viernes, 3 de agosto de 2012

Sileoni, o los crujidos de la democracia


Por Martín Risso Patrón
“...La toma de los colegios por parte de los alumnos [para hacerse con la administración de un bar]  es un triunfo de la democracia...”;
 
 
“...Algunos docentes, aunque ganaran 10 mil pesos seguirían con prácticas antiguas de protesta... Moderen las demandas...”. 
 “...La mayoría de los jóvenes son optimistas...”. 
                      Licenciado en Historia Alberto Sileoni, ministro de Educación de la República.

Si soy así, qué voy a hacer...

La sola mención de los dichos del ministro educativo, relevan de la necesidad de cualquier comentario. Pero, como me tilda Doña Clota, colgándome la gallina de opinólogo vocacional con que me “distingue”, estoy destinado, vea, a repetirme, y a cultivar la contumacia de querer hacer escuchar las campanas de palo. Además, me aprovecho del flanco que me ofrece el licenciado Sileoni, porque está a punto de caramelo, para culminación de mi análisis.

Así que mal que le pese a la Vieja, dedico las siguientes líneas a reflexionar sobre algunas cosas de la Democracia, entre ellas, la Educación, y ahí, al lado nomás, la patoteada que está sufriendo nuestra Constitución nacional.

De la solidez republicana

El estado sólido [RAE - 3. adj. Asentado, establecido con razones fundamentales y verdaderas] para que nos entendamos, hablantes de la madre Lengua castellana, identifica no sólo a los cuerpos físicos, entre otros modos de ser, sino también a cualquier estructura, incluyendo a las sociedades particulares, siempre que cumplan, claro está, con aquellas “razones fundamentales y verdaderas”. De modo que no es tan atrevido o apresurado afirmar que un Estado, políticamente hablando, si encuentra en la Democracia la razón fundamental y verdadera para su existencia, es sólido, no sólo por su estado, sino porque es un Estado democrático. Y si es republicano, mejor. La Democracia, a su vez, se construye sólida en la República, siempre que ésta sea una razón fundamental y verdadera para sostenerla. Esto último responde a los principios de cohesión, coherencia y congruencia.

Siendo una de las formas institucionalmente más racionales, la República, con su representatividad, su división de poderes, su simplicidad de principios, es sinónimo de solidez social. La cuestión es ponderar un criterio para poder determinar cuánto de sólida es una República concreta, porque, como diría Popper, nada está dicho definitivamente; todo es susceptible de revisión. Entonces debo suponer que una República, en su concreción histórica, si bien constituye un principio precursor de la Democracia, y a la vez fin y desiderátum, es posible que no responda al principio de solidez planteado como supuesto. En otros términos: La solidez republicana podrá ser fuerte, o, al no contar con elementos óptimamente cohesionados, débil.

En nuestro caso, veamos cuánto de solidez tiene nuestra forma política histórica, a la que nominamos en nuestra Carta convencional, desde 1853 hasta el presente, como República representativa, republicana y federal, y por lo tanto, cuán sólida la Democracia, su fundamento y verdad.

El Estado y el Gobierno

Para empezar, sostengo que hay una tremenda confusión cuando se dice que la presidente de la República Argentina es jefa de Estado; sostengo que ella es jefa de Gobierno. Como el Estado argentino es republicano, con división de poderes públicos, en la que al Ejecutivo le toca administrar la hacienda pública, los modos de convivir, y tal, al funcionario elegido por las urnas como Presidente, le toca gobernar, o sea, dirigir al país, en el área de su competencia. Si fuera jefe de Estado, simbólicamente detentaría la majestad de los reyes; cosa imposible para una república. Así, en España, el rey, es Jefe de Estado, mientras el presidente es el jefe de Gobierno, lo mismo que la monarca de Inglaterra es jefa del Estado de la Gran Bretaña, teniendo varios jefes de Gobierno, según sea la Nación que le toque gobernar a cada uno: Primer Ministro, en Inglaterra, con injerencia en Gales [que tiene su Ministro principal] y Escocia. En ambos ejemplos, se trata de monarquías parlamentarias. Ellano es jefa de ningún Estado; es jefa de Gobierno, y a eso tiene que dedicarse. Punto para este punto.

La vergüenza de la Educación

Sileoni no hace más que desenmascarar la caradurez de este gobierno nacional. Tiene a su cargo la más vapuleada de las áreas de la administración, y sus dichos no hacen más que confirmar el gélido desierto en que se ha convertido la sociedad argentina. Veamos: Desde la seguridad pública, muchos opinólogos [entre los que no me cuento], caen siempre en la simpleza de adjudicar a la Educación la responsabilidad por lo que sucede; con más educación, menos violencia... mejor educación para las fuerzas de seguridad... la delincuencia se nutre de los desertores del sistema educativo... tanta deserción escolar lleva al delito... ¡obviedades que no hacen más que ignorar el verdadero origen del problema, definiéndolo por sus resultados! Mientras, los que debieran trabajar por la Educación, que son usted, ministro, y sus punteros, hacen y deshacen todo lo posible para convertirnos en un Pueblo sometido a sus propios intereses políticos.

La verdadera gravedad de que uno de cada cuatro alumnos en el país no egrese del secundario [cantidad que parece mínima pero es escandalosa a escala nacional], está en el sistema educativo, que no es capaz de retenerlo; y aquí va la primera devolución a usted, Lic. Sileoni, su exabrupto acerca de que la toma de un Colegio es un triunfo de la Democracia, constituye el primer empujón para que aquellos de los que se sabe que son personas sanas moral y éticamente, tiren por la borda su propia voluntad de estudiar, agredan a sus Profesores, y al mismo sistema que usted tiene el deber, por su cargo, de hacer respetar, perdiendo su moral y su ética, por supuesto. No sea demagogo. Usted sospecha que son buenos, y por eso decide hacerlos pelota.

Otra cosa, Sileoni: Esos jóvenes no son optimistas, como usted afirma de la manera más liviana desde su investidura. Con cada acto violento que protagonizan en  su Colegio, no hacen más que cargar su mochila de odios, desazón y motivos para perder sus objetivos. ¿No es usted capaz de cruzar datos estadísticos? ¿Aquellos por ejemplo que nos dicen de la tasa creciente de suicidios adolescentes, con los que nos informan de la pérdida de objetivos de estudio [las “tasas de fracaso escolar”]? y le digo algo muy simple, no se trata nada más que de estudiar con libros y cuadernos con un lápiz, una regla y un compás y eso sí, mediante un buen diálogo con sus docentes... Eso no es optimismo, ministro... La vergüenza es, precisamente que usted lo diga muy suelto de cuerpo.

Ya que estoy metido con los jóvenes, le recuerdo que su gobierno propone el voto desde los 16 años de edad. ¿Conoce usted por ventura que la desazón de la mayoría nuestros jóvenes llega a límites intolerables, tanto que ni siquiera compran sus demagógicas expresiones para congraciarse con ellos, y si lo hacen sólo es para impulsarse más al vacío existencial que usted les propone? Pero ministro, lo sé... ¡son dos millones más de votos para su buche! ¿no? Si quieren votantes, primero desactiven en los Colegios toda conducta antidemocrática como son las de destruir, ensuciar, putear a los profesores y trabajadores... y estimulen el conocimiento de lo que es la vida republicana, el respeto social, el buen hablar y el buen escribir... ¡las ganas de trabajar!

Además, dado que mencioné el trabajo, déjese de jorobar a los docentes cuando protestan ejerciendo su legítimo derecho a la huelga diciéndoles que moderen sus protestas, que son formas antiguas de expresarse... ¿Qué quiere usted? Creo que en su propio proyecto antidemocrático no existe otra respuesta que la de honrar la memoria de Gramsci: Destruir todo lo destructible. La Educación, principalmente.

Ya sé, lo sé muy bien: Netbooks para todos y todas... Pero, ¿sabe que ya se ha creado el negocio de desactivación de claves de protección de software para que esos aparatitos sirvan para cualquier cosa, menos para estudiar como Dios manda?

La República cruje

Dijo Hugo Biolcati que la Constitución nacional cayó en desuso. Tamaña definición me produjo espanto, no porque la expresara el ruralista, sino porque es verdad. La República tiene hecho pedazos su escudo de defensa, en manos de esta administración ejecutiva, mandataria nuestra, empleada del Pueblo, principalmente su área. En fin.

Así como Sileoni, cada cual de los miembros del gabinete de ministros nacionales, dicen y hacen las mismas atrocidades. Basta recordar los dichos de Kicillof, de Aníbal cuando era ministro, de Moreno... De la misma Ella que quiere satirizar la tragedia de este helado desierto... Esas atrocidades constituyen, precisamente la grieta abierta en el costado de la República. La República tiene su solidez en riesgo.

¿Se puede aguantar ahora que violadores, asesinos de mujeres, ladrones de toda estofa, estén en los actos políticos del oficialismo haciendo de punteros camporistas? Una bofetada al Pueblo.

Cruje la República, y con ella la Democracia. Lo peor, es que la están socavando a sabiendas. Ni intentaré buscar una explicación, pues quedan expuestos en sus dichos y en sus hechos quienes la están volcando. Saben que lo que hoy es sólo un rumor facebuquero preanuncia grandes expresiones populares, no del tipo cacerolazos o piqueterazos varios, sino la silente bronca del no va más... del se acabó. Parece que quieren llevarnos de prepo al extremismo golpista, y clamo desde aquí que no compremos eso.

Como telón de fondo de tanta anarcocholulería, lo grave es que, desguazada la Constitución, ya están montando ese engendro estalinista-castrista de la carta que sustente una asamblea nacional [ergo, su propio partido, que no es el Peronista, sentado en las bancas legislativas], el Unicato por lo tanto, y la conculcación de los derechos consagrados en el artículo 14b de nuestra Carta actual, y de toda garantía republicana [leer los dichos de D’Elía al respecto].

Mientras, abonan el terreno, justificando que tanta violencia, inseguridad y delincuencia suelta, se deben sólo a una sensación, e impulsan al ser violento que duerme en la naturaleza humana, aniquilando lo único que es capaz de mantenerlo sometido, que es el conjunto de valores como el trabajo, la Educación, la Justicia como práctica social y el respeto por sí mismo de cada uno de los integrantes de esta sociedad que, por hoy, comienza a cruzar el gélido desierto que es umbral de la gris monotonía de la Dictadura. 

© MRP

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