viernes, 23 de noviembre de 2012

El peronismo retro

Por Ana Gerschenson
Deben estar reproduciéndose, cómo decía Perón. Porque el centro del ring de la política lo ocupan las luchas discursivas entre peronistas. Ni el radicalismo, ni el socialismo ni el PRO.

La Presidenta trató de matones a los dirigentes sindicales que pararon la Argentina el martes, Aníbal Fernández le espetó un "Augusto Timoteo Moyano", al jefe de la CGT Azopardo, en referencia al ex líder de la CGT que proponía un peronismo sin Perón. El senador logró unir circunstancialmente a las dos centrales nuevamente.

Porque no sólo le contestó el camionero, sino que la propia UOM, cuyo jefe Antonio Caló preside la CGT oficialista, tildó a Fernández de "saltimbanqui trasnochado" por el insulto "al compañero Moyano", mediante una solicitada.

El dato es que estos ex socios políticos, ya que Moyano fue parte del modelo kirchnerista por lo menos hasta la muerte de Néstor Kirchner, no discuten sobre temas concretos, no expresan sus diferencias públicas sobre cuánto o cómo debiera aumentarse el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias, que afecta a cada vez más trabajadores.

El sindicalismo peronista y el Gobierno que reivindica a Perón y Evita se tiran la historia del movimiento por la cabeza y atrasan nada menos que 43 años cuando se menciona a un dirigente como Vandor, asesinado en 1969.

El politólogo Fabián Bosoer, autor del libro Saludos a Vandor, consideró en declaraciones públicas que el senador Fernández "le reconoce a Moyano un poder que hasta ahora el kirchnerismo estaba tratando de relativizar y menoscabar, que es el que tuvo Vandor en los 60". Para Bosoer, si lo que se está sugiriendo es que Moyano está disputando el liderazgo de "un peronismo sin Cristina y sin Néstor Kirchner, se hace una comparación con momentos en los que el peronismo estaba proscripto, y advirtió que de ese modo se puede llegar a interpretar que la Presidenta "podría ser Isabelita".

Hoy el peronismo está en ebullición, y ya se instaló la incertidumbre por la sucesión. En esa clave se inscriben las palabras del ministro Julio De Vido, que se convirtió en el primer funcionario del Gabinete en impulsar la reelección de la Presidenta en 2015. Justo horas después del primer paro nacional que sufrió el kirchnerismo en su historia.

La realidad es que con las encuestas de imagen y gestión en caída para Cristina Kirchner, y la tensión social que han generado la marcha del 8N y el 20N, las palabras de DeVido suenan a pirotecnia verbal sin otro objetivo que generar un horizonte político para la tropa propia. De hecho, el jefe de bancada oficialista, Agustín Rossi, repitió en las últimas horas que no tiene ninguna instrucción ni proyecto alguno para impulsar una reforma constitucional.

El kirchnerismo entró en una etapa de pasteurización entre los ultra-K y los que miran con ojos de candidato al gobernador Daniel Scioli, quien en las últimas semanas ha dado señales de querer ser el sucesor en 2015, matizadas siempre con gestos y palabras de lealtad hacia la Presidenta. Su marca registrada ha sido, justamente, la prudencia extrema.

"A todos nos conviene que a Scioli le vaya bien", aseguró el gobernador sanjuanino José Luis Gioja. El mensaje fue hacia adentro del peronismo que no quiere perder el poder y que mira con recelo el avance de La Cámpora en los espacios institucionales, sumados a la profundización del modelo que encaró la Presidenta en el último año y que cada vez más gobernadores no comprenden, el escándalo Ciccone, que incluye la defensa forzada de Amado Boudou, la tragedia ferroviaria de Once que no ha generado un replanteo de fondo y mucho menos admisión de errores, la inseguridad y la impopular política del cepo al dolar. Todo contribuye a un clima interno de desconcierto en el PJ, marcado por los enfrentamientos de la Presidenta contra parte del peronismo.

Precisamente, el justicialismo tendrá su propio 7 de diciembre, hasta ahora el día pautado para la reunión del Consejo del PJ, que reunirá a intendentes y legisladores sciolistas y kirchneristas. La idea es definir el postergado llamado a internas partidarias y aceptar con demora la renuncia de Moyano a la vicepresidencia del partido. Pero también será una buena ocasión para detectar cuántos "compañeros" seguirán siendo ultra-K, y cuántos cambiarán esa letra por una S, de Scioli. 

© we (EC)

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