Por Alfredo Leuco |
Hay mucha preocupación entre los magistrados. Los que
frecuentan diariamente los pasillos de la Justicia en general, pero de la federal en
particular, confiesan que nunca se habían sentido tan rigurosamente vigilados y
apretados como ahora desde la reinstauración de la democracia en 1983. Los
servicios de inteligencia y los estudios de abogados, que diseminan la carne
podrida que allí se produce, tienen amenazados a varios jueces y fiscales con
carpetazos de distinto tipo. En algunos casos, vinculados a la vida íntima de
los funcionarios judiciales o a las actividades y actitudes de miembros de su
familia. Hugo Moyano dijo en estas horas que “la AFIP es la Gestapo K ” pero en
Comodoro Py creen que los espías son mucho más feroces. Se debaten entre
plantarse para no dejarse aplastar y poder ejercer su función con libertad y el
temor que los obliga a silbar y mirar para otro lado. El ministro Julio Alak sueña
con una Justicia con la camiseta partidaria y con la multiplicación de los
Oyarbides. Y trabaja incansablemente para eso. Es la continuación por otros
medios del “Vamos por todo” de Cristina. Apelarán a la recusación serial si
fuera necesario hasta limpiar el terreno de los temibles jueces autónomos. Y lo
hacen a cara descubierta, en forma desembozada. Es tan grande la impunidad que
no sienten ni culpa en interferir desde el Ejecutivo en la Justicia y en poner la
situación a las puertas de un grave conflicto de poderes.
El gobierno de Cristina tuvo y tiene muchas virtudes. Por
eso ganó las elecciones con algo que nadie logró en la historia: 12 millones de
votos. Pero el gran drama del oficialismo es que también tiene defectos y que,
además de no reconocerlos, los maquilla para exhibirlos como si fueran
cualidades morales. Se construye un monopolio estatal de paraperiodismo y eso
es presentado como soberanía informativa. Martín Sabbatella no cumple con su
deber moral y ético de renunciar a la banca y se lo muestra como la potencia de
sus convicciones. No dejan juzgado por colonizar y quieren mostrarlo como una
renovación necesaria. Se asocian con los más gordos y burócratas menemistas del
sindicalismo y el relato plantea que es parte de la democratización del
gremialismo corrupto.
Que Cristina levante su dedito acusador en medio del sermón
televisado y refriegue en la cara de la sociedad todo lo bueno que han hecho,
vaya y pase. Pero que también quiera dar cátedra con lo que a todas luces son
errores es perverso y genera una gran irritación social que se expresa a través
de las protestas virtuales y callejeras de diversos sectores sociales. Si la
idea es convencer a los ciudadanos de que no hay cepo, no hay inflación, no hay
inseguridad y que la
Presidenta habla con los periodistas todos los días, esas
falsas virtudes se convierten en el combustible que potencia la disidencia. Mo
Yan, en ese contexto, deja de ser el escritor chino flamante Premio Nobel de
Literatura para comunicar lo que realmente significa ese seudónimo: “No hables”.
La asignatura pendiente más cruel que va a dejar el kirchnerismo es la
utilización de los valores para un lado o para el otro, según la conveniencia
de los fanáticos. Es doloroso e imperdonable, en términos históricos, lo que
reveló el humillante apriete que sufrió Jorge Lanata por parte de unos matones
chavistas con carnet de servicios secretos.
Interrogatorios obscenos, prepotencia armada y la negación
de la libertad, que es borrar contenidos periodísticos, fue reinterpretada por
los esbirros locales como una provocación del periodista. Nunca se había
llegado a tanto. Es una inmoralidad y una degradación de la condición humana
justificar a los victimarios porque hubo “presuntamente” una provocación de la
víctima. Uno se imaginó equivocadamente que esas categorías fascistas habían
sido superadas. La burda creencia de que el violador es menos violador porque
la violada utilizaba minifalda. Repugna descubrir el silencio del Gobierno y la
complicidad de los grupos de tareas informativos que primero negaron los
padecimientos de Lanata, Nico Wiñazki y sus compañeros y luego fueron capaces
de celebrar la actuación de militares que “defienden el socialismo
bolivariano”. ¿Qué hubieran dicho si Horacio Verbitsky hubiese sufrido el mismo
maltrato en Chile o en Colombia? La responsabilidad de violar los derechos
humanos de un trabajador de prensa hubiera sido de la derecha, Clarín y la CIA. Tiene razón Julio
Bárbaro, el virus letal del estalinismo está vivito y coleando en la conciencia
de muchos presuntos defensores del pluralismo informativo. El gran timonel,
Carlos Zannini, dijo que Clarín quiere voltear al Gobierno y sabotear las
políticas populares, y hay que prepararse para eso. Qué distinto pensaba Néstor
Kirchner hace tan poco, en términos históricos, cuando en el último minuto de
su gobierno autorizó la fusión de Multicanal y Cablevisión y disfrutó del
concubinato con Héctor Magnetto. ¿Será un sentimiento de despecho hacia la
novia que se fue con otro?
El pasado sólo sirve para herir al otro. Nunca para
reflexionar sobre los propios comportamientos. A Julio Alak no hay juez que le
venga bien. Un hombre ético como Pablo Lanusse lo acusó del delito de “amenazas
coactivas”. El ministro de Justicia, en su desenfrenada lucha a favor de los
pobres y oprimidos, siempre tuvo el coraje de colocarse todos los sombreros: el
de Menem, el de Duhalde y por supuesto, los de Néstor y Cristina. Ahora que los
90 regresan de la mano de la Ley Antiterrorista y la de accidentes de trabajo
o la negativa de Cristina a habilitar el debate por el aborto, entre otras
cosas, la pregunta surge sola para Alak: ¿Siempre tuvo razón y estuvo del lado
de la verdad y la justicia? ¿O sólo en estos momentos? Si hasta Amado Boudou
habla del cepo a la democracia. Pobre cepo. La reforma de 1918 instaló un himno
que dice así: “Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan”.
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