viernes, 2 de noviembre de 2012

El pacto de Cristina con Macri, otro signo de un modelo que se deshilacha

Por Ignacio Fidanza
La noche del jueves en la Legislatura porteña fue uno de esos momentos que sintetizan en su dramatismo los cambios de época. La imagen de los legisladores kirchneristas arriados por un cabizbajo Juan Cabandié, para votar todos los grandes negocios inmobiliarios que diseñó la gestión de Mauricio Macri fue conmocionante.

Años de retórica inflamada, decenas de marchas, festivales y otras vernisagge progresistas en defensa del Borda, quedaron sepultadas bajo el voto obediente a la venta del edificio del Plata, que financiará la construcción de la nueva sede del gobierno porteño en la zona de ese hospital.
Fue apenas una –acaso la más flagrante- de las tantas contradicciones con las que el kirchnerismo liderado por el joven camporista, se flageló en la larga noche del jueves. Si en política hay que tragarse un paso cada mañana, ayer el kirchnerismo se dio un atracón de esos que dejan huella.

Para que se entienda: el kirchnerismo votó habilitaciones para shoppings, venta de bienes públicos, autorización para tomar deuda externa y cesión de tierras del Estado para desarrollar negocios inmobiliarios. Es decir, acompañó todo aquello a lo que dice oponerse.

A cambio de ese container de iniciativas, los kirchneristas le pidieron a Macri que sufriera el terrible “sacrificio” de acompañar la enajenación de terrenos públicos para desarrollar negocios inmobiliarios. O sea, lo forzaron a hacer lo que le gusta.

¿Pero qué fue lo que motivó el giro? Según explicaron a este medio protagonistas de la negociación -que en su fase más visible encabezaron el macrista Cristian Ritondo y los kirchneristas Cabandié, Axel Kicillof y Diego Bossio-, Cristina Kirchner cifra grandes esperanzas en el impacto positivo sobre la economía que tendrá el plan de viviendas Procrear, una de las últimas criaturas que salió del laboratorio del voluntarista viceministro de Economía.

Como es muy difícil hacer keynesianismo en un gobierno que se está quedando sin plata, Kicillof ideó un programa genial: se venden los terrenos del ferrocarril y con esa plata se hacen viviendas por arriba y el soterramiento del Sarmiento por abajo. Claro que para construir viviendas es necesario rezonificar los terrenos y esto obliga a pasar por la Legislatura porteña, que domina el macrismo.

Y ese dato acaso sea toda una revelación del momento actual que vive el gobierno. De la orfandad de iniciativas de impacto real en la economía –más allá de los reiterados anuncios de mega obras que nunca se concretan-, que agobia el día a día del kirchnerismo.

Precisamente, las mismas fuentes revelaron que Cristina estaría harta que le sigan recordando que el famoso soterramiento ya fue anunciado unas cinco veces en sus dos mandatos y pese a las fotos que se saca el ministro Florencio Randazzo con las tuneladoras, sigue durmiendo el sueño de los justos.

Coincidencias

Que la obra del soterramiento esté a cargo de Iecsa-Ghella de Angelo Calcaterra, primo de Mauricio Macri, es una coincidencia. Misma coincidencia que ubica a Eduardo Elsztain, dueño de Irsa, en el centro de la mayoría de las iniciativas urbanas que ayer votaron juntos macristas y kirchneristas.

Sin embargo, que se unan gobernantes y grandes magnates de la construcción para desarrollar proyectos que movilizan miles de millones, no debería alarmar a nadie. Es política habitual en una sociedad capitalista. Genera empleo y riqueza –mas a unos que a otros, es verdad-.

Lo que entra en contradicción con esta realidad es la perorata inflamada de La Cámpora, el relato anti corporación del kirchnerismo, su apelación constante a una revolución que por ahora, parece desplegarse sólo en su imaginación. “Andá a militar con Elsztain”, mortificaban ayer en la madrugada a Cabandié desde las tribunas, cuando cabizbajo apeló a una difusa “política real” para explicar el giro.

Ganadores y perdedores

Lo cierto es que lo que ocurrió anoche no fue otra cosa que lo que venía reclamando hace años Macri –y en menor medida Cristina-. El diálogo civilizado entre ambas administraciones para acordar iniciativas estratégicas para la Ciudad.

Nada de lo votado es oprobioso per se y posiblemente si se concretan algunas de esas iniciativas, ayuden a cambiar para bien muchas zonas de la Capital ¿Entonces porqué el secretismo? ¿Por qué no se anunció el acuerdo con un gran acto en el Salón de las Mujeres de la Casa Rosada en el que Cristina y Macri ofrecieran un ejemplo de civismo?

La explicación es sencilla: Se trata de un acuerdo vergonzante para el kirchnerismo que entiende que ceder ante Macri es una derrota política. Mejor que todo quede entonces a nivel de “la Legislatura”. Forzando la ficción de una autonomía extravagante de Ritondo y Cabandié, que por su cuenta sellaron una negociación que a sus líderes les fue imposible conseguir, o mejor, que ni siquiera les interesa.

La negociación

Las conversaciones comenzaron semanas atrás piloteadas por Ritondo quien avanzó bastante con sus amigos Cabandié y Dante Gullo, hasta que al llegar la hora de las definiciones la Casa Rosada sumó a Kicillof y Bossio. Mientras que desde el macrismo subieron a las conversaciones al ministro de Desarrollo Urbano, Daniel Chain. También hubo intervenciones puntuales de otros funcionarios.

Lo interesante de esta experiencia es que también sirvió para medir la eficacia de los hombres que Cristina eligió como sus primeras espadas políticas. Y el balance no parece del todo satisfactorio para la Casa Rosada. Si en años pasados la distancia política entre los funcionarios del gobierno nacional y los de Macri era aplastante, hoy esto ya no es tan evidente y por momentos la gente del PRO casi parece más experimentada.

En una de las primeras reuniones, luego de soportar una larga perorata de Kicillof, Ritondo y Chain escucharon a un sobrador Cabandié que les dijo: “Si ustedes nos votan lo de los terrenos ferroviarios, nosotros les votamos lo de Santa María del Plata”, fue una referencia chicanera al proyecto de Elsztain en la Costanera Sur. Una manera de decirles “les votamos el negocio que es lo único que a ustedes les interesa”.

Imperturbale, Chain les contestó: “Ese proyecto no es una prioridad para nosotros”. Y los papeles se les quemaron a los jovenes funcionarios de Cristina. Fue en ese preciso momento que el PRO logró meter por la ventana todo un convoy de proyectos congelados, algunos incluso redactados de apuro la noche previa a la sesión, como el endeudamiento de 250 millones de dólares para el arroyo Vega.

Y además se aseguraron la aprobación del proyecto de Elsztain que desplazaron en el tiempo, pero tuvieron el cuidado de anudar a la aprobación del Polo Audiovisual de la Isla de Marchi, otra de las obsesiones de Cristina. Es decir, los kirchneristas fueron por lana y terminaron esquilados.

La negociación incluso tuvo momentos ingratos para jovenes acostumbrados a mandar sin mayores explicaciones. Paciente, Chain les explicó a sus interlocutores todos los flancos que tiene el proyecto de Cristina, siendo uno no menor la posibilidad de que lo trabe un amparo judicial: “Como los que todo el tiempo nos mete a nosotros Lubertino”, advirtió.

“De controlar a Lubertino me encargó yo”, sacó pecho Cabandié. Ayer por la noche la ex titular del Inadi votó en contra de todas las iniciativas, pese a los denodados esfuerzos de Cabandié y Kicillof por hacerla cambiar de opinión.

Zozobras

El acuerdo estuvo a punto de caerse el lunes pasado cuando la jueza kirchnerista Patricia Lopez Vergara dictó un amparo que trabó el proyecto de traslado del gobierno porteño al sur de la Ciudad. Decisión que fue ampliamente difundida en los medios kirchneristas, a los que acaso les llegó tarde la notificación del cambio de rumbo.

“Así no hay acuerdo posible”, le advirtió Chaín a sus interlocutores, que se apresuraron a tranquilizarlo y todo volvió a su cauce.

En el medio, los jovenes camporistas recibieron una lección implacable de real politik que abre no pocos interrogantes ¿Se trata de una postal del futuro que acaso vaticina futuros acuerdos con otros demonios que gusta agitar el kirchnerismo? ¿Una guía de los virajes que se pueden esperar en tiempos de declive? ¿Scioli, Clarín, el peronismo?

Son interrogantes que empiezan a recorrer la estructura de un poder, donde las miradas empiezan a abrirse hacia los costados y casi nadie quiere tener el honor de ser el héroe que libre la última batalla.

© LPO

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