Por Christian Sanz (*) |
No solo fui querellado penalmente, sino que sufrí amenazas y
maltratos de colegas “menemistas”. Fue la primera vez que quise dejar el
periodismo. ¿Para qué dedicarme con honestidad a una profesión que solo me
traía inconvenientes? Tenía una alternativa: “venderme” al gobierno de turno,
pero jamás tuve estómago para hacerlo.
Luego sufrí los inconvenientes —más alivianados por suerte—
de tratar de ejercer mi profesión durante el gobierno de Fernando de la Rúa y posteriormente el de
Eduardo Duhalde. Con este último debí enfrentarme en litigio feroz por publicar
en mi libro sobre la muerte de Poli Armentano que estaba relacionado con la
venta de estupefacientes.
En el medio de ello, apareció Néstor Kirchner como
Presidente de la Nación ,
acompañado de toda una runfla de bandidos a cuestas. La mayoría de ellos me
querellaron penalmente, con la insólita excepción de Aníbal Fernández que a
falta de un juicio me hizo dos. En ambos fui sobreseído por la Justicia.
En esos días, particularmente entre 2005 y 2007, sufrí
serias amenazas por parte de funcionarios del kirchnerismo, la mayoría por
teléfono. Tengo media docena de testigos de esto e incluso he grabado y logrado
registrar la procedencia de los llamados. A pesar de ello, jamás logré que la Justicia avanzara contra
quienes me amenazaban.
Tampoco conseguí nunca que FOPEA (Foro de Periodismo
Argentino) me diera bolilla. Jamás. Siempre se excusaron con el triste
argumento de que no querían “tener problemas” con el gobierno de Néstor
Kirchner. Insisto: las pruebas eran irrefutables.
Esto viene a colación de la sensación que hoy me embarga,
donde nuevamente tengo ganas de renunciar al periodismo y dedicarme a otra
cosa. Todo a raíz de un insólito comunicado de prensa que FOPEA publicó este
viernes, donde involucra al periódico que dirijo desde 2003, Tribuna de
Periodistas, en una supuesta “operación de desprestigio” contra el periodista
Gustavo Sylvestre.
En realidad, el corazón de la crítica es contra el sitio
Seprin, por haber revelado “datos de su vida privada y familiar”. Pero luego
aparece una injustificada mención a TDP, a quien se le atribuye un “artículo
difamatorio” sobre el mismo colega.
Y ahí es cuando me pregunto: ¿Qué tiene que ver Tribuna con
Seprin? ¿Cómo se puede ser tan irresponsable de unir dos situaciones —y/o
artículos— que nada tienen que ver entre sí?
Le recuerdo a la gente de FOPEA que el que ha difamado en
primer lugar, ha sido Sylvestre al asegurar —sin dudar siquiera— que el sitio
de TDP había sido vendido al macrismo a efectos de erosionar la credibilidad de
sus periodistas. Por las dudas, también le recuerdo a esa entidad que he
presentado dos denuncias penales contra el macrismo. Sylvestre solo lo critica
de la lengua para afuera pero jamás se ha atrevido a rubricar un escrito ante la Justicia.
La nota que se publicó sobre Sylvestre carece de datos
personales sobre el periodista o su familia y solo hace un “racconto” de lo que
ya se había publicado en TDP a lo largo de los últimos años. ¿Dónde está la
“operación de desprestigio”? ¿Por qué Sylvestre nunca antes dijo nada, siendo
que hasta publiqué con mi propia firma en 2007 que cobraba dinero por izquierda
por parte de la Secretaría
de Inteligencia?
Invito a cualquiera de los lectores a releer lo publicado y
que, con una mano en el corazón digan si es, como dice la gente de FOPEA, una
“operación” contra el colega. Aún me pregunto por qué si lo publicado es una
infamia, Sylvestre no avanzó en una querella penal contra TDP como sí se animó
contra Seprin.
Es sintomático que FOPEA decida rifar su poco prestigio
defendiendo a una persona de semejante calaña, que hace operaciones de prensa
para el oscuro grupo Vila-Manzano y que no puede justificar su enorme
patrimonio. Por caso, ¿por qué Sylvestre se sulfura con tanta facilidad cuando
se revela que su esposa trabaja para Cristina Kirchner?
A diferencia de él, yo soy un tipo pobre —no me canso de
decirlo—, sin vehículo ni vivienda propia. Y Tribuna es un medio que hace
periodismo independiente, siendo por ello uno de los más querellados de la Argentina. Lo
antedicho puede comprobarse muy fácilmente.
¿Cómo se entiende que FOPEA cometa semejante burrada? ¿Cómo
defender a un periodista que es cuestionado incluso por sus pares?
La respuesta no me fue difícil de conseguir, me la aportó un
conocido colega que integra la misma entidad y que se mostró indignado por lo
sucedido. “El comunicado lo escribió Ladetto, no le consultó a nadie. Hay
varios que estamos calientes por lo que hizo, no lo suscribo ni muchos de los
colegas de FOPEA tampoco” (1).
La persona de la que habla el colega es Fabio Ladetto,
presidente de esa agrupación de periodistas. Eso me aclaró el panorama de
alguna manera, pero seguí sin entender por qué alguien se jugaría a defender a
un forajido como Sylvestre.
En medio de esas tribulaciones, otro colega de FOPEA —una
colega en este caso— me aclaró el panorama: “Ladetto es un soldado del
kirchnerismo, labura para diario La
Gaceta de Tucumán, del corrupto José Alperovich”.
La revelación me aclaró las cosas, aunque en un principio me
costó creer que esto fuera cierto. Una simple búsqueda a través de Google
refrendó el dato: ciertamente Ladetto era un esbirro del mandatario tucumano.
Basta buscar las notas de archivo firmadas por Ladetto para
descubrir la obsecuencia que este profesa hacia el gobernador de Tucumán, a
quien suele reconocerle “grandes logros sociales”. ¿Y la corrupción? ¿Y los
aprietes a la prensa de esa provincia? De eso no habla el presidente de FOPEA.
Su alineamiento con el kirchnerismo, al igual que su falta de conocimiento de
lo que es el periodismo, quedó manifestado en una errática entrevista que le
fuera realizada por Radio Miami el pasado 14 de agosto.
Cuando descubrí esto, la paradoja se volvió casi una
obviedad: ¿Cómo pretender que FOPEA no tomara partido a favor del kirchnerista
Sylvestre? ¿Cómo esperar que los mismos tipos que nunca me dieron bolilla por
las amenazas recibidas se comportaran ahora correctamente? ¿Cómo soñar siquiera
con que me llamaran por teléfono para interiorizarse sobre lo ocurrido?
Calmando mis nervios, solo temporalmente, invité a la gente
de FOPEA a terciar en un debate entre Sylvestre y yo. Donde cada uno mostrara
pruebas de sus dichos sobre el otro. Jamás respondieron. Me sorprendí, ya que
la gran velocidad con la que publicaron su falaz comunicado no pareció
corresponderse con semejante silencio ante algo tan sencillo.
Al instante que me sorprendí por ese mutismo, descubrí otra
ironía: en su página web, FOPEA asegura que busca “mejorar la calidad del
periodismo a través de la capacitación profesional, elevación de los estándares
éticos y la defensa de la libertad de expresión”.
¿No ataca la libertad de expresión FOPEA al cuestionar una
nota que claramente intenta defenderse de una grave injuria? ¿Por qué la
entidad critica a TDP pero calla frente a la calumnia anterior de Sylvestre?
Más aún: ¿Por qué esa agrupación ignora permanentemente el reclamo de los
pequeños medios?
Este tipo de interrogantes explica por qué la agrupación
calla ante mi pedido de debate, al igual que hizo anteriormente el periodista
Sylvestre. Yo no tengo nada, pero nada que ocultar, ¿ellos sí?
Mi abuela lo explicaba con asombrosa facilidad: “El que
calla, otorga”.
(*) Director
Ejecutivo de TDP
Twitter: @cesanz1
(1) Hago una
distinción respecto de la mayoría de los colegas de FOPEA, quienes no solo no
comparten lo publicado, sino que se han solidarizado con este sitio. “Ladetto
no es FOPEA y FOPEA no es Ladetto”, me dijo uno de ellos.
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