sábado, 24 de noviembre de 2012

Villano invitado

Por Roberto García
A menos de una semana de un hecho infrecuente, de excepción –paro de una parte del sindicalismo peronista contra un gobierno que cita a Perón de vez en cuando, y el primero que padece un Kirchner en una década–, la derivación de la huelga se ocultó de repente como una página dada vuelta, fue arrasada por otra novedad: el enojoso fallo del juez Griesa que habilitaría al país para zambullirse en el temido default. Para algunos, claro, ya que también circulan por el poder los devotos del “cuanto peor, mejor”. Esa eventual catástrofe, que significa todo más caro, domina la pantalla desde ayer y promete estirarse.

Por lo menos, en el ruido, hasta el 7D que determinó el Gobierno contra Clarín (si la Corte no interviene), fecha oficial para “actos administrativos” aún desconocidos. Sorprende el vértigo y mareo de las fechas con el cual una fotografía reemplaza a otra y, en la sucesión, una indecorosa suplanta a otra patética, archivándose en el declive del transcurso las instantáneas del 8N, protagonizado por una clase media anónima, también el último paro de trabajadores, que no son precisamente clase media (salvo para la estadística oficial que le otorga esa categoría de placidez suiza a la mayoría de los argentinos). Típico fenómeno, este de la velocidad y el olvido, del subdesarrollo mental de un país.


En ese novelón, para el Gobierno hay maldiciones que pueden ser benditas. Griesa se convirtió en el espolón de los buitres. Pago además, vociferan algunos. Anticapitalista, dicen con horror las mismas fuentes vernáculas y progresistas, porque impide con su fallo que otras naciones deudoras se mantengan en el sistema, no puedan reestructurar sus insolvencias, tengan que pagar lo que juraron pagar, castiguen a bancos y ahorristas. Son frases poco auténticas que sirven para salir del pozo oficial, cambiar la mira, evadirse de los reclamos.

Sería curioso que el fallo de Griesa quizás sirva para interrumpir los errores presidenciales. Aunque la habilitó para instalar una causa, defenderse con la bandera y dividir con una malvinización de la deuda –a la cual tan poca atención se le dio resuelto el último canje, puede afirmarse sin entrevistar a Roberto Lavagna– a quienes compartían una misma protesta con intereses distintos: los del 8N y los del 20N, a esa parte de la sociedad a la que se tienta con la enseña, el alimento de los niños y esa felonía conceptual de “vivir con lo nuestro”. Con lo cual, insólitamente, no todo lo que es malo para un país puede ser malo para el gobierno de ese país. Aunque las consecuencias de un default representan una alteración sustancial del modo de vida para un país y sus gobiernos, más temprano que tarde.

¿Habrá default, volverá la asfixia de la deuda energúmena, se podrá cambiar lo de Griesa, se venderá la fragata Libertad como chatarra en un mercado de piratas? Algunas actualizaciones sobre los dos temas que son un mismo tema:

*El caso de la nave anclada en Ghana podría alcanzar una vía de salida en el Tribunal del Mar. Pagando, tal vez  una caución. Hay una pregunta obvia: ¿cómo es posible un pago si la Argentina aseguró que no cederá una moneda a los fondos buitre? Si la solución proviene del tribunal internacional, la caución quedará en manos de ese organismo, no de Ghana ni de su Justicia, que se la hubiera cedido a los fondos buitre. No se conoce el desenlace, pero si mediara y se aceptase al Tribunal del Mar, los principios del Gobierno no quedarían abandonados en la escalinata de la Casa Rosada. Es una probabilidad cierta, aunque Cancillería y Defensa deberían explicar la prisa por la apelación ante Ghana –luego de que los abogados recomendaran sin éxito aguardar 24 horas para repasar la presentación– que generó el rechazo de la Corte de ese país. Hubo olvidos que se tratan de reparar ahora en el tribunal y si bien los dos ministerios intentaron no hacerse cargo de sus responsabilidades, gracias a la intervención de la Procuradora –finalmente es una abogada–, la culpa no se trasladó al cuerpo de letrados contratados y permanece en el limbo de la inoperancia oficial.

*Un reproche principal que incluirá el lunes la Argentina ante la Cámara de Nueva York, para objetar la decisión de Griesa, pasa por un presunto exceso en su interpretación de lo que le instruyó ese cuerpo. Aunque el juez invoca íntimas convicciones para justificar su determinación de que la Argentina le pague la totalidad de sus acreencias a los fondos buitre  –basándose en la pertinacia de la Rosada para no pagar y hacer propaganda de ello–, la cámara podría entender que Griesa avanzó exageradamente en la encomienda pedida: le solicitaron una herramienta para instrumentar en forma equitativa el pago a los acreedores que no participaron del canje. Es decir, que se apartó de lo que le habían pedido. Al margen de que el fallo Griesa pueda ser objetado por la propia cámara y derive por último a un tratamiento igualitario junto a los que participaron de la renegociación, queda hacia adelante otro capítulo sin dilucidar: la insistencia del Gobierno por no pagar a quienes no entraron en el canje y que la Justicia de EE.UU. tal vez pretenda incluir. Discusión que se viene, entonces, entre los principios sostenidos por la Administración y otro fallo quizás corregido –pero que implica pagar menos de lo que manda Griesa, pero pagar– a los fondos buitre. Se avecinan muchas horas hombre de estudios jurídicos y largas controversias judiciales. Eso sí, está descartada una interpretación equívoca: si la Argentina se sometiera a lo que dictaminó Griesa, esa posibilidad no se podría extender al resto de los acreedores que hicieron el arreglo con la Argentina (93%) por más que existe una cláusula compensatoria que podría llamar a engaño. Ella es voluntaria, alude a una generosidad pródiga e impensada del Estado, pero se excluye de lo que puede imponer la Justicia norteamericana. No sería el libre albedrío del Gobierno el que paga, sino que en todo caso lo haría por exigencia compulsiva de la Justicia, contra su voluntad. Es disparatado pensar en un riesgo de caer en una deuda adicional por más de cien mil millones, lo que se discute en todo caso es el saldo (siete por ciento) que reclaman los fondos buitre. Igual es un dilema.

En esta parte del XXI, a su vez, se repite por otras razones la distinción de otras dos partes que a su modo seducen o sedujeron a la clase media. Uno, Héctor Magnetto, zar del Grupo Clarín, no puede hablar por una operación y, si lo hace, se vuelve tortuosa la comprensión, está inhabilitado para la aparición pública. Mientras la otra, Cristina, star exclusiva de la cadena oficial, se excede en las actuaciones y agobia con una catilinaria, que en honor a su narcisismo convierte en sagrada la palabra y en histórico un simple buenos días.

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