Por Roberto García |
Hay que sumar en la conveniencia al candidato presidencial
José Manuel de la Sota ,
al gobernador Daniel Scioli, al intendente Sergio Massa y al politizado
empresario Francisco de Narváez. Siguen los nombres. Gente que, en principio, comparte
un mismo criterio sobre lo que no quiere (la re-reelección de Cristina
Kirchner, por ejemplo) más que coincidencias sobre lo que verdaderamente
quiere. Característica humana bastante común, casi siempre relacionada con las
actitudes que provoca un antagonista, alguien que se ubica enfrente, hostil.
Van juntos entonces contra la pretensión onírica de Cristina
Eterna. Saben o intuyen que, al decir de ciertas formaciones cercanas al
Gobierno (de la hoy declinante La
Cámpora , con parcial jibarización de algunos jefes –caso José
Ottavis–, al promovido sucedáneo Unidos y Organizados), el acontecimiento del
7D contra Clarín es apenas una pelea de semifondo, ya que el combate por el
título nacional será el año próximo con el intento de continuidad cristinista;
si el escrutinio ayuda y los precios –no de la canasta familiar– se mantienen.
Obvio: se une el contingente debido a que la permanencia
sine die de la señora Fernández en el cargo inhabilitaría cualquier otro sueño
presidencial, inherente hoy a estos defensores de la Constitución. Salvo
de Narváez, que no puede aspirar al cargo por su origen extranjero. De ahí que
trate de imponer, para no devaluarse como un par relevante, que sus potenciales
asociados en la causa guarden por el momento la exigencia de ser candidato. No
lo consigue con De la Sota ,
el más activo hoy en primerear en la campaña (hizo entre seis y ocho actos de
entretenimiento cordobés en todo el país, y estrena en Capital el 2 de
diciembre).
La implícita unidad persiste a pesar de los atajos; siguen
pegados por la expectativa de la manifestación popular contra la re-re del próximo 8N, en la que no serán protagonistas
a pesar de que tal vez contribuyan a la movilización. Tan curiosa esa adhesión
sin presentarse a la convocatoria –ninguno quiere atravesar la rechazada
intrepidez de Elisa Carrió cuando quiso subirse al palco de la protesta del
campo en 2008– como la singular situación de Cristina. Este frente le imputa
(hay que incluir también a radicales y socialistas) la vocación perpetua de
gobierno justo cuando más circulan versiones sobre una presunta pérdida de
voluntad para encabezar otro ciclo, sea por cuestiones de salud, dificultades
para dormir, quejas por dolores musculares, complicaciones familiares,
desavenencias de sus funcionarios (lo que ha transformado su carácter en más
irascible), hartazgo e impotencia frente a la sucesión de problemas, en su
mayoría generados por su propia gestión más que en la morbosa autoría de corpos
destituyentes, según le soplan los organismos dedicados a vender miedo para
sobrevivir.
El foco contra la re-re no se detiene en la política.
Aparece en otros sectores, por ejemplo la Unión Industrial
Argentina. Si bien su titular, José Ignacio de Mendiguren, puede invocar lo que
otras gestiones no consiguieron (la deseada nueva ley de ART), ese premio no le
alcanzaría para hacerse reelegir en el instituto, a pesar del impulso, la venia
y cierta complicidad del Gobierno. Más que objeciones personales, los distintos
grupos empresariales se han dispuesto a mantener la alternancia comprometida
hace años entre sus miembros y, a pesar de las tentaciones, rechazar un cambio
institucional. Incluso, a pesar de que no disponen –como en la Corte Suprema , casi
con un único y
repetido titular, Ricardo Lorenzetti, debido a incapacidades
o limitaciones de los otros magistrados– de postulantes para suceder a De
Mendiguren. Tanto que hasta han imaginado alternativas como la invitación a una
figura profesional (como Daniel Funes de Rioja en la cámara de alimentos) o un
empresario notorio ajeno a la política de la UIA (como Arturo Acevedo). Pero la rueda gira
sobre los clásicos que avalarán Techint y Arcor, de Cristiano Rattazzi a Miguel
Acevedo, del joven José Urtubey –hermano del gobernador salteño– al veterano
Héctor Méndez. No abundan otros y, en rigor, estos hombres exhiben
condicionamientos de sus propias empresas y, además, pueden padecer la ofensiva
declarada del “exprópiese” Guillermo Moreno, verdugo de cualquier aspirante que
no sea De Mendiguren. Aun así, la voluntad de los industriales resiste: si no
vamos a apoyar propuestas de re-reelección presidencial, tampoco podemos
ejercer ese privilegio en nuestra casa.
Pero esa elección no constituye una urgencia, más bien los
empresarios se distraen hoy por peripecias de colegas, especialmente por un par
de eminentes “boligarcas” (denominación que le cabe al grupo de amigos
bendecidos por el Gobierno, tipo Lázaro Báez, posible candidato a gobernador en
Santa Cruz) como los hermanos Cirigliano y el zar del juego, Cristóbal López.
El fallo que procesó a los Cirigliano, Jaime y Schiavi y se olvidó de otros
funcionarios parece preocupar a varios (si los frenos no fallaron, ¿cómo el
maquinista quedó exculpado?, se preguntan), inquietud que tampoco se desvanece
por el hecho de que no los hayan enviado a prisión como parecía descontarse.
Ingresaron los hermanos al capítulo apartado que también integra la familia
Eskenazi y, si bien se reconocen tangentes aleatorias, sorprende que gente tan
vinculada a la
Administración haya quedado desguarnecida.
© Perfil
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