Por Gabriela Pousa |
El
primer paso se logró con mayor facilidad de lo pensado. Este fin de semana los
principales medios del país corroboraron el dato: la campaña por la permanencia
de Cristina se lanzó sin pausa. El ritmo, en definitiva, lo determinará el
clima social. A veces, el camino de la paz es un tránsito a lo largo del cementerio.
Los
últimos acontecimientos que signaron el escenario político, demostraron que
este era el momento, aún cuando un sector importante de la sociedad avale la
hipótesis de que tres años, en Argentina, es una eternidad. Ahora cuidado,
dormirse en la placidez de un calendario siempre arbitrario puede acarrear
costos elevados. No seria la primera vez que el factor sorpresa nos despierta
de un cachetazo.
Aunque
desagrade reconocerlo, nuevamente, es el gobierno quién dispone el cuándo.
Si acaso habrá liderazgos opositores capaces de demarcar el cómo, y establecer
los “pero” es lo que habrá que desentrañar de acá en adelante.
La
campaña política para instalar la posibilidad – inexistente hasta la fecha-, de
ver a la Presidente
erigida candidata por vez tercera, comenzó a ejecutarse. A diferencia de tantas
ocasiones, en que el kirchnerismo se valió de improvisaciones, esta vez hay
plan y alternativas para ir avanzando.
No
es difícil prever cuales serán las voces que se alzarán en contra. Para cada
una de ellas hay, sin embargo, una respuesta. Desde
las carpetas de la SIDE
hasta las inspecciones de la AFIP ,
pasando por el “escrache” a través de la cadena nacional, hay una amplia gama
de posibilidades para silenciarlas. El país está en manos de un rasgo
esquivo: el patriotismo. O para no ser exagerados, la valentía que impulse la
ambición de alguno de los aparentes candidatos.
Hay
que evitar, en lo sucesivo, el síndrome del “reutemismo”. Es decir, la presencia del
indeciso aspirante al cargo, que termine decepcionando y consecuentemente,
liberando la cancha para que el gobierno, con un tiro libre, ejecute el último
vestigio de un régimen que se supone democrático.
No
es tiempo de susceptibilidades, o se juega en equipo o se pierde antes de que
suene el silbato.
Mientras
tanto, el oficialismo evaluará los tantos con una campaña estilo “zapping”. No
se profundizará ningún tema, se irán salpicando ideas. Mejor dicho, se
instalarán los deseos ajenos como propios. No faltarán las encuestas y sondeos
-pagados por todos y todas-, que sumen voluntades a la causa. Si los índices
del INDEC se adulteraron durante tantos años, ¿por qué no se han de inventar
los porcentajes positivos a la imagen de la jefe de Estado?
De
acá en adelante, todo puede ser presentado como válido. En definitiva, los
kirchneristas salen al mercado, como siempre, disfrazando la fruta con las
escamas del pescado. Entre tanto, tienen en sus manos el juicio por espionaje a
Mauricio Macri, y el cierre de año con otro capítulo del aguinaldo, en la
provincia de Buenos Aires.
El
resto se irá estableciendo según se produzcan las novedades. “Juan Manuel
De la Sota , por
ahora, es un mero as de bastos”, consideran los baluartes del “armado”. Se
verá si tienen o no razón, para otra demostración de un federalismo acabado.
La
definición se reparte, equitativamente, entre los hinchas y el contrincante. No es un juego para cobardes
y, sin embargo, la
audacia no parece ser un gesto distintivo de la dirigencia y el pueblo
argentino.
Esperar
respeto por las reglas del juego es ingenuo. Puede
haber planificación, pero no hay novedades en cuanto al método. Lo
cierto es que el timbre ha sonado. Lo que no se ha gestionado hasta hoy,
seguirá en el mismo plano. No debería haber margen para el asombro que deje a la Argentina sin chance.
Se
conocen los artilugios distractivos, Detenerse en alguno de los tantos
escándalos que ha habido y habrá, para que la atención no se centre en lo
específico, puede inclinar peligrosamente al abismo. Hay que acusar recibo y
dejar en claro, desde el vamos, para quién se esta jugando. Por mínimo que sea
el margen, si se les da aire, avasallarán sin códigos y sin prejuicios; lo hicieron
antes.
Saben
donde van. También lo sabemos. Para frenarlos urge que las partes confeccionen
un todo en el tablero. Después…,
después es tarde. “Un hoy vale por dos mañanas“,
decía Benjamín Franklin.
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