Por Gabriela Pousa |
Lo extraño de este
relato es que, el
personaje central, encuentra natural lo que le está pasando. El modo, la tranquilidad con la cual
acepta la condena llama la atención, no llega siquiera a asombrarse de su falta
de asombro…
¿Por qué justo
ahora esta obra se me hace tan latente? Por
la naturalidad con la cual nosotros también aceptamos lo inaceptable. Entonces,
vienen a mi memoria una serie de utopías, que alguna vez fueran vendidas como
inminentes propuestas. Advierto cuánto tiempo hemos perdido discutiendo temas
que jamás pasarían de ser furtivas polémicas. Posiblemente para distraernos de
lo que estaba sucediendo…
Así
escuchamos hablar de nuevas leyes de coparticipación, del recambio de la
dirigencia, de caras nuevas, del voto electrónico, de la boleta única… Y,
finalmente, corroboramos cuán cierto es que el viento se lleva a las palabras.
Hoy nada a
cambiado demasiado. Hasta
quienes se jactan de tener el dato exclusivo, la medida reveladora que ha de
implementarse, o de conocer la agenda de Cristina a pie juntillas, sólo tiene
en su poder, un placebo, o quizás, simplemente, un cebo para que al divulgarlo,
nos enganchemos. Mordamos una vez más el anzuelo.
La mente
maniquea de la Presidente ,
seguramente, estará en las antípodas de aquello. Le gusta asombrar, pero el
asombro está mermando en una ciudadanía, que tras cada anuncio en cadena
nacional, sabe que cualquier cosa puede pasar. Y como Josef K, acepta con
naturalidad.
Más que los
dólares, el argentino
está perdiendo rasgos de humanidad. También
es cierto que, a fuerza de desencantos, la esperanza oscila entre mente y
corazón, generando batallas impensadas. ¿De qué lado ponerse a luchar?
Lo cierto es que
algo ha cambiado en los últimos meses. En
la calle, se ha instalado la percepción de que las cosas andan mal. Algunos lo
advierten en el supermercado, otros en la incomprensible irrupción de la re reelección. “Señores, no
sabemos qué será de nosotros mañana, y ustedes nos hablan del 2015 con una
liviandad que espanta”.
Y otra vez, a
las palabras se las lleva el viento. En Balcarce 50 no escuchan a la gente. A
no ser que ésta, se traduzca en porcentajes, entonces, es factible que de algún
modo, se la considere. Cristina no lleva las cuentas como lo hacia Néstor
Kirchner: que otros se ocupen del debe y el haber. Sólo cree en el poder de la
soja, en cierto viento de cola, y en un operativo que, como sucediera el 25 de
mayo del año pasado, de la mano de Hugo Moyano, clame desde la plaza: “¡Por
favor, quédese!”
Pero esta vez no
será fácil montar ese teatro: el Vatayón
Militante está enojado.
Cree que lo usaron, y a muchos se les cortó (por ahora) la salida de los
viernes y sábados.
Los chicos
de 16 años de hoy, no son los de antaño. Pueden estar embutidos del espíritu de
Eva y Perón, y sus “sucesores” por conveniencia, “Él y Ella“.
Se viene trabajando denodadamente para que así suceda. Pero una cosa es llevar la remera
del Che porque está de moda y provoca, y otra distinta es que se los utilice
como ejército de salvación. Hay ignorancia al por mayor, mas subestimar es
siempre un error.
Además, no hay
manera de unificar esa franja social. Los hay más débiles, sumidos en la
pobreza que todos los gobiernos han tendido a perpetuar, porque de lo
contrario, se torna mucho mas difícil adoctrinar; y los hay interesados en lo
que está pasando.
Hoy por
hoy, las encuestas en torno a lo que harán unos y otros, frente a una elección
presidencial deben leerse como se lee el horóscopo semanal. Son mentes
inquietas, en un permanente devenir: adolecen. Ahora quieren rojo, mañana
querrán verde. Y es natural que suceda así.
Si creemos que
no hay alternativa ni candidato que se le enfrente a la dama, recordemos que
hay algo inexorable que
jamás falla ni falta en un escenario político: los imponderables. Esos
episodios que no son planificados, pero que en un santiamén, hacen que la taba
se de vuelta. No hay pues, dueño de verdad revelada acerca de lo que ha de
pasar – ya no en el 2013 o en el 2015 – sino dentro de una hora, o cuando
amanezca, mañana.
La
algarabía de algunos por ver, en los titulares de domingo, que hay un 66% de
argentinos que rechazan una reforma constitucional, no debería expulsar la
cautela. En
cualquier país serio, la
Carta Magna es dogma y palabra santa, en Argentina ya es un
compendio de páginas plagadas de silencios.
Una confesión que
no debiera hacer quizás: personalmente,
hubiese querido leer que un 99%, se opone al manoseo que pretende hacerse.
Sostienen que el
rechazo de una mayoría (más allá de la cifra), debería archivar la intención
kirchnerista de modificar la Constitución. Es una expresión de deseo o una
ingenuidad, si tenemos en cuenta quién tiene la banda, el cetro y ocupa el
sillón presidencial.
Me
arriesgo a decir que el 100% de los ciudadanos brega por seguridad, y un freno
al proceso inflacionario que viene ahogando. ¿Y…? Y a la jefe de Estado no le
interesa un ápice. Nunca le ha interesado lo que pasa en la calle. ¿Por qué un
66% habría de frenar su objetivo y su plan? ¿Desde cuándo la Presidente cede algo
para satisfacer a la sociedad?
Cristina apuesta a
poder reactivar el festival
de compras en cuotas, de
electrodomésticos que venderá por cadena nacional, apuesta al carrito que en
una esquinas, con 30 grados a la sombra, vende merluza para “todos y todas”…
Si esta
especie de kermese regresara, ya sea de la mano del yuyo o del saqueo de alguna
nueva caja, la duda no está tanto en qué hará Cristina, sino se ha de centrar
en los Josef K kafkianos que solemos ser los ciudadanos. ¿Seguirá la gente
preocupada por las libertades diezmadas? ¿Mantendrá el estado de alerta en que
se encuentra, o lo relegará hasta que el bolsillo nuevamente, se resienta?
El temor se
disipa, no para huir de la escena, sino para dividirse en dos planos
simultáneos: hay que
temer la hegemonía del poder, pero también la volatilidad de la sociedad.
A veces pienso que
se nos acercan unos hombres y nos dicen que estamos arrestados. Igual seguimos
trabajando, estudiando, etc…, pero empezamos a vivir El Proceso, acusados
no sabemos de qué, llevados ante un tribunal que no nos explica ni lo básico…
Esperemos, finalmente, no acabar degollados sin causa ni razón que sepamos…
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