Amado Boudou: "Déjennos romper los huevos en paz" |
Por Carlos Salvador
La revolución permanente. Para la guerra popular que suponen de inminente inicio, las huestes K están organizándose aceleradamente como partido de vanguardia del proletariado o, en caso de faltante de obreros, al menos como vanguardia del funcionariado, porque de esos no falta ninguno. El partido se llama "Unidos y Organizados" (UyO), y tuvo su bautismo de fuego en Jujuy para proclamar la candidatura a gobernadora de la dirigente social Milagros Sala, a fin de que derrote, no a un opositor sino al actual gobernador Fellner, también K, pero ideológicamente no esclarecido.
El nuevo partido quiere combatir en las próximas batallas
del 8N contra la clase media golpista y del 7D contra la prensa destituyente,
pero el combate de fondo es contra el peronismo, según lo proclamó el Lenin de
UyO, el periodista e historiador Hernán Brienza, quien calificó al peronismo de
las provincias como heredero del máximo enemigo histórico del kirchnerismo,
Julio Argentino Roca, cuando dijo:
"Desde hace varios lustros, el justicialismo se ha
convertido en poco más que una liga de gobernadores -que recuerda mucho a la
experiencia roquista de los años '80 del siglo XIX-, en la que los ejecutivos
provinciales tienen bien engarzados todos los resortes del poder local y se
convierten en elementos de la inmovilidad política y social".
Luego acusó muy suelto de cuerpo a la "mayoría de los
gobernadores" (recordemos que la mayoría de los gobernadores son de
declarada confesión K) de "alejamiento ideológico y político". Por
eso propone librar la "batalla cultural" contra las
"idiosincrasias conservadoras" de las provincias. Ysugiere una
alternativa para "puentear" a los gobernadores retardatarios:
"Romper esa lógica de alambrados provinciales, estableciendo líneas
directas con los intendentes".
Pero el peligro es que los intendentes también sean un tanto
retardatarios, frente a lo cual nuestro Lenin criollo lanzó la solución
definitiva: que UyO se disemine a lo largo y ancho del país para asegurar el
"control de calidad ideológica en los diferentes territorios". Algo
así como aplicar las normas IRAM de calidad total, pero para detectar,
denunciar y expulsar peronistas infiltrados en el kirchnerismo, en pos de la
purificación ideológica que exige la revolución.
En el acto jujeño de presentación de UyO como el partido
auténtico del poder cristinista, el jefe camporista Andrés "Cuervo"
Larroque lanzó una rotunda advertencia a los que pretenden movilizarse por las
calles el 8N, amenazándolos con estas palabras: "Desde el profundo amor
les decimos que ni se les ocurra tocar a Cristina, porque ahí vamos a estar
todos... a salir con lo puesto, a pasar pueblo por pueblo, a juntar toda la
militancia y si tenemos que ir a la
Plaza de Mayo para defender a este gobierno, lo haremos con
todo gusto, porque este gobierno es la Patria.Viva Néstor.
Viva Cristina".
En realidad lo preocupante de este discurso no es su
convocatoria a la movilización popular, porque si se hace en paz, todo el mundo
tiene derecho a expresarse en las calles libres de la democracia. Lo grave es
decir que "este gobierno es la
Patria ". Frase temeraria, sectaria y soberbia, porque la Patria somos todos. Sólo el
pueblo es la Patria ,
mientras que gobierno, oposición o cada sector en particular, son apenas parte
de la Patria
pero ninguno en sí o por sí mismo, es toda la Patria.
UyO no es una agrupación más del cristinismo, sino que
pretende ser todo el cristinismo, por eso en un acto posterior que hizo la
vanguardista organización para recordar un nuevo aniversario de la muerte de
Néstor Kirchner, asistió casi todo el gabinete nacional, encabezado por el
inefable vicepresidente Amado Boudou, quien un tanto desesperado por lo flojito
que andan sus papeles judiciales, ya no sabe qué hacer para demostrar que si
hizo algo malo lo hizo por amor a la causa.
Así, al cerrar el acto de UyO, imbuido de pleno fervor
revolucionario adaptó a su particular estilo un viejo dicho de Perón
("para hacer una tortilla hay que romper algunos huevos") y terminó
inventando una frase que quedará en la historia universal, aunque no de la infamia
sino de la estupidez: "Les pido a Clarín y La Nación , déjennos romper los
huevos en paz, y dejen de rompernos los huevos".
Para que se entienda, Boudou les propone a los medios que lo
investigan que no le rompan más los huevos para que él pueda seguir rompiendo
huevos. Algo que viene haciendo maravillosamente bien. Una delicia. A confesión
de parte...
En fin, algo raro esta UyO conformada por autoproclamados
revolucionarios que además de hacerle la guerra a la clase media y a los
medios, amenaza ir por todos los gobernadores e intendentes peronistas fachos,
conservadores y retardatarios, teniendo como uno de sus principales líderes, si
no el principal, a Amado "Isidorito" Boudou.
El estado de
excepción
Todos estos aprontes supuestamente revolucionarios dentro de
un país que posee un gobierno, mejor o peor pero que no está haciendo ninguna
revolución, sólo se explica en pos de la creación de un clima político donde se
pretende hacer de la excepción la norma.
Un gobierno que se propuso en sus inicios, allá por 2003,
transformar a la Argentina
en un país normal, está haciendo todo lo contrario.
Normal es un país que se fija un camino y se pone a trabajar
en su construcción. Anormal es un país que lo único que hace todos los días es
replantear el camino. Donde siempre se discute sobre la senda a transitar, pero
jamás se transita sobre ella. A modo de una inacabable refundación permanente.
Un país que no acepta regirse bajo ninguna Constitución sino que siempre quiere
cambiarla según sus urgencias.
Como que en vez de vivir bajo el imperio constitucional, el
gobierno buscara todos los días refundar el país. Y al estar todo cuestionado,
ninguna institución funciona, o si funciona es banalizada. Porque la intención
-cada vez menos oculta- es que las instituciones sean reemplazadas por la
discrecionalidad personal.
El cambio constitucional que este gobierno propone son dos
cosas y nada más: reelección presidencial indefinida para pasar de república a
monarquía. Y cambio del dogma constitucional para cambiar todas las
instituciones que le ponen límites al poder, por una sola institución: la
relación líder- masas, por la cual todo lo que hay entre ambos debe ser
arrasado.
Aunque lo que se busca es la imposición del líder no sólo
sobre las instituciones sino también sobre la "masa", porque el líder
es el único que la representa. Es discrecionalismo a lo Carl Schmidt en nombre
de las ideas de Gramsci o de Trotsky. Absolutismo político en nombre de la
revolución permanente, con lo que se encubre una sola cosa: la voluntad desnuda
de poder, único móvil político por encima de toda ideología y de todo relato,
meros justificadores de esa voluntad.
Pero lo peor -más allá de todos estos delirios constitucionales
que serán de muy difícil imposición- es ver como todos los días se funda o
refunda un nuevo camino, pero no avanzamos por ninguno. El "caminante no
hay camino, se hace camino al andar" ha sido suplantado en estas tierras
argentinas por "caminante no hay camino, se hace camino para no
andar".
La apelación a la reforma constitucional es, entonces, un
ardid para que vivamos en estado permanente de reforma. Para que todo se adapte
a las necesidades inmediatas del poder de turno. Para que no se hable de
ninguna cosa que no le conviene a ese poder. Y para que no exista nada
institucionalmente estable.
Incluso, si mañana lograran cambiar la Constitución de
acuerdo a su voluntad, pasado mañana la cambiarían de nuevo cuando lo mismo que
hoy les sirve, mañana no. Porque ni siquiera se trata de sustituir una
institución por otra, sino por ninguna. Es la ideología que sintetiza Guillermo
Moreno a la perfección cuando rige todas sus decisiones por una sola norma: la
que se me venga en ganas.
El ejemplo del "per saltum" es expresión acabada
de tales pretensiones. Lo que se supone es un recurso extremo para una
situación de gravedad institucional, ahora se lo quiere convertir en ley con la
insólita finalidad de establecer el estado de excepción como la normalidad,
salteando todas las instancias jurídicas intermedias. Con ello no sólo se
absolutizan las decisiones ejecutivas, sino también las de la Justicia.
Con igual lógica se acusa a la minoría del Consejo de la Magistratura de abuso
de poder... ¡contra las mayorías! En otras palabras, las minorías ya ni
siquiera tienen el derecho de controlar u oponerse a las decisiones de las
mayorías, porque eso es un uso abusivo de sus atribuciones, con lo cual se
quedan sin ninguna atribución salvo callar o decir a todo que sí o hacerse
oficialistas.
Desde ese razonamiento, que cualquier minoría recurra a las
instituciones para hacer valer derechos u opiniones es obstruccionista o
golpista. Mientras que si el gobierno se propone vivir en pie de guerra contra
el normal funcionamiento de las instituciones cuando éstas no reflejan su
entera voluntad, eso sí es democrático y revolucionario. ¿No estarán exagerando
un poco?
© Los Andes
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