Por Alfredo Leuco |
Cristina fue una militante permanente y esforzada. Se tomó
su tiempo y en cada aparición pública fue indignando a un grupo distinto. Logró
así la mayor concentración social opositora desde 2003 en Plaza de Mayo. En
infinidad de ciudades, pueblos y pueblitos también hubo candombe cacerolero. La
diversidad de los reclamos apeló a cada uno de los rubros que la Presidenta ignora. Por
eso concurrieron a su llamado a movilizarse los familiares de los muertos en el
siniestro de la estación Once, los estafados por la malversación de las
estadísticas del Indec que vomitan ante la provocación de que se puede comer
con menos de seis pesos por día. Hubo mucho llanto y pancartas por las víctimas
de la inseguridad, en su mayoría de los barrios más humildes. Cientos de
carteles caseros expresaron con toda claridad que la gente no soporta a los
corruptos que “Ella” tiene a su lado ni que haya el mínimo intento de autorizar
la reelección de la única persona que actualmente lo tiene prohibido por la Constitución :
Cristina Fernández de Kirchner.
Fue Cristina la gran organizadora de la rebelión de los
maltratados. El principal cantito fue: “Y ya lo ve, es para Cristina que lo
mira por tevé”. Demasiados enemigos reales tiene cualquier gobierno para que
todos los días invente uno nuevo. Y es Cristina la que está planificando una
marcha todavía mucho más numerosa con las órdenes que le dio a Juan Manuel Abal
Medina. Decir que ese sector minoritario está más preocupado por Miami que por
San Juan fue echar nafta al fuego. Es potenciar un plan de provocación que
fractura socialmente al país como en los peores momentos.
Las chicanas, como los chistes, según Freud, son expresión
del inconsciente que vio sólo manifestantes rubios, opulentos, bien vestidos y
tan caretas que no se atrevieron a pisar el pasto. Es difícil sostener eso con
cierta credibilidad. No hubo presidenta vestida con ropa y accesorios más caros
que Cristina. Ni con tantos millones en el banco o que haya vivido primero en
Recoleta y luego haya comprado dos propiedades en Puerto Madero, como varios de
sus colaboradores. Es Cristina la que representa la codicia. Cuesta
descalificar a la clase media desde la clase alta. Y mucho más si la guardia de
hierro que la protege, los muchachos de La Cámpora , son cualquier cosa menos morochos,
sudorosos y proletarios.
¿Desde cuándo ser de clase media es estar apestado? ¿Ya no
corre más eso de “piquete y cacerola, la lucha es una sola”? ¿Qué es la
movilidad social ascendente, entonces? Lula se enorgullece de decir que ayudó a
que 20 millones de pobres llegaran a la clase media.
Es cierto que hubo algunos manifestantes que se expresaron
con un odio que envenena la convivencia social. Pero eso también es
responsabilidad de quienes gobernaron en la década del rencor. Así como
jerarquizaron la Corte
Suprema , descubrieron los derechos humanos, implementaron la
asignación universal, apostaron a un modelo productivo y al mercado interno con
generación de empleo; de esa misma manera sembraron el odio desde la altanería
y el autoritarismo.
Cuando los presidentes no escuchan, los ciudadanos gritan
más fuerte y más cerca. Con su política, la Presidenta favoreció a
muchos sectores y por eso tuvo tanto apoyo electoral. Pero también hirió a
grandes conglomerados que no son “las corporaciones ni la oligarquía”. ¿Qué
pasó? ¿Qué fue lo que provocó que tanta gente abandonara su casa a la misma
hora y con la misma destinataria de las quejas? No hubo una sola publicidad
televisiva o radial que invitara al acto. Ni un aviso ni una nota previa en
ningún diario. Algo nuevo apareció. Estalló en mil pedazos esa convicción
jurásica del cristinismo de que los compatriotas son tontos llevados de las
narices por los grandes medios. Es de un paternalismo y una subestimación tal
que no se compadece con el peronismo, que sabe que la gente reacciona de
acuerdo a su propia experiencia.
¿No habrá llegado la hora de declarar de interés público y
sujeto a expropiación a las redes sociales? Esa comunicación horizontal y
plural es la contracara de lo que propone el Gobierno con medios de
comunicación que ocultaron vergonzosamente los cacerolazos.
Con la soja volando, Brasil en proceso de recuperación y
menos vencimientos externos, Cristina tiene otra vez la gran oportunidad de
recuperarse. En un ejercicio de imaginación, ella podría decir: “Argentinos y
argentinas, voy a redoblar el esfuerzo para solucionar las demandas que me
plantearon. Trabajaré para bajar la inflación y combatir la inseguridad.
Convocaré a todas las centrales sindicales y todos los partidos para escuchar
sus propuestas. Dejaré de atacar a los que piensan distinto y les doy mi
palabra de que jamás se me ocurrirá modificar la Constitución en mi
propio beneficio”. ¿Qué pasaría si la Presidenta dijera algo parecido en cadena
nacional? Desinflaría la crispación y recuperaría parte de su imagen positiva.
Pero dejaría de ser Cristina. Sería Bachellet, Dilma, Lula o el Pepe Mujica,
duros luchadores de los 70, austeros en sus cuentas bancarias y vestimenta,
humildes y pluralistas de tiempo completo, combatientes de la corrupción y
grandes referentes de los tiempos que vienen porque no dividieron a la sociedad
en la que viven.
No son ni se creen dioses que deben ser temidos. Pero para
muchos, son ángeles democráticos constructores de una sociedad igualitaria.
© Perfil
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