Por Mariano Spezzapria |
Un encadenamiento de hechos extraordinarios alimentó este
cuadro de situación: en pocos días se rebelaron prefectos y gendarmes en un
inédito reclamo por mejoras salariales; un testigo judicial desapareció una
jornada completa e hizo recordar a Jorge Julio López; y el oficialismo avanzó
contra el auditor general Leandro Despouy, en una jugada de dudosa legitimidad.
Por eso fue una semana en la que abundaron los nervios y
faltó serenidad para encarar los problemas de fondo. Uno de ellos es la
relación del Gobierno con la
Justicia , a juzgar por las recientes escaramuzas en el
Consejo de la
Magistratura. Especialmente en un momento en que la Casa Rosada apunta
todos los cañones para que se destrabe la instrumentación de la Ley de Medios.
El clima se espesó a tal punto que Ricardo Lorenzetti
anticipó a sus colegas que no quiere seguir ocupando la presidencia de la Corte. "Seguramente se
llegará a un consenso, ya que trabajamos muy bien internamente", apuntó el
magistrado a sus compañeros del alto tribunal. Aunque también se interpretó su
decisión como un tiro por elevación al Gobierno, al manifestarse de esa manera
contrario a una re-reelección.
En la Corte
conocen, posiblemente mejor que en ningún otro enclave del poder, que las
Fuerzas Armadas y las de Seguridad vienen largamente disgustadas con la forma
en que se les liquida el sueldo, sobre todo los suboficiales. Muchos de ellos
hicieron juicios aún estando en actividad. Y ni hablar de los retirados, que
son miles y que ejercen más influencia de la que se supone sobre los más
jóvenes.
Responsabilidad
política
También lo sabe el Gobierno, aunque no lo reconozca. Por eso
el ministro de Defensa, Arturo Puricelli, envió una comunicación oficial a
todas las bases del país para calmar los ánimos y evitar que los militares se
sumaran a la protesta de prefectos y gendarmes. Igualmente, un escuadrón de
Infantería del Ejército en San Juan y un grupo de suboficiales de la Armada en Buenos Aires
manifestaron su descontento.
El peso de las protestas recae, principalmente, sobre las
espaldas de la ministra de Seguridad, Nilda Garré, quien no solamente es ahora
la responsable política de las fuerzas de seguridad, sino que antecedió a
Puricelli en la cartera de Defensa. Por eso no faltan las voces de quienes, en
el propio kirchnerismo, creen que la mujer tiene poco futuro en el elenco
oficial.
A la conocida interna que mantiene con el secretario de
Seguridad, Sergio Berni, se sumó también la mención del nombre de Martín Balza
-ex jefe del Ejército y actual embajador en Costa Rica- como un posible
reemplazante de Garré, por considerarlo una figura potable para la Presidenta. Cristina
Kirchner, deslizan algunos allegados al poder, tomará una determinación "a
su debido momento".
La mandataria pasó los últimos días recluida en la quinta de
Olivos. Ya había bajado su exposición pública tras la visita a Estados Unidos y
la irrupción de los cacerolazos, pero este fin de semana largo ni siquiera
viajó a El Calafate. Los problemas que atraviesa Santa Cruz, donde el
gobernador Daniel Peralta ya se comporta como un antikirchnerista, tampoco
ayudan a la Presidenta
a relajarse en el que considera su lugar en el mundo.
Así las cosas, por Olivos desfilaron decenas de funcionarios,
aunque los que más tiempo compartieron con la Presidenta fueron Juan
Manuel Abal Medina y el secretario Carlos Zannini. El jefe de Gabinete fue el
primero en reconocer que la liquidación salarial en la Prefectura -que buscó
adaptarse a un decreto tras un fallo de la Corte- había sido "francamente
desastrosa".
Aunque la mesa chica de la Casa Rosada no se
quedó conforme solamente con la vía de la "mala gestión" de la
conducción de las fuerzas de seguridad. También creyó entrever una maniobra de
sectores encumbrados de Prefectura y Gendarmería para interpretar ese decreto
en beneficio propio. Así explicó que la rebelión fuera protagonizada solamente
por suboficiales.
De ahí al descabezamiento de las cúpulas de ambas fuerzas
había un sólo paso y el Gobierno decidió darlo rápidamente. Pero no le sirvió
para aquietar los ánimos encrespados -como pretendió la ministra Garré- en las
fuerzas que han sido las más funcionales al kirchnerismo en los últimos años, a
las que recurrió cada vez que tuvo problemas con la Policía Federal o
las policías provinciales.
Clima enrarecido
Por si toda esta situación no fuera ya lo suficientemente
tensa, el miércoles por la noche desapareció en la localidad de Sarandí -al sur
del Gran Buenos Aires- Alfonso Severo, un ex trabajador ferroviario que debía
declarar en el juicio por el asesinato del militante Mariano Ferreyra. Y el
clima político se enrareció a tal punto que hubo dirigentes que hicieron una
convocatoria a preservar la democracia.
Pero menos de veinticuatro horas después, Severo apareció
muy cerca de donde presuntamente había sido secuestrado la noche anterior. Su
relato ante los medios de comunicación y la Justicia dejó algunos puntos oscuros y despertó
suspicacia al asegurar que se había tratado de "un mensaje para la Presidenta ". Hasta
le adjudicaron un "autoatentado" por una agresión anterior, a los
tiros, que había recibido en su casa mientras dormía.
En medio de esta revuelta, el oficialismo desconoció a
Despouy como procurador general de la
Nación -cargo desde el cual firmó dictámenes durísimos por
casos de corrupción en el Gobierno- y la Unión Cívica Radical
denunció un "golpe institucional". El caso enrareció el clima en la Cámara de Diputados, donde
el presidente del cuerpo, Julián Domínguez, acababa de lograr un inusual
comunicado conjunto de todos los bloques llamando a gendarmes y prefectos a
respetar "las pautas democráticas".
La semana también dejó para la anécdota el papelón del
gobernador chaqueño Jorge Capitanich por el apagón que impidió el partido
revancha entre Argentina y Brasil, que le costó cinco millones de pesos al
Estado provincial. Y la denuncia contra el tucumano José Alperovich por haber
utilizado un avión sanitario que era necesario para el traslado de una bebita
agonizante.
A su vez, el alcalde porteño, Mauricio Macri, ratificó su
condición de "vetador serial" y dio de baja la ley de abortos no
punibles sancionada por la
Legislatura , mientras que el gobernador bonaerense, Daniel
Scioli, optó por mantener un perfil bajo, alejado de los grandes conflictos.
Eso sí: sobre el final de la semana trascendió su preferencia por el retador
Henrique Capriles para la elección presidencial de este domingo en Venezuela.
Es que, más allá de los resultados de la elección, parece
quedar claro que el futuro político de Venezuela no quedará exclusivamente en
manos del presidente Hugo Chávez.
© NA
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