Por Mariano Spezzapria |
El diagnóstico, por más pesimista que parezca, parte de un
hecho concreto: ninguno de los preferidos de la Presidenta , la mayoría
de ellos enrolados en la agrupación La Cámpora , cuenta con un respaldo interesante en
las encuestas. Ni siquiera el más lúcido del grupo, el viceministro Axel
Kicillof.
En rigor, los camporistas casi no figuran en los sondeos de
opinión, porque la mayoría de los consultados no los conoce. Y a esta altura de
las circunstancias, hace rato que el vicepresidente Amado Boudou dejó de ser
una opción de recambio. Este dilema está comenzando a provocar movimientos
internos en el peronismo. En ese amplio movimiento, al que sin embargo el
kirchnerismo está dotando de un sesgo unidireccional, todavía hay quienes
piensan que la Presidenta
debe impulsar una reforma constitucional para intentar una re-reelección en
2015. Pero hay otros que ya se preparan para tomar la posta en caso contrario.
En la semana que termina hizo mucho ruido político la
declaración del gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, sobre su proyecto
presidencial. Tampoco pasó inadvertido el lanzamiento de una agrupación que se
encolumna detrás del bonaerense Daniel Scioli, quien ya dijo lo suyo en ese
mismo sentido. Otros peronistas como el cordobés José Manuel de la Sota o el sindicalista Hugo
Moyano ya tantean la posibilidad de armar una confederación de partidos
provinciales de cara a las elecciones legislativas de 2013. La gran duda de
este sector es si debe abrirle las puertas al PRO de Mauricio Macri.
Actitudes
contradictorias
El jefe de Gobierno porteño dio en los últimos días algunas
señales contradictorias. Por un lado, se fotografió con Moyano y por el otro le
pidió a su bloque de diputados que acompañara el proyecto oficialista para
modificar la Ley
de Accidentes de Trabajo. Hubo cuestionamientos internos pero la mayoría acató.
La iniciativa fue duramente criticada por los gremios y apadrinada por la Unión Industrial
Argentina (UIA), cuyo jefe José Ignacio de Mendiguren salió a dar la cara
cuando algunos diputados oficialistas se tapaban la nariz para seguir las
instrucciones de la Casa
Rosada. Así de enroscada estuvo la cosa.
Mientras tanto, la Presidenta matizaba encuentros sociales -el
cantante Luis Miguel, el boxeador Sergio "Maravilla Martínez- con
reuniones reservadas para buscarle una salida a la controversia por la Fragata Libertad ,
retenida en Ghana por acción de los fondos buitre. A la luz de los
acontecimientos, no la encontró. El mismo día que se votó la ley de ART, el
Gobierno trajo de vuelta a los marinos de la Fragata en un avión de Air France contratado
especialmente, porque no era aconsejable que regresaran en uno de Aerolíneas. Y
el ministro de Defensa, Arturo Puricelli, quien ya había puesto su renuncia a
disposición de la
Presidenta , asumió la responsabilidad del caso.
Puricelli también teme por el destino de una corbeta de la Armada que tuvo que amarrar
en un puerto de Sudáfrica a raíz de un desperfecto técnico, mientras
participaba de ejercicios navales denominados Atlasur IX. No sea cosa que el
fondo NML Capital, que retiene a la Fragata Libertad , también la ponga en la mira. De
los Estados Unidos tampoco llegaron señales alentadoras. Una Corte de
Apelaciones de Nueva York ratificó un fallo del juez Thomas Griesa, ya conocido
por los argentinos, que estimó que los acreedores de la deuda que no
participaron de los canjes deben tener un "tratamiento igualitario"
con los otros bonistas.
La situación derivó en una fuerte caída de los bonos
argentinos, que en algunos casos superaron el cuatro por ciento, y puso en
evidencia una carencia diplomática notoria, tal vez porque en Washington aún no
perdonan la famosa requisa que el canciller Héctor Timerman hizo a un avión
militar norteamericano. De todos modos, el conflicto parece injusto con el
Gobierno que más deuda externa pagó en las últimas décadas. Y que logró
-gracias a la creatividad de Néstor Kirchner- presentar algo sumamente
impopular en la Argentina
como una medida progresista destinada a recuperar la soberanía económica del
país.
De Kirchner a
Cristina
Kirchner fue la figura que le dio un nuevo sentido al
peronismo en la primera década del siglo XXI. Con su potente liderazgo, logró
aglutinar a dirigentes de distinta procedencia en un proyecto que alumbró tras
la gran crisis de 2001-2. El kirchnerismo fue un soplo de aire fresco para un
país agobiado. Ahora la situación es distinta. El kirchnerismo acumuló poder y
ya lleva casi diez años en el ejercicio del Gobierno, lo cual trae aparejado un
desgaste y la consecuente salida de dirigentes que alguna vez estuvieron
enrolados en el oficialismo. Sin embargo, aún conserva alguna dosis de
proyección política.
Por eso, la oposición madura la conformación de un bloque
antirreeleccionista. Lo propuso la Unión Cívica Radical, que llamó a armar una
"multisectorial", en una idea que ya prendió en el Frente Amplio
Progresista de Hermes Binner y también en sectores del peronismo disidente como
los que encarna Francisco De Narváez. Pero más allá de estos intentos partidarios,
empieza a gestarse un clima político poco favorable a una reforma
constitucional. Una señal en ese sentido tiene lugar en Misiones, donde
reapareció el obispo Joaquín Piña, aquel que encabezó un frente anti reforma
hace seis años y doblegó la ambición del gobernante de turno.
En Mendoza, en tanto, la oposición bloqueó en la Legislatura el
proyecto de reforma enviado por el gobernador Francisco Pérez, mientras que en
Santiago del Estero la intención re-eeleccionista del radical convertido a
kirchnerista Gerardo Zamora entró en un cono de sombras pese a la altísima
imagen positiva de su gestión. A nivel nacional, la encrucijada está más
presente que nunca.
© NA
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