Por Alejandro Bongiovanni |
Lo sigue el grupo de los fieles mirmidones, formado por los
panelistas de 678, por varios ministros mudos y por los yuppies de La Cámpora , siempre
dispuestos a dejar la piel por el interés de este Gobierno, a cambio de un
pequeño interés. El sol del mediodía azota las playas. Sabbatella cabalga
decidido. En donde pisan los cascos de sus caballos, no vuelve a crecer el
pasto –ni la soja, ni el trigo–.
Finalmente, llega a la alta puerta de Ilión, reconocible por
la silueta roja que sostiene una corneta. Es la morada del Magnetto, el malvado
hechicero que hipnotiza al pueblo para que nadie pueda apreciar las bondades
del modelo. Magnetto es el responsable de todos los males habidos y por haber.
Magnetto aumentó los precios de la canasta básica, liquidó mal los sueldos de
los gendarmes, intervino Harvard y Georgetown, se robó los fondos de Santa
Cruz, apagó la luz del estadio chaqueño, cortó los frenos del Sarmiento, hizo
desaparecer a Jorge Julio López, hundió el Belgrano y mató a Facundo Quiroga en
Barranca Yaco.
Sabbatella se baja del carro y carraspea, aclarándose la
garganta. Pensando que quizás dijo algo, los panelistas de 678 aplauden por las
dudas. El Aquiles del AFSCA avanza hacia la puerta de Clarín. Se llena los
pulmones de aire y brama por Magnetto: “¡Héctor! ¡Heeeéctor!”.
Mientras tanto, van ganando la playa los refuerzos de las
tropas kirchneristas. Por allí aparece Boudou, un ser mitológico de varios
brazos y manos muy ligeras, que tiene la capacidad de tocar moderadamente la
lira, y espera deseoso que caiga Troya para demostrar que aprendió los acordes
de “Arde la ciudad”. También desembarca Kiciloff, una gorgona de ojos azules
que con la mirada funde empresas a su antojo, y el temible Etchegaray,
cancerbero de la raza de los sabuesos, capaz de despedazar a cualquier soldado
opositor y de impedir que las personas crucen exitosamente el Estigia, o el Río
de la Plata.
Arrastrándose de un lugar a otro –mientras se asegura que
todos estén pisando el pasto– se puede ver a Abal Medina, un ser con cabeza de
hombre y cuerpo de gusano, que a su paso va dejando una mancha viscosa que no
se borra.
Pero, sin dudas, el más temido de los sitiadores es Moreno
el Polifemo. Este brutal ogro, desprovisto del segundo ojo –que le brindaría
perspectiva– se caracteriza tanto por una violencia desmedida como por sus
recomendaciones de utilizar utensilios de cocina para fines no culinarios.
Desde la retaguardia, la Diosa comanda las tropas kirchneristas. Como
señala José Pablo Feinmann –sumo sacerdote de Cristina– ella es la sumatoria de
la poderosa Hera, la sabia Atenea y la amorosa Afrodita. Pero volvamos a las
altas puertas de Troya.
Sabbatella grita dando patadas al suelo y golpeándose el
pecho. Lo que desconoce tanto él como la Diosa , es que detrás de esos muros, vive
muchísima gente a la que Magnetto no le importa demasiado. Muchísimas personas
a quienes la guerra con Clarín les interesa menos que el precio de la lechuga.
Esta gente es la que va a sufrir si Troya cae. No por Magnetto, que es baladí,
sino porque uno sabe que cuando un conquistador se endulza, no hay quien lo
pare.
¿Quiénes son los héroes que aguardan dentro de los muros
para proteger a Ilión? Bueno, lo cierto es que no hay ninguno. Nadie ha dado un
paso al frente para defender los intereses de un pueblo asfixiado y sitiado por
el impuesto inflacionario, el cepo cambiario, y la pérdida de la
institucionalidad. Es más, quienes deberían haberse armado políticamente contra
los sitiadores, se han comido, no uno, sino varios caballos de madera, en forma
de leyes que sólo aumentaron el poder de este Gobierno. Nadie hizo caso de Laooconte,
cuando dijo “No confío en los griegos, aunque vengan con regalos”.
Sólo una bestia mitológica, de lengua ácida, y que expele
humo por sus orificios, ha logrado aguijonear un tanto a los pobladores.
Demasiado poco, para casi una década de relato. Algunos –muy pocos–
economistas, periodistas o analistas vienen desde 2003 denunciando que las
bases mismas de este modelo son el autoritarismo y el empobrecimiento
generalizado. Sin embargo, la maldición de Cassandra ha pesado sobre ellos: han
profetizado lo que iba a ocurrir, pero nadie les creyó.
Todo está sentado para las batallas, que esperemos sean sólo
discursivas. Las fechas son tantas que confunden, 27-O, 8-N, 7-D. ¿Cómo
terminará esta historia?
Sólo Zeus sabe.
© Economía para Todos
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