Por Gabriela Pousa |
Hay
voces de alerta. Ya nada
será como antes. Así como le sucedió a Menem, y a otros tantos mandatarios, al
oficialismo se le acaba la fiesta. Claro
está, que el invitado a
ese evento era el pueblo. Desde luego que se trataba de una de esas
“invitaciones” modernas, donde cada uno paga lo suyo, pero la división del
presupuesto quedó en manos de ineptos. De
ese modo, el “pagar lo de uno“, se ha
convertido en un “pagar lo de muchos”, es
decir, lo de todos aquellos que llegaron al festejo poniendo cara de “uy,
no sabía nada“, y argumentando que, lamentablemente, no
concurrieron con dinero. Por
la inseguridad, ¿sabe? Sí, sabemos eso y también el resto…
Si
en algún lugar abundan los piolas es en la Argentina. Un culto al “me las sé todas” y al“hecha la ley, hecha la
trampa”. Después nos
quejamos por supuesto. Ejemplos
abundan: frente a los radares que miden la velocidad, el argentino
siempre tiene un mail que le pasaron, advirtiendo dónde estos se hallan
ubicados, o en el mejor de los casos, algún dispositivo capaz de avisarle que
se aproxima a la zona donde lo están filmando. Algo similar sucede con la alcoholemia, abundan
los medidores “truchos”, y la fórmula de algún brebaje capaz de neutralizar la
resaca en sangre. Pero esto no es nuevo, podríamos
escribir una enciclopedia con un sinfín de inventos.
Sin
embargo, el problema ya
no es sólo del invitado, también roza ahora, a quien organizó tamaña ceremonia:
festival de cuotas para todos y todas, consumo indiscriminado muy por encima de
los ingresos, y de repente, se apaga la luz, se corre el telón y se termina el
cuento. ¿Qué hacemos? La respuesta también es una vieja receta: “la
culpa no es nuestra”.Así es como hoy, Europa “se
nos cae encima“, y “la crisis mundial provocada por organismos
internacionales de crédito“, no nos toca gracias al modelo, pero…
(siempre, hay un “pero”), si
es necesario porque aquí se hicieron mal las cosas, bienvenida sea la crisis
ajena a formar parte del reino de la ultrajada “inocencia”. Poncio Pilatos no nos llega ni
a la suela del zapato.Cristina Fernández parece haber hecho un master
en lavarse las manos.
Cadena
Nacional perpetua
Ante
la evidencia, hay que apelar a la reiteración sistemática de la
mentira. Aquel “estamos ganando” de los 80′, hoy se
traduce en “estamos maravillosamente bien gracias a Él y a Ella“.
Claro que el hambriento,
cuando la comida no le llega, sólo puede escuchar el ruido de su estómago, no
el monólogo de una Presidenta. Estos son “detalles”
que la jefe de Estado no ha tenido en cuenta.
En
su Argentina, es decir, en la versión oficialista para que se entienda, la
cadena nacional es la redención, el arma capaz de multiplicar los panes. El
conflicto radica en que la ciudadanía, vive en la otra Argentina, la Blue o la paralela. Ahí no surte efecto el
monopolio de medios, ni el atril, ni Angola, ni los cerditos, ni las
muñequitas.
Todo
ello no alcanza siquiera para una empatía mínima, más bien se inclina para el
lado opuesto. Todo
esfuerzo de la Presidente ,
por vendernos el país al tipo de cambio oficial, fracasa. En ese contexto, la
insistencia del método, hace que se caiga en un estado de abulia que, en muchas oportunidades,
puede derivar en un hartazgo amenazante.
Para
ser más gráficos, veámoslo con algún acontecimiento cotidiano: uno
puede tolerar una llamada telefónica ofreciendo un servicio con múltiples
beneficios, etc. Pero cuando las llamadas son insistentes y diarias, el grado
de irritación deviene en mal humor o en reacciones ofuscadas. Se puede acabar
incluso con cierta animadversión hacia el servicio o el objeto ligado al sonido
inoportuno del teléfono.
Al
parecer, Cristina Kirchner, no tiene quien le advierta esto, y a esta altura, el sólo anuncio de la cadena
oficial, provoca sentimientos muy parecidos al de los llamados de máquinas
grabadoras, interrumpiéndonos. Para
colmo no hay ningún 0800 donde poder llamar para evitar que, nuestro televisor,
se vea afectado impunemente por ese atropello.
La situación se ha tornado más grave encima. Ya no alcanza
con apagar la radio o la televisión. Es
imprescindible escuchar qué es lo que dice. Y es que podemos
sorprendernos con la
Presidente escarchándonos, por haber dicho en el supermercado “¡cómo subieron los precios!” o simplemente “que caro está el queso“.
Cómo no entender que, su insistencia en aparecer en el
momento menos pensado en nuestra TV, es justamente para que cuando vayamos al
supermercado, tengamos la
sensatez suficiente para decir: ¡Qué
barato! Y si fuese
posible, agregar un “eso sucede gracias a Néstor primero, y a Cristina
luego”. ¡Tampoco
nos piden demasiado! Al
menos, todavía, no insisten en que agradezcamos también al Secretario de
Comercio…
Ahora bien, volviendo a la fiesta, es sorprendente lo pronto
que ha terminado, máxime si se tiene en cuenta que todavía faltan tres años para
que se produzca un cambio de mandato. Es decir, para tratar de dar con un
anfitrión que no nos haga pagar de más, ni con trampa, la entrada al boliche, a
la “farra”. Y es
que, de seguir así, Argentina
tendrá más similitud con un boliche donde
todo sea baile, cumbia y salsa, que con un país de los que, hoy, sufren las
crisis del malvado neocapitalismo. Para ser más precisos, el
parecido será con Cromagnon: improvisación, corrupción, complicidades,
víctimas, muertos, y ningún culpable preso…
Las ventajas de Cristina
¿Por qué evidenciando todo ello, Cristina no se ve
jaqueada todavía? Por el simple hecho de tener el escenario despejado para ir y
volver, una y cien veces, de la ignominia al emparchado. Descontando que no hay
políticas de Estado para revertir los obstáculos, todo lo que se hace es “tapar
baches”. Así incluso lo manifestó la mismísima Jefe de Estado, al
buscar con la vista a la ministro Débora Giorgi en la tribuna, durante un acto,
y recordar que no estaba allí por haber ido, justamente, a apagar un incendio
de último momento.
No hay políticas, pero tampoco hay políticos que se atrevan a
estar del otro lado. El miedo a las carpetas que afloran como si
fuese pasto en tierra fértil durante el verano, hace mella. La AFIP se ha convertido en una 9 milímetros para
muchos dirigentes, y en estos días advertimos que las balas, también están
pegando en el simple hombre de trabajo. El método no es novedoso pero tampoco
es democrático. Nadie,
sin embargo, pasa el límite del asombro y la queja. Triste es pensar que, todavía,
la capacidad de sorprenderse puede ser superada cualquiera de estos días.
Con la fiesta finalizando, es probable que la Presidente eche mano a
nuevos recursos para que la diversión se extienda un poco más, y
llegado fin de año, le dé el oxígeno el extraño receso que nos tomamos, aunque
no se concurra a ningún balneario. Los argentinos son muy parecidos a los
estudiantes, que el viernes levantaron las tomas de los colegios, no por lograr
el objetivo sino porque el calendario indica vacaciones
de invierno, y eso sí se respeta como sagrado.
Con eso especulan en Balcarce 50, mientras se libran internas
por la falta de sincronización en las versiones que debe darse a la prensa. Hasta que Fernández de
Kirchner no ordene lo contrario, los funcionarios están como la sociedad en
general, aunque ésta no goce de los privilegios del voluntario amordazamiento.
¿Temor a las “represalias”? Si
asentimos en la respuesta, hay que admitir que Cristina tiene más
poder y fuerza de la que se ha especulado. Si acaso es negativa, hay que
interiorizarse en la
idiosincrasia nacional que impide el surgimiento de líderes,con
propuestas capaces de convertirse en alternativas.
¿Quién pone las manos en el fuego y afirma que
Ricardo Alfonsín, Francisco De Narváez, Hermes Binner o los Rodríguez Saá, por citar desordenadamente a
quiénes más votos recibieron en los últimos comicios, hoy están dispuestos a
ser gobierno? Cristina descansa y abusa de ello. Si sumamos el mentado viento de cola, y alguna otra variable que tiene entre
manos la Presidente , habrá caja diezmada pero con
fondo suficiente para estirar
si no la fiesta, al menos la parodia y el grotesco que entretenga.
¿Quién
iba a decir que un gobierno progresista, nacional y popular como se auto define
a sí mismo, iba a terminar haciéndole caso al Ingeniero? Pero así es… Como decía Don Álvaro:
“Hay que pasar el invierno”. Y Cristina está
dispuesta a hacerlo.
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