Por Roberto García |
Abogada al fin, aún de causas perdidas o en declive, se ha
empezado a interesar en la economía –como tantos otros mandatarios en el
pasado– para protegerse a sí misma, a su gobierno. Notable la pasión que expone
en una disciplina casi desconocida para ella y sus científicas referencias a
mezquinos o egoístas, casi comparándose con aquella entrañable persona del
radicalismo, Juan Carlos Pugliese –quien sí disponía de versación sobre
economía– cuando candorosamente se sorprendió porque él le hablaba al país con
el corazón y los mercados le respondían con el bolsillo. Como no está en su
ánimo ninguna inspiración magnánima, pronto anunciará disposiciones finales al
respecto.
Para la fiesta inminente de la Bolsa , justo con el pago en
dólares de los bonos, Cristina ofrecerá otra clase II y algunas determinaciones
que tal vez sacudan los mercados. ¿Hacia arriba o hacia abajo? Vaya uno a
saber, un misterio. Como el enigma social a descubrir en esa velada: uno de los
anfitriones, aquel preferido de Néstor Kirchner para sus tertulias vespertinas,
Adelmo Gabbi, ¿recibirá a Cristina y también a su vice, Amado Boudou? O este,
quien asiste a cuanta ceremonia oficial o extraoficial existe, ¿evitará en esta
ocasión la visita a pesar de la importancia de los anuncios a aplaudir?
Finalmente, hay cuestiones difíciles de soslayar: en público y ante la Justicia , Boudou imputó a
Gabbi de extorsionador porque éste le había sugerido un atajo para resolver
causas judiciales, amistades convenientes y, sin duda, algún tipo de
compensación para resolver estos favores. Quizás ambos se olvidaron del
episodio, Cristina parece que ya no lo tiene en cuenta, tanto que le dio
audiencia a Gabbi y al mismo tiempo aparece cercana a su vice. Aparte de la
anécdota, interesa esta obligada vocación de la mandataria por el mundo y el
submundo de la economía y las finanzas, su disposición para hablar de
crecimiento, créditos, débitos y hasta descubrir la existencia de la tasa
Badlar (y explicarla), una sumatoria de adquisiciones intelectuales que ha
provocado un turbión en el gabinete: de repente, ciertas figuras se han
despegado de otras con particular rapidez, los Moreno, Lorenzino, Kicillof,
Fábrega, Marcó del Pont, Bossio son estrellas destacadas por encima de planetas
apagados, ministros mustios, no convocados. Lo que obliga, por supuesto, a
concentrar las miradas en los movimientos de estos personajes influyentes, cada
vez más decisivos para la vida cotidiana, cada vez más desconectados y
enfrentados entre sí. En guerra permanente, casi como la interna en Seguridad,
entre Nilda Garré y Sergio Berni, que ha superado rangos anteriores de
confrontaciones kirchneristas, al extremo de que alguien difunde y hace
difundir los bienes, propiedades y otros acervos del militar (de una quinta en
Lima a cabezas de ovejas o tierras en el Sur), mientras de ella alguien se
entera, porque otro lo hace enterar, de las actividades paralelas de algún
pariente o de que la señora ha cobrado legalmente una suma salarial porque en
lugar de tomarse vacaciones dedicó esos días a obligaciones de su cartera.
Porque ni un solo día puede faltar del ministerio. Pero ésta es una batalla
menor, casi insignificante en relación con los disturbios que conmueven a los
protagonistas de la economía.
Entre ellos también se registran operaciones de la misma
calaña, aunque exhiben otras curiosidades de superior atracción. Por ejemplo,
el rendimiento del tiempo en Kicillof y Moreno, quienes duermen menos que
Bernardo Neustadt y no se sabe de dónde sacan energías y horas para cubrir tanta
actividad y sinecuras, incluyendo como ocupación la presencia diaria o
doblemente cotidiana en los actos de la Presidenta. Una
tarea exigente y sin duda mal remunerada. Un ejemplo de este denuedo es el
decontracté Kicillof, como diría Cristina, viceministro de Economía, segundo de
la principal empresa petrolera del país, YPF, director en una de las
multinacionales privadas más grandes del país (Techint) y atento control de la
marcha de otra empresa reputada, Aerolíneas Argentinas, de su proceso económico
y de su master plan (el cual, se supone, él mismo ha concebido para perder
plata durante buen tiempo y, luego, presuntamente recuperarla). No se sabe de
alguien que, en los elencos oficiales, se haya sentado en tantas sillas al
mismo tiempo. Por si no alcanzara este esfuerzo inédito en la vida de un
funcionario, trascendió ahora lo que viene practicando como adicional desde
hace un tiempo: monitorea empresas públicas –también privadas– con un equipo
especial y una matriz común, e incorpora ejecutivos en sus plantas para mirar
con más atención sus resultados (también en el sector privado). Ese poder
electivo, el de colocar gente y el de convertirse en un head hunter, casi
comparable al de Cristina para ubicarlo a él mismo en cimas diversas sin
atravesar ningún concurso, le ha granjeado ciertas enemistades, sobre todo en
aquellos que han perdido sus puestos. O que no accedieron a lugares con los que
habían soñado.
Su riguroso enemigo interior en el gabinete, aunque no
funcione el gabinete, alguien con el que no puede compatibilizar ideología,
formación, costumbres y cultura, aunque sí un mutuo resentimiento, es Guillermo
Moreno, otro infatigable del trabajo, quizá con horario aun más completo en la
vidriera pública, también con múltiples responsabilidades, incluyendo la de ser
uno de los invitados que más distraen con su presencia a la mandataria en las
reuniones públicas. Compite con Kicillof en el sentido ocupacional, jerárquico,
múltiple, no parecen humanos. O no lo son frente a otros comunes mortales de la
sociedad, seguramente menos capaces, a los que ni siquiera les alcanza el
sueldo teniendo varios trabajos. Aunque Moreno, para salir de ese yugo
estricto, se ha entusiasmado con la eventualidad de una candidatura política u
otro hobby que lo aleje de una contingencia vascular. Como recurso, por
ejemplo, el de ponerse un jogging no sólo los fines de semana para ir al
gimnasio. Quizás aspira a convertirse en un Falcioni de otra división
futbolística que no es precisamente la
A : hace poco se lo vio en el campo de deportes de la Uocra , en el Camino de
Cintura y Richieri, acompañado por sus colaboradores oficiales mal llamados
culatas, unos cinco en total, instruyendo –y tal vez ordenando– el nuevo equipo
en la categoría C de Mercado Central-Sacachispas Fútbol Club, ahora con mejor
presupuesto y la incorporación de profesionales reconocidos, tal vez algo
entrados en años, como el ex campeón de Racing, el Chanchi Estévez. Moreno,
dicen, hasta le cambió el color de la camiseta (mudó a amarillo papal y azul
casi boquense en lugar del violeta florentino) y más de uno espera que, en
atención a sus modales y hábitos, pronto llame a los árbitros para explicarles
por las buenas cuáles son las nuevas reglas.
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