Por Alfredo Leuco |
El intendente de La Matanza , Fernando
Espinoza, tuvo que voltear un acto que tenía programado con Facundo Moyano y
utilizar un megáfono para decir que está a favor de la reelección. Julio
Pereyra, el intendente de Florencio Varela, fue más feroz: “Cristina dejará de
ser nuestra líder cuando el pueblo lo decida, y no cuando la Constitución lo
determine”. Guillermo Moreno también endiosó a la Presidenta : “De la
decisión que tome depende el destino de la patria”.
José Luis Gioja, el gobernador de San Juan, eufórico hasta
la incontinencia oral, fue el abanderado: “Algunos pavos repiten que la reforma
de la Constitución
es porque se quieren quedar para siempre. La van de inocentes, la van de
puritanos y dicen que hay gente que se quiere perpetuar. La reforma no elige
presidente. Lo elige el pueblo, votando en elecciones libres. Si la gente no
nos vota, nos da una patada en el orto, ya está, se acabó”. La ortodoxia de
Gioja va en línea con su coherencia histórica. El mismo desde el poder forzó
las condiciones para ser reelecto en forma indefinida y es un reeleccionista de
la primera hora. Apoyó a Carlos Menem en aquella aventura de la re re. Al igual
que Miguel Angel Pichetto. Ambos mantienen sus obsesiones verticalistas. Con
Menem y con Cristina. “Se igual”, diría Minguito.
Pero es improbable que la propaganda oficial argumente en
ese sentido. Porque Cristina presume de ser la contracara ideológica del
riojano. La postura del matrimonio Kirchner en este tema fue y vino según el
interés personal y no el de la patria ni del movimiento. No respetaron los
códigos republicanos, y fueron muy poco prolijos a la hora de cambiar la Constitución de Santa
Cruz y permitir la instalación de la cultura feudal, con la posibilidad de ser
reelectos por los siglos de los siglos. Néstor lo hizo, y Gioja también.
En el ámbito nacional, sin embargo, los Kirchner combatieron
el intento menemista. Se aliaron con el matrimonio Duhalde y lograron derrotar
esa posibilidad. Reuniones de Duhalde en el departamento de Barrio Norte con
Néstor y sociedades de discurso de Chiche y Cristina que hoy parecen insólitas.
Formaron un sub-bloque federal para boicotear un congreso nacional del Partido
Justicialista en julio de 1998.
Las crónicas de la época son una maravillosa muestra del
pragmatismo como etapa superior del peronismo. Describen que Menem solamente
logró juntar a 415 de los 788 congresales, y que muchos de los presentes ni
siquiera lo eran. Se refiere al “senador Mario ‘Pacho’ O’Donnell y al diputado
Daniel Scioli”. Hoy estamos, mañana ¿quién sabe? El colmo fue que los
telegramas para reclamar la reelección de Menem fueron enviados por Juan Carlos
Mazzón, operador de todos los peronismos, y la protesta desde lo legal fue
preparada por el apoderado del PJ de Buenos Aires, Jorge Landau. Hoy ambos
trabajan en la escudería “Cristina 2015” .
Perlita de archivo: “Yo me siento proscripto. Hay una
prohibición legal para ser reelecto, prohibición que está nada menos que en la Constitución Nacional ”
(Carlos Menem, 15 de enero de 1998, programa A dos voces, de TN). Cualquier
semejanza con la actualidad es pura coincidencia.
Aquel discurso más vulgar que académico de Gioja fue de la
mano del nuevo coloquialismo lunfardo y chacotón de la Presidenta. ¿O no dijo
que “esto es para la gilada que escribe” en el acto con Joseph Stiglitz?
Respecto de la alteración de estadísticas norteamericanas planteó que “había
que truchar y trucharon, hermano. Yo hubiera tomado la misma decisión”. Nadie
duda de eso. Lo demuestran la casi nula preocupación por acatar los fallos de la Corte Suprema y un
hiperpresidencialismo muy parecido a un unicato que apuesta al capitalismo de
amigos que todavía sostiene el estado de emergencia con superpoderes, pese a
que es la Presidenta
más poderosa desde 1983.
¿Desde qué lugar, entonces, el Gobierno puede justificar el
intento de habilitar a Cristina para un nuevo período? El oficialismo se ve a
sí mismo como la encarnación de la patria. Por eso embiste contra los
adversarios y los ubica en el lugar del enemigo, de la antipatria destituyente.
Lo dijo Guillermo Moreno con todas las letras en Banfield. Con semejante
definición, no les cuesta nada autoconvencerse de que está bien empujar la
reelección de Cristina y que estaba mal hacer lo mismo con Carlos Menem. Y por
eso no tienen ningún empacho en fabricar un traje a medida de Cristina mientras
ocupa el sillón de Rivadavia.
A esta altura, los obstáculos que Cristina debe superar
tienen que ver con el resultado de la batalla final contra el Grupo Clarín, que
tendrá fuertes novedades en estos días, y el resultado de las elecciones de
medio tiempo, en 2013, en las que el oficialismo deberá superar el 40% de los
votos para aspirar a los dos tercios que necesita en el Congreso para declarar
la necesidad de la reforma. Hay que puntualizar que el viento de cola de la
sojacracia continuará firme, que Brasil comienza a recuperarse y que se viene
un año con menos vencimientos externos, que fomentará la irresponsable
ametralladora de imprimir billetes. Continuará el operativo para destruir
posibles competidores (Scioli, Macri, De la Sota y siguen las firmas), y la gran duda es cuál
será el rol que jugará Sergio Massa, que con su altísima imagen positiva
produjo el milagro de que Edgardo Depetri, Gabriel Mariotto, Julio de Vido y
hasta la propia Cristina lo hayan elogiado, olvidando aquellas palabras
terribles que dijo en la embajada de los Estados Unidos sobre el matrimonio K.
El último obstáculo es familiar: la presunta oposición de
sus hijos, que reclaman más tiempo de su madre y menos de su Presidenta.
Aquel discurso de Gioja recargado no tuvo desperdicio. Al
final dijo que “cuando hay que poner las bolas y los ovarios arriba de la mesa
estamos los peronistas”, cosa que tal vez no tuvo en cuenta ni a López Rega ni
a Firmenich. Y dejó para el cierre la frutilla tragicómica del postre: “Ser
peronista tiene que ver con la lealtad”. En su caso, la practicó con todos y
apoyó con el mismo furor las privatizaciones y el neoliberalismo como las
relaciones carnales con Hugo Chávez y la estatización de YPF. Cristina ya
ordenó que todos vayan haciéndose los rulos.
© Perfil
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