Por Aldo Norberto Bonaveri |
Como quedó bien reflejado la convocatoria fue pergeñada
desde las redes sociales y, si bien el epicentro se registró en la emblemática
Plaza de Mayo, simultáneamente proliferaron réplicas en diferentes barros
porteños, puntos estratégicos del conurbano bonaerense y las principales
ciudades del interior.
Ponderar cuantas personas participaron de las
manifestaciones es una verdadera quimera; la multiplicidad de las concentraciones,
concurrentes que se iban renovando y otras particularidades inherentes a las
características de la protesta así lo indican, no obstante se puede aseverar
que resulto cuantitativamente muy importante.
Otra particularidad que le proporciona una marca distintiva
fue la ausencia de banderías partidarias y, referentes políticos que la
lideraran. Las manifestaciones se realizaron en forma democrática, sin
registrarse excesos violentos; como es de habitual en protestas multitudinarias
se dieron plétoras dialécticas y, algunos exabruptos minoritarios impropios,
pero el clima general imperante no merece mayores reparos. Habida cuenta del
ambiente de enfrentamiento fogoneado por adláteres oficialistas y correspondidos
por opositores fanatizados, lo acontecido el jueves 13, se inscribe dentro de
las jornadas callejeras más civilizadas.
Consignas hubo varias: En contra la reelección, la
corrupción, la inseguridad, la inflación, el autoritarismo, las mentiras del Indec,
las restricciones al dólar y, los abusos de la cadena nacional.
El cacerolazo encarnó un fuerte llamado de atención para el
Gobierno, tanto por su dimensión, como por haberse reiterado largo de todo el
país. Más allá de algunas apreciaciones que intentaron minimizarlo en el
Gobierno causo preocupación, ningún funcionario calculaba tanta concurrencia.
Para la oposición la manifestación resultó más que
satisfactoria, pero ha quedado muy claro que ninguno puede capitalizarla, por
el contrario, también ellos deben interpretar el mensaje de una sociedad que no
acepta verlos tan dispersos y descoloridos.
Lecturas pueden hacerse muchas, pero fundamentalmente la
presidenta debe tomar nota del significado. Ni los más optimistas podían
estimar tan profusa manifestación, no mediando otra invitación que la realizada
por las redes sociales por personas sin liderazgos políticos y sociales. Llama
la atención pero no existió publicidad alguna convocando, ni la televisión, las
radios o los diarios hicieron referencia previo a la realización.
La historia demuestra que el pueblo argentino es renuente
para exteriorizar sus reclamos masivamente, aquí no intervinieron compromisos
de ninguna naturaleza, no hubo micros transportando, ni choripanes convocantes;
esta reacción está indicando que el hartazgo está impregnando a diferentes
sectores de la sociedad; aunque algunos funcionarios pretendieran
descalificarla, lo observado evidencia que el conglomerado reunido fue
heterogéneo con mayor preponderancia de jóvenes y clase media.
La protesta es la consecuencia de diferentes factores
protagonizados por el poder que al acumularse, no son digeridos por un buen
porcentaje de argentinos, los reclamos realizados se compadecen con el
pensamiento de muchos compatriotas de todo el país. Nadie puede dudar de la
legitimidad del Gobierno, ni soslayar la contundencia del 54% cosechado por
Cristina Fernández en octubre pasado. Empero si la ciudadanía tiene todo el
derecho de expresar su descontento.
La presidenta tiene muchas dotes de oradora pero muy poca
capacidad para escuchar, sus largas peroratas están resultando
contraproducentes, inclusive la utilización de añagazas que tiempo atrás
concitaban credulidad en ciertos simpatizantes, en este momento tienen efectos
adversos. No son pocos los ciudadanos que la avalaron en la última elección,
pero que hoy no consienten determinados procederes. Los triunfos dan derechos,
pero no incondicionales.
La sociedad no politizada partidariamente no tolera la
permanente descalificación de los que no piensan igual, la soberbia en el
manejo del poder, un relato que cada vez es menos convincente, las
humillaciones impuestas a los gobernadores, etc.
Los funcionarios que endilgan a los manifestantes integrar
un núcleo que aboga por mantener sus privilegios, muchos de ellos no tienen
autoridad moral para hacerlo, integran una casta que se ha enriquecido
exponencialmente y viven en el suntuoso Puerto Madero.
Lo sucedido marca el éxito de la atípica convocatoria, las
repercusiones realzan otro tanto, ahora el nuevo desafío lo constituye la
próxima marcha que ya tiene fecha, el 1 de octubre.
© Pregón Agropecuario
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