Juan Manuel Urtubey: navegar entre dos aguas. |
Por Javier Luifa
Hay que reconocer que no es fácil navegar entre dos aguas y
que Juan Manuel Urtubey lo hace con cierta destreza, aunque tal calidad no sea
la que mejor se aprecie ni en el mundo político ni en las vísceras sociales las
que, como en el caso de Cristina Kirchner, han comenzado a hartarse.
“El 8N no es para mí”, pareció haber dicho el muchacho que
administra la provincia. “Hay que escuchar a la gente”, explicita a quien
quiera oírlo. Tira la pelota hacia la zona de la cancha donde está más caliente
el juego: el Gobierno nacional. Con un notable aire de “yo no tengo nada que
ver”.
Esta manera de hacerse el distraído que se resalta en cuanta
aparición surge en los comentarios de los medios, sin embargo, sólo le sirve a
Urtubey para esta coyuntura. Porque, localmente, tiene las suyas como para ir
remando.
Es que, según analizan cerca del joven mandatario, ya desde
antes del 8N había ciudadanos salteños cabreros con el gobernador. El consabido
sonsonete de “no hace ni m…” es tan habitual en taxis, cafés y ronda de
encuentros callejeros, que la cosa ha comenzado a preocupar a algunos de sus
funcionarios. No a muchos, hay que reconocerlo también. Hay otros que, como en el
kirchnerismo nacional, viven su mundo sin querer enterarse de las realidades.
Las principales
urgencias
Pero el verano ya está cerca. Con sus lluvias y sus
problemas. La poderosa lluvia de hace unos días fue el muestrario de lo que le espera
a la gente. Y el gobierno local ya no tendrá argumentos para cuando se
produzcan inundaciones, derrumbes, y todas esas situaciones dramáticas que, año
tras año, acorralan a los gobernantes. No podrá, Urtubey, responsabilizar a los
intendentes, solamente. Porque él mismo apareció comprometido en cada situación
cuando llegaron, a duras penas, las pequeñas soluciones en cada caso. La gente,
entonces, lo tiene al gobernador como principal figura para la queja lógica
ante los pesares diarios.
Pero, además, por estas horas, el Gobierno provincial
discute salarios. Cuando en el 2008 logró desarticular las luchas docentes
debido a la vergonzosa rendición de algunos referentes gremiales que por
entonces conducían al sector más combatiente, Urtubey creyó que ya no tendría
más problemas con los maestros.
Por ahora, es solo un murmullo subterráneo. Pero si el
acuerdo salarial no supera el empobrecido 21 por ciento del ofrecimiento
oficial, es posible que ese murmullo se convierta en un solo y estruendoso
grito que hará temblar, otra vez, los cimientos de Grand Bourg. Lo padecieron
todos los gobernadores. Urtubey también. Sólo un año después logró desactivar
la protesta. Pero no tuvo en cuenta que esa desactivación bajo ningún aspecto
significó la conformidad del magisterio salteño. Por el contrario, como en una
olla a presión, la bronca también fue creciendo.
Si algo se cocina en este ámbito, se notará cuando vayan a
comenzar las clases o poco después. Todo dependerá de cómo se maneje la
dirigencia actual de la docencia. La titular de la Asociación Docente
Provincial (ADP), Patricia Argañaraz, habló con el Gobierno y casi le dio un
ultimátum: “Entiendan de una vez que no vamos a aceptar el 21 por ciento”.
Argañaraz encabeza la
ADP tras la muerte de Virgilio Choque que, precisamente,
jugaba más del lado oficialista antes que de la defensa de los maestros. En el
caso de Argañaraz, una maestra jardinera que sabe de los sufrimientos de sus
colegas de grado (Choque era profesor terciario) parece haber concitado cierto
grado de adhesión entre sus pares. ATE, también oficialista, ha comenzado a
despegarse de las cercanías del Gobierno. La CTA nacional a la que pertenece, no comulga con
Urtubey ni con el oficialismo nacional. Juan Arroyo, el conductor local de ATE
tiene que sostener tres años más sin conflictos internos por lo que prefiere
llevarse bien con la conducción central.
Como cada año, el problema para Urtubey será que si el
aumento para la docencia supera el 21 por ciento, de inmediato el resto de los
empleados públicos se le irá al humo reclamando un aumento en la misma proporción.
“No alcanza la plata”, dice el ministro Carlos Parodi. Pero lo que debería
importarle a los funcionarios es encontrar una salida para solventar el
desfasaje que se viene produciendo entre los sueldos de los trabajadores
salteños y la creciente inflación. Negarse a encontrar un equilibrio apelando a
la negativa de la inexistencia de fondos, no lleva a buen puerto.
Seguramente, buscando en alguna dirección Parodi podría
hallar la posibilidad que hoy sigue negando. La salud, la educación y el
trabajo, en todas sus dimensiones, deben estar acorde con los ciclos de precios
que impone una inflación a punto de convertirse en galopante. El costo de los permanentes
viajes de funcionarios sumando kilómetros y kilómetros de andanzas inútiles y
hasta las giras del propio gobernador, podrían servir como un buen paso inicial
para buscar el ahorro necesario para poder pagar a quienes trabajan realmente.
El panorama político
local
Además, políticamente, Urtubey no la pasa mejor. La mención
permanente de su nombre en las esferas y medios nacionales, no le suma nada. Urtubey
es, junto a Jorge Capitanich, una reserva política sin fuerzas, indolente y
poco hábil como para emprender una nueva historia política nacional. Por ahora,
los derroteros de ambos siguen siendo comarcanos.
El salteño, encima, debe vérselas con su exjefe político,
Juan Carlos Romero, que día tras día se empecina en limarle todas las aristas
posibles: desde la inseguridad hasta el bochorno de los fiscales del CIF,
pasando por los supuestos porcentajes perdidos en extrañas operaciones
financieras con el Fondo de Reparación Histórica. Urtubey quiere convertirse en
víctima, como Cristina en el orden nacional y no le da el perfil a ninguno. Su
gran esperanza es el voto electrónico (del que muchos dudan) para las
provinciales. Para las nacionales, su hermano Rodolfo no puede levantar un pie
sin pedirle permiso al otro. Es, políticamente, demasiado peso. Los meses que
viene serán de ardua preparación para el urtubeycismo. Si no logran la “pole
position” frente al romerismo, todo el edificio puede venirse abajo: re-re y cuánta
construcción política se le ocurra al gobernador.
Eso de hacerse el distraído, reiteramos, no le da réditos,
por ahora, a Urtubey. Está sin referencias nacionales. Los fondos son escasos y
a nadie le preocupa. La estructura política actual del PJ salteño es tan sutil
como endeble: en cualquier momento aparece otro que encandile mejor que Urtubey
y todos se irán como mariposas hacia esa lámpara.
Por ahora, sólo las horas dramáticas del país y los gruesos
errores del Gobierno nacional hacen que el gobernador salteño pueda seguir
navegando con cierta tranquilidad. El tema es saber cómo hará cuando las aguas
comiencen a inquietarse y se vuelvan tan turbulentas como innavegables.
© Agensur.info
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