Por Juan Gonza |
Es
decir, que dejaría de ser una “regla de oro” que históricamente tanto ha
beneficiado a funcionarios probadamente carentes de compromiso ideológico,
social y hasta humano.
Demás
está añadir a este resumido listado a los inútiles que a la vez revistan en la
lastimosa sub categoría “política” de los obsecuentes y “aplaudidores”.
Esta
posibilidad, que muchos y con razón pueden decir que no la creerán “ni aún
viéndola” concretada en merecidos “rajes” o –si prefiere suavizarlo-
reemplazos, es la que por estos días (semanas-meses) tiene convertido en un
verdadero tembladeral al más que opaco gabinete del joven gobernador de los
salteños.
Lo
que resulta indudable, y aquí no cabe hablar de rumores, es que Juan Manuel
Urtubey está fuertemente afectado por la pérdida de rumbo de un gobierno que
por el contrario debiera estar hoy, en el inicio de su segundo mandato, más
encaminado que nunca y –por supuesto- con más logros que frustraciones como
sucede.
Jamás
Urtubey –el bello Brummel al decir ocurrente y vitriólico del talentoso Jorge
Asís- comprobó tan deteriorada su imagen tanto en su territorio como en la
región y también en el país.
No
hace falta esforzar mucho la memoria para inventariar una ya demasiada extensa
lista de las desventuras provincianas que colocaron a la provincia –y a su
gobierno naturalmente- en una permanente cartelera de desgraciados y trágicos
sucesos en los que por cierto el gobierno no puede ni siquiera sugerir que no
son también de su responsabilidad y competencia.
Y
cómo será de cierto lo dicho en cuanto a la competencia y responsabilidad del
Estado, que fue el propio gobernador el que cometió el exceso y error de
proclamar, tras el aberrante crimen de las dos turistas francesas en la Quebrada de San Lorenzo,
que “…en Salta, ésas cosas no suceden…”.
Esto,
además de dar luz verde a sus incompetentes funcionarios del área de seguridad
para que sobre el mismo caso lleguen al extremo de condecorar policías en
mérito a quién sabe qué, dado que hasta el presente ése doble asesinato aún ni
siquiera llegó a juicio. Pero eso sí, fue convertido en un papelón internacional
puesto que hasta llegó a mentírsele “que estaba todo aclarado” por boca de
Urtubey y de la mismísima presidenta Cristina de Kirchner a su par de Francia.
Por entonces Sarkozy.
Y
mejor –para el gobierno y el gobernador en su frustración desbordada de hoy- ni
hablar que también en ése hecho asomó el terrible fantasma de una denuncia por
torturas policiales que en estos días estalló desde la policía provincial y con
impacto mundial como otra vergonzante mácula sobre el nombre de Salta. Hablamos
del tristísimo video de la comisaría de General Güemes. Inconcebible para la
vida en democracia.
La
tortura, que en vano intento algunos interesados en restarle gravedad suelen
llamar “apremios”, no pudo tener en la persona de Juan Manuel Urtubey, otro
efecto que no sea el que tuvo: agobio, frustración, dolor, indignación,
repulsa, náusea…
Pero
tampoco pudo tener sobre el Urtubey gobernante, mandatario, otro efecto que el
que también, evidentemente tuvo y mantiene: el enojo incontenible,
indisimulable. El que –tal vez- lo lleve a terminar con aquella “verdad” que
soldaba a los incompetentes a sus sillones inmerecidos porque un hombre
poderoso “no puede ni debe” ceder ni a las críticas, ni a las presiones, y
mucho menos a las exigencias de sus opositores. Es una posibilidad. Ya se verá.
Las
paredes donde deliberan los cenáculos de cualquier tipo siguen demostrando que
oyen… y fundamentalmente que hablan.
Por
eso se saben las reacciones más íntimas del gobernante.
Resta
comprobar si fueron tan fuertes y sinceras como para que adopte semejante
cambio de “tradición política”… Y cambie.
Por
eso el gabinete actual de Urtubey es un tembladeral.
Y
las razones para que así sea, y para que el desprestigio caiga repetidamente
sobre Salta y su hasta aquí real promesa política nacional, siguen surgiendo a
borbotones.
Incontenibles.
Un
rápido paneo sobre la incapacidad supina en el área de (in) Seguridad donde los
nombres de Salta y su gobernador dan la vuelta al mundo con la aberrante
realidad de la tortura policial; sobre la
bochornosa política y gestión de Salud Pública que ya aterrizó en sede
judicial; sobre la Educación y sus
resultados estadísticos pavorosos; sobre las estadísticas que se ocultan para
no enojar al arbitrario gobierno nacional; sobre la obra pública que quedó en los papeles;
sobre los municipios ahogados y sólo bien tratados a la hora de cosechar los
votos; sobre la gestión empantanada por donde se la mire, etcétera, etcétera,
sirve para explicar la razón del abatimiento del gobernador.
Capítulo
aparte para las migrañas del desolado mandatario “su” Ministerio de Derechos
Humanos, que –cuentan esas paredes que tanto saben, oyen, soportan y “filtran”-
lo llevó por fin a estallar decretando que a su bella titular… “¡No la banca
más…!
Seguramente
Urtubey lo negará, por aquello de
Almafuerte, tan vital y necesario para cualquier buen ser humano: No te des por vencido ni aún vencido…
Quieran los dioses que
no pase siquiera por su mente aquel pensamiento de los césares que por cierto
inspira aún a encumbrados políticos argentinos y latinoamericanos auto
consagrados como “nacionales y populares”: “…No temáis… Tranquilos,
que vais con César y su estrella…”
… Y la barca ya casi naufragaba…
O
–si lo prefiriese Urtubey- por aquello de Perón que bien le vendría conocer a
muchos de su “equipo” de funcionarios: “…Cada
uno de nosotros debe ser un realizador, pero ha de ser también un predicador y
un agente de vigilancia y control para poder realizar la tarea y neutralizar lo
negativo que tienen los sectores que todavía no han comprendido y que tendrán
que comprender…”
Lo
cierto es que, a la luz de lo que hoy ofrece el gabinete provincial (con las
excepciones de toda regla por supuesto) resulta el conjunto de la sociedad el
que le enciende las luces de alerta a su gobernador, esperando una ya morosa
reacción que no puede ser otra que la de reconocer las fallas y terminar con
tanto compromiso por amiguismo.
Un
amiguismo que en el caso de Juan Manuel Urtubey le ha deparado abrumadores
déficits en la gestión por la simple razón que ese proceder jamás escoge los
más capaces ni a los más honestos.
Y
peor aún, no filtra a los traidores.
Dicen
que el Zonda, por esas alturas del Grand Bourg, soplará en Septiembre.
Sería
otro milagro.
Otro
milagro que rompería la “tradición” de los que sienten que así son poderosos,
de no entregar jamás ante la crítica y la exigencia, por más que tengan toda la
razón, una cabeza en bandeja.
Aunque
sea… evidentemente hueca. Vacía de Compromiso.
Que
por cierto la hay…
Las
hay.
© Semanario Nueva
Propuesta
0 comments :
Publicar un comentario