Por Juan Gonza |
Ello quedó en evidencia con el enroque obligado del ex
secretario de obras públicas Juan Carlos Galarza hacia este proyecto que
evidentemente los opositores a la gestión del gobernador Juan Manuel Urtubey
han elegido como flanco propicio e ideal para sus críticas, que –vale
puntualizarlo- para ser sólidas por cierto requieren algo más que la mera
denuncia mediática. Máxime si los que sospechan y denuncian lo hacen desde
alguna banca parlamentaria.
La denuncia pública de un grupo de legisladores respecto al
manejo del así controvertido Fondo de Reparación Histórica, concretada en una
extensa solicitada, puede hacer pensar que los firmantes la consideran
suficiente como para motivar la actuación de algún fiscal atento a su misión y
función. Por lo visto hasta el presente, aquello de la notitia criminis en esa
solicitada fue solo una teoría, y nada más que eso.
Pero lo que devino de ese duro cuestionamiento-denuncia sí
que sirvió para convertir el “Fondo” en un verdadero horno en cuya compuerta
sólo fogoneaba Rodolfo Urtubey, hasta aquí sólo el candidato a senador nacional
de su hermano.
Una contra solicitada, verdadero dechado de precarios
argumentos técnicos y conceptos políticos, más un espasmódico verdadero alud de
declaraciones en cuanto micrófono pudiere aparecer algunos por su cuenta y no
pocos por histéricas convocatorias de los oficiales –valga la expresión- de las
comunicaciones del gobierno, fue la reacción que elevó a niveles de crematorio
del Horno del Fondo.
Fue el propio gobernador el que volvió a perder un
equilibrio que la ciudadanía sin duda alguna le reclama a todo mandatario
elegido por su voto, y se lanzó con ansia juvenil y furia montonera a
responderle al fantasma de Romero.
Lo mismo hicieron –a dúo- el vapuleado hermano- candidato,
Rodolfo II y el Ministro de Gobierno y
altísimo referente renovador en el poder, Julio César Loutaif, quien, dicho sea
de paso, se considera con todo derecho a la misma candidatura nacional. Pero
esa es otra cuestión.
De ninguna manera concluyó allí la enfervorizada respuesta
militante urtubeísta, que era sabido la completaría todo el espinel de
funcionarios y aliados con cargos. Eso sí, con idéntico libreto y partitura que
la desaforada respuesta de su actual líder y conductor.
No fue casual entonces, ni mucho menos una genialidad
periodística, aquel título que, sustentado en los irrefutables antecedentes de
viejas lealtades hacia Juan Carlos Romero durante 12 años, expresó: “Romero: de
Estadista… ¡A delincuente! Simple
interpretación de la historia. Reciente y presente.
Convertida así la política salteña –tras las sentidas
oraciones del Milagro- en un verdadero fárrago y si se prefiere sin riesgo de
errar por lejos, en un verdadero fangal, las pasiones continúan día a día, sin
perspectiva notoria de calmarse.
Claro que semejante escenario no es el que el ciudadano
anhela, pues el que incumple con mayor impacto en todo ese cuerpo social, no es
Juan ni Pedro opositor, sino el Juan que gobierna en este turno.
Circunstancial.
La gestión es la que se descuida o, para peor, lamentablemente hasta se abandona.
El ciudadano salteño no quiere la pirotecnia de las
bravuconadas. Ni de los unos, ni de los otros. Quiere, por ejemplo, que el
Estado le muestre y le brinde, pues es su Derecho, políticas efectivas de
Salud, Educación, Seguridad, Viviendas, etcétera.
Un oranense quiere por ejemplo - elegido así al azar para
este comentario- que se termine de una buena vez ese ícono de la ineficiencia
que es la construcción de la autopista Orán – Pichanal.
Que es lo mismo que decir que el oranense anhela que se
termine la farsa y las mentiras con que cotidianamente desde el gobierno (Nacional y Provincial) les dan como
respuesta sus personeros.
La gestión. Allí está la cuestión.
Por todo ello lo que preocupa, volviendo el enfoque al
apurado Operativo “Salvar a Rodolfo Senador”,
es que las estrategias desde la ira amenazan con seguir.
Urtubey, lejos de despintarse la cara –valga la figura- como
debiera, convocó a sus caciques del PJ para decretar “Un mes Peronista”, un
Gran Día de la Lealtad
y, de paso como para conquistar alguna sonrisa presidencial (materia escasa a
la luz de los últimos acontecimientos y encuestas que no la favorecieron ni
favorecen en nada) también un homenaje de Néstor Kirchner.
Un Néstor Kirchner que –es más que sabido- poco y nada quiso
al joven gobernador salteño. Desde siempre. Desde sus inicios de diputado. Desde
su triunfo del 2007. Hasta el fin de sus días.
Si la letra y la música de este “Octubre Peronista” serán
las mismas de este preludio de campaña sin nivel, histérica, entonces sí que
serán los salteños en su conjunto, y no sólo “Rodolfo Senador”, los que estarán
en el horno.
Y si el Día de la
Lealtad es una fecha que se interpreta en su inconmensurable
valor histórico, presente y futuro; lo ideal sería que quienes gobiernan
muestren con orgullo, ése día, y todos los días, sus trayectorias de Lealtad.
Lealtad hacia su Pueblo… vale aclararlo, para evitar
sofocones de no pocos.
A buen entendedor…
© Semanario Nueva Propuesta
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