Por Tomás Abraham |
SuperBerni es este nuevo personaje vestido a veces de Rambo
y otras de cosmonauta. Mientras se habla de saqueos y de la mano negra de
gastronómicos y afines, desde el poder festejan que le hayamos ganado a los
fondos buitre, la recuperación de la fragata, y que le hayamos metido el dedo a
la oligarquía en donde más le duele. Tecnópolis en Plaza Italia, la exposición
ganadera a Carlos Casares y la Feria del Libro a Chascomús. Este nuevo acto soberano
y la nueva distribución institucional es el resultado de que el predio de La
Rural fuera mal vendido durante el menemismo. Por suerte, las tierras del
Calafate fueron bien compradas durante
el kirchnerismo.
Pero aparecen los sin nombre. La televisión temerosa emplea
lenguaje correcto y dice: los vecinos entraron por la puerta trasera del
hipermercado y se llevaron todo lo que pudieron. Al menos es necesario
reconocer que la palabra “vecino” se la debemos a Macri. Un peronista clásico
hubiera traducido a otro lenguaje: “un grupo de compañeros recuperó una decena
de plasmas para el pueblo”. Y en lengua kirchnerista, los doctorandos
conocidos, habrían expresado su preocupación por una situación sumamente
compleja saturada de variantes indiscernibles que atañen a un universo de
incluidos que no saben que lo son.
Hablan de un millón y medio de jóvenes que no trabajan ni
estudian. Forman un contingente equivalente a la mitad de la población de
Uruguay cuya pirámide poblacional muestra un crónico envejecimiento. Habrá que
hablar con el Pepe para ver si no se le ocurre algo para rejuvenecer a su
pueblo, que a la vez nos ayude sino a dar cabida a una población educativamente
sobrante, al menos que sirva para mejorar la comprometida situación de ciertos
ministerios.
Coches quemados en Francia, incendios en Londres, saqueos en
el conurbano, poblaciones marginalizadas a veces organizadas por mafias
armadas, otras de acuerdo a un efecto de resonancia potenciada, al decir del
gerente de un supermercado vaciado de
Campana, por la conectividad de Facebook.
En el viejo continente quienes salen a la calle a romper lo
que encuentran a su paso son descendientes de antiguas colonias, hoy europeos
sin futuro. No son como los demás aunque tengan los mismos derechos. Son y no
son, tienen y no tienen una identidad reconocida. Es posible que la violencia
se multiplique por la tensión y la falta de salida de una media identidad esta
vez no elegida por un deseo de cosmopolitismo sino por el no lugar en la
sociedad. Queda el llamado margen. ¿Y entre nosotros?
Hay muertos. Los llamados por voceros del Gobierno
“narcosocialistas” se quejan de que no les atienden el teléfono para pedir
ayuda por lo que sucede en su provincia. No es de extrañar que las líneas –nos
referimos a las satelitales– estén sobrecargadas. Para colaborar con la confusión
general y enriquecer al relato, De Vido dijo que la presencia de Ricardo
Alfonsín junto a Moyano en vísperas de la gesta del 20 de diciembre del 2001
era tan grotesca como un acto del Gobierno en conmemoración de la Triple A.
Mientras todo esto ocurría, y otras cosas más supuestamente
inventadas por el periodismo opositor, en el canal público que constituye el
paradigma de lo que serán los medios una vez que se aplique la ley, en un
simpático programa los nietos de Teresa Parodi le rendían un merecido homenaje.
¿Qué nos pasa a los argentinos?
(*) Filósofo -
www.tomasabraham.com.ar
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