domingo, 4 de noviembre de 2012

Cristinato desvergonzado

Por Alfredo Leuco
Ni la mente más afiebrada se hubiera imaginado que La Cámpora, al mismo tiempo y por orden de Cristina, iba a atacar a Hermes Binner y a pactar con Mauricio Macri. Sorpresas te da la vida. Y la conducción unipersonal y zigzagueante de CFK. Fue un operativo de pinzas calculado. Andrés Larroque provocó a los socialistas acusándolos de narcotraficantes y Juan Cabandié lideró las transacciones con el PRO que terminaron en lo que la oposición a ambos definió como “el megacanje”. ¿Fue sólo otro paso atrás de un gobierno que retrocede pegando?

Falta ver algunas cartas para comprobar la estrategia definitiva, si es que realmente existe. Porque muchos sostienen que son volantazos y espasmos del momento. Que en todos los planos, Cristina actúa recién cuando salta la liebre y que, por eso, muchas veces se le escapa la tortuga.

Larroque es el jefe nacional de La Cámpora y uno de los pocos que tiene la llave para entrar al despacho presidencial. Cuando un legislador quiere hacerle llegar una carpeta importante a ella, el único camino que tiene es pedírselo a Larroque. Esa es la fuente de su poder. Y entre los congresistas que deben seguir ese camino incluyo al jefe del bloque, Agustín Rossi, y hasta al presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez.

Las jerarquías institucionales nunca fueron muy respetadas en el planeta K. En casi todos los ministerios y agencias del Estado las que mandan son las segundas líneas. Hay que escuchar los siete gritos, casi ruegos, de Domínguez tratando de calmar a Larroque. Nunca le apagó el micrófono, pese a que está entre sus atribuciones. Hay que ver con detenimiento el video de ese discurso rudimentario para comprobar que casi no fue aplaudido por sus compañeros de bancada. Veían con horror cómo se les evaporaba la certeza de sumar unos 170 votos para aprobar la ley que se sancionó con el estrecho margen de 131 manos levantadas. A Rossi le corrió frío porque estuvieron a punto de no lograr el objetivo. Cuatro diputados (Facundo Moyano y Omar Plaini entre ellos) que no votan siempre con el bloque le salvaron la vida.

Lo que iba a ser por goleada terminó con un penal sobre la hora. Otra vez un kirchnerismo que consigue por violación lo que podría lograr con seducción. “Te quieren llevar al paraíso pero a patadas en el culo”, dicen por lo bajo los peronistas. ¿Fue una torpeza del “misógino Larroque”, como lo caracterizó Victoria Donda, o de un “fachista de izquierda”, como lo acusó Ricardo Alfonsín? Difícil de creer. Sólo ejecuta las órdenes de Cristina.
 ¿Qué quiso hacer la Presidenta, entonces? Varias lecturas posibles:
 a) Intentó quedarse sola con la bandera de la ampliación de derechos de los jóvenes. Algo dijo en su discurso.
 b) Fue fiel a la filosofía Laclau que impone la guerra popular y prolongada del maoísmo. Del dividir para reinar o del confrontar con todos y todas para construir identidad.
 c) Todo fue programado para que esos fuegos artificiales pasaran a la clandestinidad el contrato multipropósito que firmaron con Macri.

El cristinato, vertical y blindado, convierte en príncipe a quien tenga acceso a la reina. El gran problema es que esa monarquía tiene fecha de vencimiento constitucional en 2015. Hasta los comicios de medio tiempo, la astuta jugada de 28 senadores sepultó la posibilidad de reformar la Constitución para habilitar “Cristina eterna”. Y todo indica que, en la Cámara alta, después de que se cuenten los votos los números van a ser todavía más favorables a la oposición.

Se analizó mucho el deterioro que la imagen de Cristina sufre por enhebrar un collar de errores que preocupan porque no frenan. Muchos la ven demasiado descontrolada para dominar la situación. “Están tan obsesionados con la re-re y el 7D que hacen cualquier disparate”, dijo Binner al denunciar un intento de desestabilización de Santa Fe.

La respuesta más contundente copará las calles de la Argentina dentro de cien horas en el emblemático 8N que promete una masividad inédita. El kirchnerismo, en su afán de ensuciar la convocatoria y quitarle autonomía, le da a la derecha organizada un papel protagónico que no tiene. Torpeza que regala méritos a sus enemigos políticos que son apenas un par de gotas en un océano de indignados independientes que no se casan con nadie.

Lo novedoso de los últimos tiempos son las grietas que el relato sufre puertas adentro. Empezó con la Ley Antiterrorista y el freno de la actividad económica con destrucción de empleo. Siguió con la injusta mano del Gobierno metida en el bolsillo de los trabajadores para cobrarles impuesto a las ganancias a quienes, inflación mediante, apenas llegan a fin de mes: el 26% de los docentes y el total de los bancarios padece los descuentos. Para el progresismo es tan inexplicable como gritar desde la Casa Rosada que se va a pagar todo al contado rabioso y en dólares y presentar eso como si fuera el asalto al cuartel Moncada. O la alianza sindical con Gerardo Martínez-Armando Cavalieri y la ley de riesgos del trabajo que fue un ensayo de concubinato con el macrismo y el primer sapo amarillo que indigestó a La Cámpora. No es que los acuerdos entre gobiernos y privados sean malos en sí mismos. Todo lo contrario, es el diálogo y el trabajo mancomunado para progresar que tanto se reclama. El punto es que si se estigmatiza a Macri y se lo acusa de basura y de ser la dictadura, cuando se firma con él todo suena a pacto con el diablo. En el populismo sin escrúpulos, la derecha y la izquierda suelen ser dos caras de la misma moneda.

Los jóvenes autodenominados “revolucionarios” no encuentran palabras para explicar cómo fue que Cabandié, entre gallos y medianoche, lejos de la TV oficial, se asoció legislativamente al macrismo. Nadie en su sano juicio puede pensar que fue una decisión personal. Para que no queden dudas, todo el tiempo tuvo como guardaespaldas y stopper a Axel Kicillof y Diego Bossio, los autores intelectuales de decisiones económicas insólitas. Nadie en la historia pagó tanta deuda como el matrimonio K y, sin embargo, nuestros bonos valen menos que los de Guatemala y El Salvador. No entienden por qué el riesgo país está a la altura de Grecia, que se cae a pedazos. El viejo truco de que todo el mundo conspira contra Cristina (“una campaña antiargentina orquestada”, dijo con lenguaje procesista) se derrumba cuando Evo Morales se endeuda al 4,8%, Dilma Rousseff al 3% y Argentina al 11%, como mínimo. No es la ideología, estúpido. Es el infantilismo inepto. Salvo que se acuse a Bolivia y Brasil de haber transado con el imperialismo y los fondos buitre. Hay cosas que no se pueden sostener sin que la cara se caiga de vergüenza.

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