sábado, 20 de octubre de 2012

Gestión o No Gestión: Esa es la Cuestión…

Por Gabriela Pousa

gestión. (Del lat. gestĭo, -ōnis). 1. f. Acción y efecto de gestionar. 2. f. Acción y efecto de administrar.
gestionar. (De gestión). 1. tr. Hacer diligencias conducentes al logro de un negocio o de un deseo cualquiera.
                                     Real Academia Española ©

En un país donde la ficción se oficializa a punto tal de pretender reemplazar a la realidad, todo intento por definir lo que pasa es una afrenta a la razón. Ninguna regla, ningún método de la ciencia política sirve como parámetro.

Ni siquiera los calendarios marcan coyunturas. Hoy puede ser 19 de Octubre de 2012 o 24 de Agosto de 2007. ¿Qué cambia? Releo un informe de aquel entonces, y su vigencia sigue exacta. Es como si nada se hubiera alterado, cuando en rigor todo se alteró no por acción sino por omisión. No hacer es también una manera de errar, de fracasar.

En los últimos días, varios analistas han reparado en los problemas de gestión del gobierno. Pero si bien se mira, el problema que ahora gravita se debe a la no gestión, al haber barrido bajo la alfombra los temas. No se instrumentaron jamás políticas de Estado concretas con miras a perdurar.

El cortoplacismo impuso la metodología del día a día: un escándalo hoy tapa a la ignominia de ayer, y mañana ambos quedarán sepultados bajo un nuevo desatino que cambie radicalmente las portadas de los diarios.

En esa concatenación de hechos aislados con un común motor: la impunidad y la inacción, se perdieron 10 años. El desguace de las FFAA que encaró Néstor Kirchner al llegar al poder es un ejemplo. No fue una estrategia en materia de Defensa, ni un cambio en la política de estas. Fue un capricho, una destrucción a medias, un oportunismo. En consecuencia, las FFAA y las de seguridad hoy vuelven a ser tema.

Veamos lo acontecido con la Fragata LibertadTal vez no tiene tanta trascendencia quién dio la orden de anclar en Ghana, pero sí la tiene indagar por qué no puede amarrar en un puerto cualquiera. El sólo hecho de tener que esquivar amarraderos debería dar vergüenza. Tampoco se trataba de elegir mejor la ruta, sino de saber a dónde se iba. Pero la deriva fue la única guía.

A punto tal se ha llegado que un país prácticamente ignorado, como lo es aquel situado en el oeste de África, se nos anima, nos jaquea como si fuera potencia. Y al lado de esta Argentina seguramente lo sea… El resto es anécdota, parafernalia para justificar lo injustificable después de 10 años de lavarse las manos, y librar inexcrupulosas internas en un área donde el respeto debería ser ley primera.

Este episodio a su vez, deja al descubierto la dinámica de la jefe de Estado para “solucionar” problemas. Lejos de “cortar” las cabezas responsables del dislate, remueve cúpulas y repite viejas fórmulas. En otras palabras, podría decirse que no soluciona nada, por el contrario tensa la situación fomentando fuegos cruzados, internas ministeriales, y moviendo algunos peones, pero jamás las piezas claves.

Mientras, se imponen temas que en países serios no se mencionan desde hace décadas. Ya no es sólo la economía que en todos lados, cíclicamente tambalea. Se trata de asuntos que en el mundo civilizado están homologados por la lógica de la época.

En pleno siglo XXI nadie discute la esclavitud, ni el mercado de siervos, mucho menos se debate la libertad de prensa. A decir verdad, los países razonables debaten, mientras acá el debate en sí mismo es la polémica… Detenidos en un escenario de dichos y des-dichos, la credibilidad se ausenta. La incertidumbre reina. El escenario se desdibuja en un grisáceo que va oscureciendo. En ese marco, los límites no se perciben y el “vale todo” adquiere ribetes impensados.

Si dos o tres años atrás hubiéramos advertido (como advertimos) que hoy estaríamos discutiendo la posibilidad de ejercitar el juicio crítico, o el futuro de la propiedad privada, y predecíamos que estaría en peligro la libertad inherente a la democracia se nos habría tildado (en rigor se nos tildó) de agoreros y apocalípticos.

Pocos hubieran tomado en serio una proyección de ese tenor (pocos lo hicieron). Y sin embargoacá estamos, temiendo perder lo poco que va quedando: el ser individuos en lugar de autómatas fabricados en serie, amaestrados.

Encontrarnos preocupados porque el Poder Judicial no es independiente del Ejecutivo es un retroceso inédito en este suelo. ¿De qué se habla en los países desarrollados, en vías de progreso o medianamente serios?

Europa es sabido que está abocada a encauzar su economía. Estados Unidos nos sopapea mostrando a su Presidente, sin privilegios, debatiendo de igual a igual con otro candidato presidencial, frente a un público que pregunta y sacia sus dudas. En esta geografía pensar apenas una conversación entre la mandataria y un aspirante a sucederla resulta una utopía.

De hecho pasamos cuatro años observando si durante algún acto patrio o ceremonia política, la Presidente saludaría a su Vice. Más aún, hace exactamente dos años, los reporteros gráficos trataban en vano de conseguir la foto: Cristina Kirchner recibiendo el pésame de parte de Julio Cobos. No fue posible. El séquito de la viuda impidió hasta un gesto de humanidad o cortesía, solicitándole al mendocino que no asista.

Así se vive en Argentina, entre antinomias y dicotomías. Lo sucedido en el Consejo de la Magistratura es una fotografía del país: escindido, crispado, donde subsisten los unos y los otros, en una especie de batalla definitiva. En las trincheras, los oficialistas rompen reglas para imponer su conveniencia, y la resistencia cierra filas para evitar la consagración de una tiranía.

Lo cierto es que el kirchnerismo representa hoy dos polos conflictivos: como sistema económico y como cultura. En el primer caso, instrumentando el parche momentáneo como política económica, y acentuando el poder del Estado devenido en amoral negociado. Culturalmente, anulando toda norma, habilitando el “vale todo”, y recreando un lenguaje de eufemismos que confunden e idiotizan.

En ese contexto, Clarín representa la causalidad única. Es la salvación cuando se agota la razón. Si no existiera habría que inventarlo, ¿si no, dónde descargar las propias culpas? La “Corpo” opera como la central de blanqueo de pecados y derroteros.

Toda dictadura busca mostrarse como perseguida para perpetuarse, Cristina no es excepción a esa regla. En ese sentido, Clarín ni siquiera es culpable por lo que hace sino por lo que es. 

Si bien el poder de los medios y su influencia es innegable, a esta altura de las circunstancias ya nadie compra merluza compactada por trucha ahumada. El diario de mañana puede anunciar que la Argentina está convirtiéndose en la panacea universal acorde al relato oficial, que difícilmente alguien se haga eco de ello. Mientras a la ficción te la cuentan, a la realidad se la experimenta…

No se trata de defender a un determinado grupo sino de entender el por qué millones de argentinos estamos perdiendo el tiempo y las oportunidades. Ya se han atacado todas las corporaciones y desmantelado las instituciones. Creer que un medio de comunicación es el origen de todos los males es una simplificación que podía entenderse en épocas antiguas. Supongamos que mañana, TN no trasmite y Clarín desaparece: ¿Se convencerá la gente de que no hay alza de precios, ni inseguridad, ni miseria? Poco serio.

En la Argentina toda controversia se presenta como un Boca – River, y el enfrentamiento Héctor Magnetto – Gobierno no escapa a ello. Lo importante de este caso – que atañe a un porcentaje ínfimo de los ciudadanos, y del cual la mayoría es ajeno por lo complejo y maniqueo -, es la demostración desesperada por ocultar la debilidad y el fracaso. La verdad, en definitiva, no está en el diario ni en el atril sino en el hartazgo de cada ciudadano.

Sin saberlo quizás, los Kirchner están a punto de lograr un milagro: que los argentinos estén cada vez más cerca de votar por el orden, la dignidad y el respeto que les fue arrebatado, más que por el bolsillo y el electrodoméstico en cuotas o barato.

Amén

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