Por Gabriel Profiti (*)
El último discurso del año de Cristina Kirchner, el jueves en la Casa de Gobierno, tocó dos ejes del 2012 político que animarán el 2013 electoral: el sonoro enfrentamiento con la Justicia y la pulseada cada vez menos solapada dentro del peronismo por la sucesión presidencial.
Utilizó a los trágicos saqueos de la semana anterior como
base, pero en el fondo les reprochó a los jueces las nuevas demoras por la
aplicación plena de la Ley de Medios, y llamó la atención sobre un entramado no
kirchnerista en torno a las figuras de Daniel Scioli y Sergio Massa, con
anuencia de ambos.
Consciente de que la pelea con el Grupo Clarín irrita solo
al kirchnerismo de tribuna, le apuntó a la Justicia en su punto impopular: los
fallos erráticos vinculados a casos de inseguridad y el recelo que generan los
privilegios de los magistrados.
"No pagan ganancias, esta Presidenta sí", llegó a
advertir y dejó abierta la puerta para la "democratización de la
Justicia", que todo indica será uno de los argumentos centrales de debate
que propondrá el oficialismo en el año electoral.
En ese marco, sobrevoló un tema delicado, el de la división
de poderes: "En Estados Unidos se considera que la Justicia es parte del
Estado y forma parte de un Gobierno, que es el Gobierno del Estado a través de
sus tres poderes: el Poder Ejecutivo, el Judicial y el Legislativo",
señaló la mandataria.
Ese mismo día la Corte Suprema de Justicia había rechazado
intervenir a través de la vía del per saltum en la causa iniciada por Clarín
sobre la constitucionalidad de dos artículos de la ley y prorrogó la cautelar
que beneficia al grupo. La consecuencia es que los plazos se extenderán al
menos varios meses.
Peronismo
deliberativo
El discurso de Cristina Kirchner también impactó en la
actualidad del peronismo, al cabo de un año en el algunas figuras clave como Scioli
y Massa acentuaron sus gestos de autonomía y otros directamente le pidieron o
fueron empujados al divorcio como el santacruceño Daniel Peralta, el cordobés
José Manuel de la Sota y el titular de la CGT Azopardo, Hugo Moyano.
Sin nombrarlos, en ese mensaje volvió a responsabilizar al
sindicalismo opositor por los saqueos y amonestó a Scioli y Massa por alentar
acuerdos con esos sectores. En el Gobierno dicen contar con pruebas de que los
instigadores pagaron entre 500 y 1.000 pesos a saqueadores para alentar el
desborde.
Horas antes, el gobernador bonaerense había ratificado su
alineamiento a la Casa Rosada, pero desligó de los desmanes a los sectores
gremiales.
El mandatario del principal distrito electoral del país
había mantenido la semana pasada una reunión con peronistas críticos
encabezados por Francisco de Narváez y el hijo de Moyano, Facundo, quienes lo
alientan a romper lanzas con el kirchnerismo.
Le aseguran que el descenso de popularidad que atribuyen
algunas encuestas a la mandataria lo va a terminar arrastrando al tobogán si
mantiene su fidelidad a la Rosada.
Scioli, en cambio, no da señales de querer romper ahora pero
alienta una construcción propia para zarpar a 2015 en algún momento y algunos
de sus allegados más cercanos ya analizan esa posibilidad de divorcio a corto
plazo.
El plan original trazado por el sciolismo de pura cepa
consiste en volver a integrar el Frente para la Victoria en las elecciones de
2013 y reclamarle a Cristina Kirchner al menos la mitad de la lista de
legisladores provinciales.
Mientras tanto, Scioli buscará evitar problemas económicos
como los del año pasado cuando tuvo que fraccionar el pago del aguinaldo a los
empleados públicos y profundizará el estilo que más le gusta de contacto con el
público.
Por lo pronto, sumará otra marquesina mediática vinculada al
deporte: su equipo de fútbol, La Ñata, jugará el campeonato de futsal de la AFA
e incorporará a los mejores jugadores del medio.
A esta altura está claro que Cristina Kirchner prescindiría
tanto de Scioli como de Massa si pudiera, pero ningún hombre del kirchnerismo
puro por ahora se arrima en popularidad a ellos. Entre los recelos hay
necesidades mutuas.
Massa postergará cualquier definición política hasta marzo y
todavía analiza cómo jugar en el tablero electoral, pero al mismo tiempo tiene
todo preparado para el caso de ser candidato.
Su base por ahora son 14 intendentes, pero hay muchos dentro
del peronismo que analizan encolumnarse si el escenario lo amerita. En ese
contexto, piensa en el ex presidente del club Lanús, Nicolás Russo, para que
sea su carta en ese distrito.
Silbado por La Cámpora y mirado de reojo por la Presidenta,
el ex jefe de Gabinete y ex titular de la ANSeS parece estar fuera del ámbito
K, pero no descarta nada. "Todo gira y quizá al que ahora putean después
lo necesiten", asegura ante sus íntimos.
Massa advierte el desgaste del ciclo comenzado por Néstor
Kirchner en 2003, pero no subestima la capacidad de recuperación presidencial:
"A los gobiernos siempre hay que respetarlos porque tienen herramientas
para recuperarse", sostiene. También analiza lo que haga Scioli porque,
más allá de los rumores de alianza, en el fondo ambos tienen el mismo objetivo
de máxima: la Presidencia.
Por lo pronto, se refugia en su máxima herramienta de gestión,
que es a su vez su trampolín electoral: el combate de la inseguridad. Acaba de
inaugurar el Centro de Operaciones Tigre (COT), un edificio de 4.500 metros
cuadrados con el fin de reforzar el sistema de monitoreo de seguridad a través
de cámaras y centralizar distintas áreas que requieren respuesta urgente.
Pionero en la video-seguridad, Massa sostiene que redujo el
delito de robo de automotor -el que ofrece estadísticas más confiables porque
se denuncia siempre- en un 80 por ciento en tres años y de paso asegura haber
ganado la batalla ideológica: "Con esto el que se beneficia es el más
humilde".
La seguridad está al tope de las preocupaciones de la
sociedad según todas las encuestas y el peronismo ya juega el juego que más le
gusta: la puja por el poder.
(*) Director
periodístico de NA
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