Caos en la esquina de Belgrano y Sarmiento: el automóvil negro está detenido en plena senda peatonal. |
Por Javier Luifa
El tránsito en Salta es y seguirá siéndolo, una de los
mayores problemas de la ciudad, el más caótico y el que, por más cinemómetros y
semáforos con leds que coloquen, será el talón de Aquiles de cualquier
administración (incluso, cuando cambie la actual, que ya lleva sus añitos re-reelecta).
Aunque no todo sea achacable a la administración de Miguel Isa, sí hay que destacar que la responsabilidad de quien, durante tantos años viene aposentado en el poder municipal, es mayúscula al referirnos a la tan notoria costumbre del salteño para eludir cuanta norma de tránsito exista, haya existido o esté por existir en esta Noble Ciudad de Salta.
Porque el salteño es, nomás de andar chacoteando con las
ordenanzas y nadie, nunca, le hizo saber que eso no se hace. De ahí esa
responsabilidad “mayúscula” de la actual gestión que dilapidó una decena de
años sin realizar campañas sobre el tránsito, los siniestros viales, y la necesidad
de que se respeten las normas establecidas. Salvo alguno que otro spot
televisivo de dudoso buen resultado pidiendo a los conductores el “buen hábito”
de usar el cinturón de seguridad.
Todavía se recuerda cuando el inefable carapintada encargado
del Tránsito, Gerardo ‘Bafle’ Montaldi, se enorgullecía de la cantidad de
multas que realizaban los inspectores que, cada tanto y con afán meramente
recaudatorio, rastrillaban las calles agarrando a los chacoteros conductores
que eran sorprendidos por las apariciones de esos funcionarios.
Lo ideal, mal que le pese a Montaldi, hubiera sido que los
inspectores no hayan tenido la necesidad de hacer ninguna multa si se tuviera
como presupuesto inicial el buen comportamiento de los conductores salteños. Pero,
como dijimos al principio, nadie respeta nada y vamos a los ejemplos de
infracciones que exceden cualquier lógica, debido al excesivo mal comportamiento
social de los salteños.
Los cruces de vehículos
con semáforos en rojo: en Salta son casi inevitables. La falta de controles
y la benignidad de las multas (las sanciones recién se endurecieron en el último
año) hace que, el que pueda, se arroje sin que le importen los demás. Así
andamos con las estadísticas de choques. En este mismo punto se podría incluir
el giro de vehículos en “U” en lugares donde, además, está taxativamente
prohibido, caso de la avenida Entre Ríos, en varios de sus tramos.
Los estacionamientos
en doble fila: frente a las escuelas o en cualquier lugar donde el conductor
ande con supuestas urgencias, es un panorama habitual que entorpece sobremanera
el tránsito. Los padres que dejan o recogen a sus hijos en los establecimientos
educativos son, por costumbre, por falta de educación y por ausencia total de
compromiso social, unos indolentes a los cuales les importan tres cominos los
problemas que ocasionen al resto de sus conciudadanos. Hasta una jueza de
Faltas de la mismísima Municipalidad estaciona en lugares expresamente
prohibidos, haciendo valer su condición de funcionaria y aunque moleste a los
demás. ¡Increíble!
El transporte público:
el acrecentamiento del caos tiene uno de sus picos fundamentales en las calles
por donde circulan los ómnibus de pasajeros. En ninguna mente cabe que una ciudad,
que supera con creces los 700.000 ciudadanos y con un parque automotor que está
entre los de mayor densidad por habitante, tenga colectivos de pasajeros que
circulen ¡por pleno microcentro! como son las calles 20 de Febrero-Ituzaingó
(es un infierno el cruce de esta última con Urquiza), Pellegrini-25 de Mayo,
San Martín, Belgrano, Mitre, Leguizamón, Zuviría, Deán Funes-Córdoba, Mendoza y
muchas más en tramos de ese microcentro.
A ello hay que agregarle los taxis, remises y demás que, lógicamente,
buscan acercarse hacia el centro de la ciudad porque les está permitido y
porque el usuario se los exige pagando para ello una tarifa totalmente
diferenciada (y alta) respecto del popular “bondi”. Por otra parte, el tamaño
de los ómnibus no era el que estaba contemplado en la original ley que creó el
sistema de la AMT
y SAETA: eran vehículos más chicos y con GNC, algo a lo que se negaron los propios
empresarios en su momento. Esta elusión mayúscula de la norma hizo que hoy la
ciudad de Salta, tenga un altísimo índice de contaminación por la emanación de
monóxido de carbono, emisiones de hidrocarburos y vapores de aceite, en
general. Desde la playa de estacionamiento de la Casa de Gobierno, en Grand
Bourg o, más abajo, desde la propia Plaza España, puede notarse el aire
contaminado de la ciudad de Salta.
El retiro de los ómnibus del microcentro, con una campaña
masiva y fuerte, podría ser parte de la solución a un problema, sin dudas, multicausal
como es el del tránsito. La gran cantidad de automotores puede, con un estudio
serio al respecto, ser acotada con ingresos al microcentro por día y por
patente, como ya se hizo en varias ciudades argentinas en diferentes épocas. Valdría
la pena probar en Salta.
Estacionar en la vereda: una típica costumbre salteña. (Click para ampliar) |
La frutilla del
postre
Aunque no afecte en forma directa y frontal al tráfico
salteño, hay otras conductas que ni la Municipalidad ni la Policía Vial contemplan: la
circulación de motos y bicicletas por las veredas y los estacionamientos en las
mismas de vehículos que interrumpen totalmente el paso de los transeúntes.
Es notorio como, por ejemplo, la avenida Belgrano, por la
amplitud de sus veredas, es utilizada hasta casi calle Almirante Brown en
dirección al centro, como playa de estacionamiento de los automóviles y
camionetas 4x4 de los dueños de cada ‘paquete’ hogar de esos lugares. A pesar
de lo ancho de las veredas, el paso de las personas de a pie se ve claramente
interrumpido y el peatón tiene que descender a la calzada para poder cruzar,
con todo el peligro que ello significa. Además, en otros puntos de la ciudad,
hay talleres que utilizan las veredas como centro de atención de los vehículos.
La Municipalidad ,
ausente, por supuesto.
Estacionar como sea, aunque moleste a los demás. (Click para ampliar) |
Lo de las bicicletas y las motos circulando por las veredas,
es ya una costumbre que tiende a fortalecerse y a convertirse en otra aberrante
conducta social, sin que nadie haga nada por proteger al resto de los
ciudadanos.
Estos son sólo algunos de los problemas que la cotidianeidad
de los salteños enfrenta. Seguramente, saldrán funcionarios a descalificar
cualquier informe que afecte la credibilidad municipal en un área tan sensible.
Lo que sucede es que ya son muchos años de la misma administración que, después
de tanto tiempo, podría haber encontrado un mínimo de solución al tema,
reitero, más allá de cinemómetros y semáforos con leds, muchos de los cuales
debieron ser colocados antes, como en Entre Ríos y Junín, por ejemplo.
Otro sí digo: La Municipalidad
debiera establecer un premio para aquellos ciclistas que en sus bicis, tengan
colocada una luz, un timbre (o bocina) y un ojo de gato. La accidentología se
lo agradecería mucho. Será Justicia.
© Agensur.info
0 comments :
Publicar un comentario