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lunes, 9 de julio de 2012

Golpe contra Scioli


Por Alfredo Leuco
El golpe suave está en marcha. Cristina encabeza la etapa más obscena del asalto al poder de Daniel Scioli. El gobernador está contra las cuerdas, pero puso la otra mejilla porque sigue el instinto de su naturaleza. Scioli es consciente del operativo para destituirlo, pero quiere que quede absolutamente claro que él no renuncia ni renunciará y que, si pierde su lugar, será por el empujón de la presidenta de la Nación.

El tablero de ajedrez está listo. Sólo falta ver de qué manera moverá Cristina sus trebejos: si continuará como hasta ahora, comiendo de a una las fichas de Scioli en una suerte de intervención federal de hecho, o si en algún momento buscará el jaque mate.

No hay lugar para tablas en esta partida. Cristina no frenará sino hasta destruir a Scioli como alternativa presidencial para 2015, y el gobernador seguirá comportándose como un caballero, sobreactuando ingenuidad y buena onda y ratificando su lealtad a Cristina hasta el último instante. Aunque la sorprenda apretando el gatillo sobre su cabeza. Así lo hizo con Néstor Kirchner, con Eduardo Duhalde y con Carlos Menem. Es el famoso estilo de peronista náutico que, flotando, lo trajo hasta acá.

Entre los funcionarios y los militantes políticos, esa actitud es descalificada como una cobardía. Pero entre los ciudadanos comunes se interpreta como la buena fe de una persona de bien que quiere resolver problemas con esfuerzo y optimismo. Es lo que tratan de explicar todas las encuestas sobre el fenómeno electoral de Scioli y su imagen positiva e intención de voto altísimas.

Derrocar a un gobernador que recientemente fue reelecto con cuatro millones y medio de votos es de mucha gravedad institucional. Estamos hablando del 40% de los argentinos, según el padrón, que van a ver cómo se modifica de facto su voluntad popular. Pero no es algo nuevo para el kirchnerismo. Ya tienen la experiencia del feudo de Santa Cruz. Allí batieron todos los récords, con cuatro gobernadores en cuatro años sólo por decisión del matrimonio presidencial. Héctor Icazuriaga, que completó el mandato de Néstor; Sergio Acevedo, que renunció por el acoso al que lo sometió su jefe político, que lo intoxicó de operaciones de todo tipo para serrucharle el piso; Carlos Sancho, socio en los negocios pero inútil para manejar una protesta sindical sin represión, y finalmente Daniel Peralta, que juró por cuenta y orden de Carlos Zannini. El fue responsable de las acrobacias políticas que llevaron a Peralta al sillón de gobernador. Era interventor en Yacimientos Carboníferos de Río Turbio, y canceló la licencia que tenía como diputado. De inmediato fue electo como vicepresidente primero de la Legislatura. Con Acevedo y Sancho renunciados, asumió Peralta, que ahora está probando la misma medicina que sus antecesores. Como puede verse, los Kirchner no andan con vueltas a la hora de hacer de goma las instituciones y sacar del medio al que se interponga en su camino.

Ahora le toca a Scioli. No es lo mismo, porque –como dijo Felipe Solá– “la Provincia no es joda”. Si se produce un incendio social, las llamas pueden llegar en dos minutos a la Plaza de Mayo. Esto ya ocurrió. Tiene más que ver con Nerón que con Perón. Por eso es una jugada de alto riesgo por parte de Cristina. Demuestra coraje pero también irresponsabilidasd, aunque sea funcional a su proyecto del “vamos por todo”, y “si nos va mal”, será por culpa de las corporaciones y la derecha que no la dejó gobernar.
Cristina no se perdonaría jamás el fracaso de que el modelo, que ella cree “revolucionario”, sea heredado por un “inútil que no sabe gestionar, que transa con los medios hegemónicos y que sólo pone la cara”, y que para colmo escucha a Pimpinela en lugar de Teresa Parodi. En su fuero íntimo siente que eso sería como si Eva Perón le entregara el poder a Alvaro Alsogaray. Es una mirada ficcional de la realidad. Porque en ese teje y maneje la Presidenta no duda en asociarse con figuras que están a la derecha moral y política de Scioli: Raúl Othacehé y Oscar Lescano, por ejemplo, dos de sus interlocutores de estas últimas horas. Son millonarios, menemistas, violentos y, ahora, cómplices de Cristina para desplazar a Scioli y a Moyano.

A esta altura poco interesa si Cristina dijo o no lo que reprodujo el intendente de Lanús. Lo que importa es que refleja fielmente lo que piensa. Más allá de lo que la Presidenta le haya dicho el viernes a la noche por teléfono a Scioli. A esa hora, ella ya sabía que el gobernador había convocado a una conferencia de prensa para el día siguiente. La sabiduría popular tiene un concepto que sirve para analizar con buena leche los momentos de emergencia: ponerse en el lugar del otro. Un ejercicio de ese tipo sería invertir la ecuación. Imaginar por un minuto qué habría pasado si un caudillo del Conurbano hubiese confesado en un acto que Scioli calificó a la Presidenta como “una inútil que no sabe gobernar. Que me deje a mí hacerlo”. Timerman ya habría dicho: “¿Vieron que tenía razón? Quieren voltear a Cristina como en Paraguay y Honduras”. Y Scioli hoy estaría colgado de la Pirámide de Mayo con el cartelito de “golpista, hijo de Videla”. Sin embargo, la situación inversa no mereció siquiera una palabra pública de la Presidenta para desmentir semejantes conceptos antidemocráticos que alguien de su confianza puso en su boca.

El plan de Scioli podría titularse así: “Cristina destituye; yo colaboro, no confronto y busco soluciones, no responsables”. La victimización continúa porque le rinde en el minuto a minuto del rating y porque, además, no sabe hacer otra cosa. ¿Alguien se imagina a un Scioli agresivo, denunciando una conspiración? Marcó diferencias en su manera: ofreció una conferencia de prensa abierta a todo el mundo, con una cordialidad inexistente en el mundo K; elogió a la oposición y ofreció cuadros con cifras que hablan por sí solas de la responsabilidad de la Presidenta en el rojo de las cuentas de la Provincia.

 Un economista acostumbrado a revisar la contabilidad oficial dijo el viernes en Córdoba: “La única diferencia entre las cuentas en rojo de Scioli y las de Cristina es que ella tiene en el Banco Central la maquinita de imprimir impuesto inflacionario”. Un tuitero hincha de Serrat y opositor a Cristina escribió una chicana brutal al respecto: “Caminante no hay camino, se escribe con K: golpe a golpe, verso a verso”.

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