Por Leonardo Haberkorn |
El estadio estaba lleno, gente de todas las edades, amantes
de la música y fanáticos del canto popular, estudiantes, militantes, mucha
gente del Frente Amplio y también de los partidos tradicionales. Hoy a los
jóvenes les cuesta imaginarlo, pero en aquellos años blancos y colorados tenían
cada uno su ala de izquierda y una militancia fuerte.
Víctor Hugo Morales, que había organizado el espectáculo,
subió al escenario para presentar a Mercedes Sosa. No recuerdo qué dijo o qué
quiso decir. Lo que no puedo olvidar fue la prolongada y ruidosa rechifla que
recibió de parte de aquel público militante. No fue un abucheo común y
corriente. Fue una silbatina unánime y rotunda que bajó desde todas las tribunas
al mismo tiempo. Había 50.000 personas esa noche en el Centenario.
¿Por qué aquel público rabiosamente democrático, con un alto
porcentaje de gente de izquierda, silbó de ese modo al relator que ya entonces
había empezado a proclamarse izquierdista?
La respuesta exacta hoy es imposible de dar. Pero lo que es
seguro es que todos quienes estaban en el Centenario aquella noche de 1985
recordaban bien la carrera uruguaya de Víctor Hugo, su historia reciente antes
de emigrar a Argentina, su modo ejercer el periodismo, su cobertura de
Argentina 78, sus dichos en El Intruso, los favores que había recibido de parte
de la dictadura militar y la alcahuetería con la que los había agradecido. Los
que leyeron Relato Oculto saben con lujo de detalles a qué me refiero.
Hace unos días, una fuente le alcanzó a Luciano Álvarez la
fotocopia de una entrevista que le realizó a Víctor Hugo Morales en 1987 el
semanario uruguayo La Razón ,
una desaparecida publicación del Movimiento Nacional de Rocha. En ella el
periodista Danilo Iglesias le pregunta al relator por las razones de aquella
silbatina.
Las respuestas de Morales desnudan al mismo personaje de
siempre, el retrato nunca deja de coincidir.
El estadio entero lo abuchea. ¿Habrá hecho algo malo? No,
jamás. Víctor Hugo Morales nunca tiene nada que reprocharse a sí mismo. Es el
público uruguayo el equivocado, responde. Pero, ¿por qué lo silban de ese modo?
Arriesga dos respuestas. Porque lo asocian con Argentina, dice. Pero, cómo,
¿acaso esa multitud no está allí reunida para vivar y celebrar a un símbolo
inmenso de la Argentina ?
Víctor Hugo no se lo pregunta. El relator arriesga también otra explicación. Lo
silban por envidia, por culpa de su éxito. ¿Y por qué el éxito de la Negra solo genera
admiración? Tampoco se lo pregunta.
¿No lo estarán asociando a la dictadura? -lo interroga el
periodista.
Víctor Hugo monta en cólera y arremete con furia ciega, como
siempre cuando detecta algo o alguien que osa mancillar su propio inmaculado
relato vital. Su respuesta no tiene desperdicio. Él, que como descubre Relato
Oculto iba a divertirse a lo grande a un cuartel donde había gente presa, él
acusa a toda esa gente que llena el Centenario de haber sido cómplice de la
dictadura, de ser "culpable" de su ominosa duración. Hay que leerlo
para creerlo.
Vale la pena repasar aquella entrevista publicada el 15 de
mayo de 1987:
-¿Como le fue?
-Me fue muy bien, gané mucho dinero. Además creo que hicimos
una buena cosa. […] Yo lo hice como una ilusión, pensé: ¿Qué puedo llevar al
Uruguay, que cosa grandiosa? Como una forma de decir: les traigo esto como una
especie de regalo. Inclusive las entradas fueron muy baratas, mi propósito era
que sucediera lo que sucedió: que fueran 50.000 personas. […]
-Contrariamente a tus
buenas intenciones, el público uruguayo tuvo un mal recibimiento hacia vos.
¿Qué sentiste?
-Un gran dolor y una
gran incertidumbre acerca del porque de ese trato. Confusiones políticas sobre
mi persona no las ha habido.
La explicación que me
doy es que he sido muy argentinista en mis apreciaciones, muy porteñista, Y sé
que en Uruguay cuesta mucho asimilar –por una cuestión de complejo casi
provinciano—al vecino grande.
No sé si fue por eso
que me recibieron mal. Otra posibilidad es porque me va bien, por un
resentimiento raro o porque no les gustan ciertas actitudes mías. Creo que
públicamente me muestro todavía más cauteloso de lo que soy, no me llevo el
mundo por delante.
Es muy doloroso y es
una cosa que me provocó un grave divorcio con el Uruguay. Desde entonces he ido
una tarde para visitar a mi abuela, lo más que me he quedado es una noche. No
tengo interés porque me miro con la gente y la sensación es de que, vaya a
saber si este que está ahí es uno de los que estaba ese día en el estadio,
silbándome sin que yo supiera por qué.
Era una manera extraña
de volver; parándome en medio del estadio Centenerio y presentando a Mercedes
Sosa como final de todo el oprobio de la dictadura… No sé me parecía un festejo
muy lindo para mí y me lo hicieron mierda.
-¿Te parece que puede
tener alguna connotación política esa actitud del público? Tal vez se piense
que como vos relataste el Mundialito en el 80, que fue visto como una treta de
la dictadura para dfistraer a la población…
-Mirá, un pueblo
absolutamente pancista como el uruguayo, un pueblo que sólo peleó contra la
dictadura cuando le faltó seriamente el alimento, un pueblo que se permitió
vivir todas las humillaciones y que ahora en general permite que tengamos una
salida tan poco digna, en ningún momento, ninguno de esos que estaba sentado ahí
me puede juzgar.
Yo estuve en lo más
alto de la consideración pública en cuanto a notoriedad y trayectoria en el
Uruguay, dentro de lo que hacía y jamás en mi programa habló un militar, jamás
se me escuchó decir algo que sugiriese complicidad con los militares. Yo no
relaté la ceremonia previa al Mundialito porque era una ceremonia hecha por los
militares.
Que vos seas un
relator fervoroso, que veas ganar a Uruguay y que veas un estadio feliz te
contagia y digas que es un triunfo estupendo como lo fue, no creo que de lugar
a acusarme de promilitarista.
El uruguayo ha sido un
pueblo pancista, culpable sin ningún tipo de dudas de la permanencia y de la
continuidad de los militares en el gobierno. Por supuesto, estoy hablando en
general, hay gente que individualmente tiene su dignidad, pero ¿cómo pueblo?
Dignidad pueden esgrimir los chilenos que se hacen matar todos los días en la
calle, pero no el Uruguay.
Todo lo que hicieron
fue golpear cacerolas cuando el régimen se venía abajo. Los militares se
llenaron de deudas y dijeron: “Ahora no queremos más el gobierno, vengan
ustedes y ocúpenlo por diez o quince años, que cuando arreglen un poco la
economía de este desastre ya encontraremos el pretexto para acogotarlos de
nuevo y volver”.
El cinismo de Víctor Hugo sigue asombrando. Si los uruguayos
fueron "pancistas", según su criterio, ¿qué podemos decir de él? ¿Qué
podemos decir de quién aduló por escrito a Aparicio Méndez, de quien buscó el
brazo protector de la dictadura en su pelea contra la AUF , de quién iba a divertirse
a los cuarteles mientras había gente presa?
La pregunta sigue en pie: ¿por qué aquellas 50.000 personas
lo silbaron en aquella fiesta del retorno a la democracia?
Relato Oculto aporta los datos para encontrar la respuesta.
© http://leonardohaberkorn.blogspot.com.ar/
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