Los cuestionamientos al Gobierno fueron diversos. |
Por Mariano
Spezzapria
La dimensión que adquirieron anoche los cacerolazos en la Capital y en distintas
ciudades del interior del país reflejó con nitidez la división social que
provoca el proceso liderado por el kirchnerismo, que se agudizó en los últimos
meses con fuertes medidas oficiales de carácter político y económico.
La manifestación resultó masiva por distintos motivos:
primero, porque tuvo una organización superior a las anteriores; en segundo
lugar, por el fastidio que provoca en un sector de la población la reiterada
aparición de la Presidenta
en cadena nacional; tercero: frente al Gobierno hay sectores poderosos.
Además, fue generada a casi diez años del inicio de este
proceso político y justo en momentos en que algunos sectores del kirchnerismo
alientan una reforma constitucional para permitir que la Presidenta busque un
tercer mandato en 2015. Con ese caldo de cultivo, la convocatoria traspasó
ampliamente las expectativas de quienes la iniciaron a través de las redes
sociales -como Twitter y Facebook- tres semanas atrás. Y pese a que resultó una
concentración inorgánica, recibió el aporte de fuerzas políticas opositoras que
se subieron a la manifestación.
En el caso de la ciudad de Buenos Aires, en esta oportunidad
la protesta salió de los límites de los barrios más acomodados del norte
porteño, algo que también empieza a reflejar el descontento de la clase media.
Una apreciación similar puede hacerse para las grandes urbes del interior del
país. El Gobierno siguió muy atentamente la evolución de la protesta, a tal
punto que la presidenta Cristina Kirchner advirtió desde San Juan:
"Nerviosa no me voy a poner ni me van a poner". Mientras tanto,
algunos grupos oficialistas se preparaban para la eventualidad de marchar a la Plaza de Mayo.
Pero allí en la noche de este jueves la parada fue copada
por los "caceroleros", que se hicieron escuchar como desde hace
tiempo no lo hacían y fueron acompañados por automovilistas, taxistas y
colectiveros que tocaron sus bocinas y dieron cuenta de la diversa procedencia
social de los manifestantes. Esa heterogeneidad de intereses -más allá de la
coincidencia en el cuestionamiento al Gobierno- hace difícil para cualquier
dirigente de la oposición encarnar los reclamos expresados de forma inorgánica
en las calles, aunque ciertamente genera un estado de ánimo que va desde lo
particular hacia lo colectivo.
© NA
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