viernes, 24 de agosto de 2012

Dos sicarios y los Salieris de Víctor Hugo

Por Leonardo Haberkorn
Vamos a suponer que todos los ataques, insultos e infamias son ciertos. Supongamos que Luciano Alvarez y yo no tenemos una trayectoria detrás. Que no nos conoce nadie. Supongamos que nos alquiló Clarín, como dijo Víctor Hugo. Que, como dijo Hebe de Bonafini, somos "pseudoperiodistas" y "periodistas del amarillismo". Que somos "legionarios talibanes" como dijo Susana Rinaldi. Supongamos que Uruguay es un país muy pero muy grande. Inmenso. Que nadie conoce nuestra forma de vida, ni el modo en que nos ganamos el pan desde hace décadas.

Supongamos que somos malos tipos, arribistas, oportunistas. Supongamos que, como escribió la decana de la facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata, Alvarez y yo somos dos sujetos que pretendemos imponer nuestra "visión del mundo" mientras "abiertamente" renegamos "de los cambios culturales por los cuales el país viene luchando en los últimos años".

Supongamos que, como dijeron Estela de Carlotto y Jaime Roos, el libro que nosotros escribimos y ellos no leyeron, Relato Oculto, es parte de una "operación mediática". Supongamos que tiene razón Beto Casella, y es posible admitir que uno no leyó un libro y al mismo tiempo calificarlo de "libro miserable". Supongamos que Luis Bruschtein tuvo el mínimo rigor de leer el libro antes de escribir en Página 12 que todo es un "pequeño chisme" carente de interés periodístico. Supongamos que es legítimo hacer lo que hace Rodolfo Braceli: plantear todo el asunto como una pelea entre Víctor Hugo y Lanata, ignorando por completo el libro.

Lo que cuenta Relato Oculto, ¿es verdadero o falso? Esa debería ser la cuestión a discutir

Supongamos que toda esta buena gente opina con conocimiento de causa, que conocen de la historia reciente uruguaya, que se informaron, que leyeron a quienes intentan destruir. Supongamos que ninguno de ellos tiene lazos de amistad o intereses comerciales o artísticos o políticos que los condicionan en sus opiniones. Supongamos que todos ellos son gente seria y que todos sus falsos enunciados anteriores son verdaderos.

Supongamos que sí. Que somos lo peor. Sicarios. Malos, feos y sucios.

Lo que cuenta Relato Oculto, ¿es verdadero o falso? Esa debería ser la cuestión a discutir. ¿No? ¿O será que se discute todo lo anterior para evitar discutir el contenido del libro?

¿Los artículos que reproducimos en forma textual en los cuales Víctor Hugo Morales adula, agradece y elogia a la dictadura uruguaya, al dictador Aparicio Méndez y a otros de sus personeros, son verdaderos o falsos? ¿Los inventamos? ¿Los transcribimos erróneamente? ¿O son verdad?

¿Los artículos en los cuales Víctor Hugo Morales elogia a la Junta Militar que encabezaba Videla...¿son fruto de nuestra pérfida imaginación? ¿Son acaso una calumnia? ¿O son ciertos?

¿Es verdad que Víctor Hugo escribió que los jugadores argentinos campeones del 78 eran como soldados porque habían traído "la paz y la esperanza"? ¿Es exactamente así o lo inventamos nosotros?

¿Miente Manuel Martínez Carril, alma mater de la Cinemateca Uruguaya (¿a ese tampoco lo conocen? ¿El también es de derecha y alquilado por Clarín? ) cuando cuenta cómo Víctor Hugo Morales miente en su autobiografía al adjudicarse un cargo periodístico que nunca tuvo? ¿Miente el cantante de tangos Aníbal Oberlín cuando cuenta que durante años Víctor Hugo Morales iba todos los fines de semana a un cuartel del Ejército uruguayo, donde había presos de la dictadura, a cantar, a jugar paleta, al fútbol y al billar? ¿La grabación donde Víctor Hugo es presentado como "un conspicuo amigo de todos los integrantes del batallón Florida" es falsa? ¿Está adulterada? ¿Tienen alguna prueba en ese sentido?

¿Es cierto o es falso que Víctor Hugo Morales juró por lo más querido de su vida que nunca tuvo agendando el teléfono de un militar? ¿Entonces es falsa la grabación en la cual se escucha a Víctor Hugo agradecerle al entonces mayor Grosso por estar siempre al otro lado del teléfono? ¿Miente también entonces el ex comandante del Ejército durante los gobiernos del Frente Amplio, el general Jorge Rosales, cuando cuenta que durante años se hablaban por teléfono para salir de noche todos juntos, Víctor Hugo y la barra del Batallón Florida? ¿Miente Rosales? ¿Mienten las diez personas que con nombre y apellido apoyan esa versión de la historia? ¿No será que el mentiroso es Víctor Hugo?

Nadie los obliga a leer un libro miserable, un chisme carente de interés periodístico. Pero si quieren debatir con ese libro, entonces sí deberían leerlo y discutir con hechos y con altura

¿Son falsos los testimonios, personales y documentales, que muestran que Víctor Hugo no fue preso por oponerse a la dictadura sino por partirle la nariz a una persona común y corriente en un partido amistoso de fútbol? ¿No es cierto que Morales tiene una larga trayectoria de violencia y peleas, según él mismo confesó?

La grabación en la cual Víctor Hugo Morales le pide al comandante del batallón Florida que cuide la canchita de fútbol donde "tantas veces, tantas mañanas, nos entreveramos en picados inolvidables", ¿es falsa? ¿No es Víctor Hugo el que habla? ¿Es un documento adulterado? Si es así, deberían denunciarlo y presentar las pruebas al respecto. Pero si es verdadera, ustedes, que son periodistas, académicos, actores sociales y figuras públicas, deberían dejar de repetir la mentira de los "dos picaditos de fútbol".

Ustedes vieron a Lanata y creen que el gran tema de Relato Oculto es la dictadura. No es así. El gran tema de Relato Oculto es la honestidad. Son los hechos, que en periodismo todavía existen. La verdad y la mentira.

Nadie los obliga a leer un libro miserable, un chisme carente de interés periodístico. Pero si quieren debatir con ese libro, entonces sí deberían leerlo y discutir con hechos y con altura.

Deberían dejar de insultar y de utilizar una y otra vez descalificaciones ad hominem.

Se sabe que los malos, feos y sucios también pueden decir la verdad.

Y que los buenos, lindos y limpios también mienten.

Ya tenemos un caso comprobado. Sería una pena tener que seguir agrandando la lista.

© La Nación

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