden que puntualice, la mujer advierte: “No recuerdo”. No hace falta mencionar que por televisión la mujer ha señalado todo lo contrario.

En fin, el expediente —los fundamentos se pueden consultar acá— abunda en contradicciones entre el discurso público y privado de la madre de Verón y aparecen revelaciones incómodas de todo tipo. A saber:

A fojas 78, Trimarco se negó a dar detalles a la Justicia de las chicas supuestamente asistidas —y eventualmente liberadas— por ella.

A fojas 75, admitió que en su momento José Alperovich le dio trabajo a su marido "en el área de Salud". En sentido similar, a fojas 72 reconoció que ella y su esposo trabajaban en diversas áreas políticas de Tucumán, algo que omitió mencionar públicamente durante años.

A fojas 74, reveló que cobra subsidios permanentes de Presidencia de la Nación y del Gobierno de EE.UU. (de este último admite haber cobrado entre 40 y 60 mil dólares regularmente).

A fojas 68, reconoció haber recibido al menos una llamada telefónica por parte de su hija Marita desde Río Gallegos luego de desaparecida. Esta provino del teléfono de la novia de su hermano Horacio Verón.

En el mismo sentido, a fojas 99 María del Valle Tapia, empleada doméstica de Trimarco admitió haberla escuchado hablar con su hija luego de haberse evaporado.

A fojas 102, Alicia del Valle Trimarco, prima de Susana contó que Marita llamó por teléfono a su madre después de haber desaparecido.

A fojas 102, la misma mujer advirtió que Susana y su marido eran amenazados de muerte después de la desaparición de su hija, lo cual no tiene sentido en un caso de trata de personas. A pesar de esto, a fojas 104 Alicia admitió que los padres de Marita jamás hicieron la denuncia correspondiente.

A fojas 67, Trimarco asegura desconocer al proxeneta José Medina pero en una declaración anterior admitió que lo vio 2 veces.

Lo arriba puntualizado es solo una muestra mínima de las contradicciones y curiosidades que expone el expediente ad hoc, donde aparecen como relevantes testimonios de personas que luego se demostraron como “parte interesada”. Algunos de ellos pertenecen a trabajadores de la fundación “María de los Ángeles”, como Daniela Vanesa Palavecino, a la sazón amiga de Marita. ¿Qué tan confiable puede ser la declaración de alguien que cobra dinero por parte de la propia Trimarco?

Dice textual el fallo a la hora de hablar de las contradicciones: “(Es emblemático) el caso de Fátima Mansilla y Lorena Tisera, que al mismo tiempo estaban en mayo del 2002, con la misma persona que era María de los Ángeles; la primera en Tucumán, la segunda en La Rioja en El Desafío. Otro caso es el de testigos que estando al mismo tiempo juntos, como  Verónica Vanesa Bustos y Juana Patricia Costilla o Andrea Romero y Miriam Elizabeth Zelaya, percibiendo las mismas circunstancias: llegaron juntas, dormían juntas, trabajaban juntas en el mismo prostíbulo, y sin embargo sus declaraciones eran diferentes: una afirmaba haber visto la joven de la fotografía que se le exhibía, la otra no daba ninguna seguridad, o bien a una la persona que indica como María de los Ángeles dice que le dio el nombre completo María de los Ángeles Verón —caso Andrea Romero—, y eso no le fue contado a su amiga y compañera Miriam Zelaya, que a su vez manifiesta no haber visto ni conocido nada de lo que relata Andrea”.

Estas son solo algunas de las contradicciones de los testimonios en los que intenta basar su discurso Susana Trimarco; hay mucho más pero sería interminable la presente nota si se reprodujeran todas ellas.

¿Existe la posibilidad de que todo esto se trate de un gran fraude? Ciertamente pareciera que sí. Quien tenga la posibilidad de leer el voluminoso expediente —ostenta 58 cuerpos y casi 11 mil fojas— podrá llegar fácilmente a esa misma (triste) conclusión.
Quien aparece como principal responsable de llevar adelante esta fábula es la propia Trimarco, lo cual fue señalado por la Justicia con eficaz precisión, al hablar de que se avanzó “a cualquier costo de parte de sus padres (de Marita)”.

En el mismo sentido, los magistrados aseguran que, “desde un comienzo la averiguación se presentó improvisada aun cuando esforzada. En breve: las cosas no se hicieron bien”. Más claro, echarle agua.

Luego los jueces ponen el foco sobre la errática actuación del comisario Jorge Tobar, hombre de total confianza de Trimarco y quien se encargó de desviar el sentido de la investigación de acuerdo a los oportunos pedidos, tanto de la fiscal como del secretario judicial de esos días.

Tobar fue el principal responsable del “forzamiento” de testimonios de mujeres que aseguraron haber visto a Marita Verón. A fojas 1.838 —décimo cuerpo— quedó constancia judicial de ello: “La desgrabación de la conversación pone en clara evidencia un grosero interrogatorio inducido (por parte de Tobar) que conduce a la respuesta buscada. Basta referirse al modo que se obtiene el reconocimiento fotográfico, tomando solo alguna de las partes del diálogo entre dichos policías con las testigos Bustos y Costilla”. Los investigadores hablan de interrogatorios “irregulares y groseros”, algunos de los cuales quedaron plasmados en varias partes de la misma causa judicial: dos de los más groseros se encuentran en el cuerpo 3 del expediente, foja 515; el otro a fojas 134, cuerpo 1.

Luego de leer todo lo antedicho queda claro por qué hubo tanta insistencia para que la sentencia que absolvió a los 13 acusados no se diera a conocer públicamente. La misma tira abajo muchos de los dogmas de fe de la propia Trimarco, mujer que aún no ha explicado algunas otras suspicacias:

-¿Por qué elogia públicamente a Alperovich y su mujer, Beatriz Rojkés, dos de los principales responsables de la trata de personas en Tucumán?

-¿Por qué su repentino alineamiento para con el kirchnerismo?

-¿Por qué en un principio dijo que había que investigar por la desaparición de su hija a su yerno, David Catalán, y luego aseguró lo contrario? ¿Por qué Catalán nunca viajó a La Rioja cuando se decía que habían visto a Marita allí?

-¿Por qué Trimarco insiste en ensuciar a través de mentiras —y sin evidencia— a las personas que cuestionan su discurso?

-¿Por qué omite hablar de la llamada que recibió por parte de su hija desde Río Gallegos poco después de haber desaparecido, comunicación que se demostró proveniente del teléfono de la novia de Horacio Verón, hermano de Marita?

Los interrogantes se acumulan y nadie parece querer responderlos. Hasta que ello no ocurra, será difícil creer en la historia que insiste en contar públicamente Trimarco. Trama que se contradice con su propio testimonio judicial.

© Tribuna de Periodistas

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