Por Alfredo Leuco |
Falta ver algunas cartas para comprobar la estrategia
definitiva, si es que realmente existe. Porque muchos sostienen que son
volantazos y espasmos del momento. Que en todos los planos, Cristina actúa
recién cuando salta la liebre y que, por eso, muchas veces se le escapa la
tortuga.
Larroque es el jefe nacional de La Cámpora y uno de los pocos
que tiene la llave para entrar al despacho presidencial. Cuando un legislador
quiere hacerle llegar una carpeta importante a ella, el único camino que tiene
es pedírselo a Larroque. Esa es la fuente de su poder. Y entre los congresistas
que deben seguir ese camino incluyo al jefe del bloque, Agustín Rossi, y hasta
al presidente de la Cámara
de Diputados, Julián Domínguez.
Las jerarquías institucionales nunca fueron muy respetadas
en el planeta K. En casi todos los ministerios y agencias del Estado las que
mandan son las segundas líneas. Hay que escuchar los siete gritos, casi ruegos,
de Domínguez tratando de calmar a Larroque. Nunca le apagó el micrófono, pese a
que está entre sus atribuciones. Hay que ver con detenimiento el video de ese
discurso rudimentario para comprobar que casi no fue aplaudido por sus
compañeros de bancada. Veían con horror cómo se les evaporaba la certeza de sumar
unos 170 votos para aprobar la ley que se sancionó con el estrecho margen de
131 manos levantadas. A Rossi le corrió frío porque estuvieron a punto de no
lograr el objetivo. Cuatro diputados (Facundo Moyano y Omar Plaini entre ellos)
que no votan siempre con el bloque le salvaron la vida.
Lo que iba a ser por goleada terminó con un penal sobre la
hora. Otra vez un kirchnerismo que consigue por violación lo que podría lograr
con seducción. “Te quieren llevar al paraíso pero a patadas en el culo”, dicen
por lo bajo los peronistas. ¿Fue una torpeza del “misógino Larroque”, como lo
caracterizó Victoria Donda, o de un “fachista de izquierda”, como lo acusó
Ricardo Alfonsín? Difícil de creer. Sólo ejecuta las órdenes de Cristina.
¿Qué quiso hacer la Presidenta , entonces?
Varias lecturas posibles:
a) Intentó quedarse
sola con la bandera de la ampliación de derechos de los jóvenes. Algo dijo en
su discurso.
b) Fue fiel a la
filosofía Laclau que impone la guerra popular y prolongada del maoísmo. Del
dividir para reinar o del confrontar con todos y todas para construir
identidad.
c) Todo fue
programado para que esos fuegos artificiales pasaran a la clandestinidad el
contrato multipropósito que firmaron con Macri.
El cristinato, vertical y blindado, convierte en príncipe a
quien tenga acceso a la reina. El gran problema es que esa monarquía tiene
fecha de vencimiento constitucional en 2015. Hasta los comicios de medio
tiempo, la astuta jugada de 28 senadores sepultó la posibilidad de reformar la Constitución para
habilitar “Cristina eterna”. Y todo indica que, en la Cámara alta, después de que
se cuenten los votos los números van a ser todavía más favorables a la
oposición.
Se analizó mucho el deterioro que la imagen de Cristina
sufre por enhebrar un collar de errores que preocupan porque no frenan. Muchos
la ven demasiado descontrolada para dominar la situación. “Están tan
obsesionados con la re-re y el 7D que hacen cualquier disparate”, dijo Binner
al denunciar un intento de desestabilización de Santa Fe.
La respuesta más contundente copará las calles de la Argentina dentro de cien
horas en el emblemático 8N que promete una masividad inédita. El kirchnerismo,
en su afán de ensuciar la convocatoria y quitarle autonomía, le da a la derecha
organizada un papel protagónico que no tiene. Torpeza que regala méritos a sus
enemigos políticos que son apenas un par de gotas en un océano de indignados
independientes que no se casan con nadie.
Lo novedoso de los últimos tiempos son las grietas que el
relato sufre puertas adentro. Empezó con la Ley Antiterrorista
y el freno de la actividad económica con destrucción de empleo. Siguió con la
injusta mano del Gobierno metida en el bolsillo de los trabajadores para
cobrarles impuesto a las ganancias a quienes, inflación mediante, apenas llegan
a fin de mes: el 26% de los docentes y el total de los bancarios padece los
descuentos. Para el progresismo es tan inexplicable como gritar desde la Casa Rosada que se va
a pagar todo al contado rabioso y en dólares y presentar eso como si fuera el
asalto al cuartel Moncada. O la alianza sindical con Gerardo Martínez-Armando
Cavalieri y la ley de riesgos del trabajo que fue un ensayo de concubinato con
el macrismo y el primer sapo amarillo que indigestó a La Cámpora. No es que los
acuerdos entre gobiernos y privados sean malos en sí mismos. Todo lo contrario,
es el diálogo y el trabajo mancomunado para progresar que tanto se reclama. El
punto es que si se estigmatiza a Macri y se lo acusa de basura y de ser la
dictadura, cuando se firma con él todo suena a pacto con el diablo. En el
populismo sin escrúpulos, la derecha y la izquierda suelen ser dos caras de la
misma moneda.
Los jóvenes autodenominados “revolucionarios” no encuentran
palabras para explicar cómo fue que Cabandié, entre gallos y medianoche, lejos
de la TV oficial,
se asoció legislativamente al macrismo. Nadie en su sano juicio puede pensar
que fue una decisión personal. Para que no queden dudas, todo el tiempo tuvo
como guardaespaldas y stopper a Axel Kicillof y Diego Bossio, los autores
intelectuales de decisiones económicas insólitas. Nadie en la historia pagó
tanta deuda como el matrimonio K y, sin embargo, nuestros bonos valen menos que
los de Guatemala y El Salvador. No entienden por qué el riesgo país está a la
altura de Grecia, que se cae a pedazos. El viejo truco de que todo el mundo
conspira contra Cristina (“una campaña antiargentina orquestada”, dijo con
lenguaje procesista) se derrumba cuando Evo Morales se endeuda al 4,8%, Dilma
Rousseff al 3% y Argentina al 11%, como mínimo. No es la ideología, estúpido.
Es el infantilismo inepto. Salvo que se acuse a Bolivia y Brasil de haber
transado con el imperialismo y los fondos buitre. Hay cosas que no se pueden
sostener sin que la cara se caiga de vergüenza.
© Perfil
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