jueves, 19 de julio de 2012

Drogarse es malo, pero permitámoslo


Por Martín Risso Patrón
“Acá nadie promueve que la droga sea de fácil acceso, porque drogarse es malo [...]. [Hay un acuerdo mínimo para] modificar la ley actual de drogas derogando los artículos que penalizan la tenencia de droga para consumo [...] y permitir que a quién transporta estupefacientes no se le incremente la pena; de modo que tal delito pueda ser excarcelable si de lo que se trata es de una mula”,                                          
                      Diana Conti, Diputada nacional kirchnerista

Bueno, bueno, bueno...

Fue el lunes pasado, de fecha 16 de julio, cuando leí la entrevista en la página 12 del cotidiano local El Tribuno. Declaraciones de la abogada Diana Conti, confesa estalinista, diputada nacional en funciones por el kirchnerismo. Qué quiere que le diga...

Entonces, ¿qué se intenta legislar?

Como es bien sabido, la legislación penal contribuye a reinstalar el orden social alterado porconductas debidamente tipificadas, mediante la aplicación de sanciones punitivas. El bien jurídico protegido por la norma es en realidad un conjunto de valores que identifican al ser humano como tal; la libertad, el pudor, su intimidad, su propiedad, la Vida, la salud, etcétera. Como esos valores no funcionan en solitario, aislados para cada Persona, sino que se dan, precisamente en el campo de las relaciones entre personas, ahí es donde emerge el concepto de orden social, al que se concibe como un estado de equilibrio superador de las individualidades, como si fuera un tercer sujeto, al que aquí concibo también como bien jurídicamente protegido.

Las adicciones a sustancias, al juego, al alcohol [agentes que interactúan con el organismo y la psicología humanos de manera destructiva al superar ciertas escalas], de ninguna manera constituyen delitos, porque en realidad son conductas personales que, al poner en riesgo la propia salud del individuo, le habilitan a ser sujeto de otros derechos cuya satisfacción deberá ser proporcionada por la sociedad mediante sus instituciones, como los hospitales.

Conti afirma que drogarse es malo, y esta afirmación constituye una verdad meridianamente perogrullesca. Pero vayan a decírselo a los adictos. Y ahí es donde comienza a gestarse la tremenda confusión argumental de la legisladora, porque al intentar utilizar tal principio como base lógica de sus argumentos, relacionándolo con la urgente necesidad que tiene la sociedad de destruir el siniestro circuito de la producción>compra>venta>consumo de sustancias>producción mediante la despenalización de la tenencia de droga para consumo personal, lo destruye ipso facto, a su propio principio, por supuesto. Sencillamente, porque el consumo de drogas, aparte de destructivo en lo personal, es potenciador de la máquina de destruir el orden social [bien jurídicamente protegido también por la Ley penal], que es la producción y el tráfico. En cualquier consideración legislativa, considero que no habrá de estar ausente la doctrina jurídica, anteponiéndose a antilógicas y audaces tendencias de legislar para las necesidades políticas, contingentes y demagógicas, que no generan otra cosa que arrimar votos cantados, para luego, con el Poder total en mano, llevar al gobierno a profundizar acciones dictatoriales para reprimir lo que alentara en su búsqueda. Un destino también cantado.

Por si fuera poco, la diputada kirchnerista filoestalinista declara muy suelta de lengua: “Otro de los temas que se está trabajando es que dentro del sistema de salud argentino se contenga centros de asistencia para adicciones más desarrollados que los que tenemos ahoraLas dos cuestiones van a correr en paralelo”. Clarísimo: Instalar modernísimos hospitales en las inmediaciones de pasos a nivel sin barreras, peligrosos y mortales... sin poner las barreras. ¡Cómo que irán en paralelo la atención sanitaria de las adicciones, si se potencia el consumo despenalizándolo! ¿Vio Doña Clota, lo vio? Mejor, codifiquemos las Leyes de la Mamá Murphy, así nos divertimos todos...

Pero no todo queda ahí, en la lógica de la legisladora oficialista. Y me tomo la libertad de transcribir en su extensión otra repuesta de este manual del esperpento. Se le pregunta cuáles fueron los puntos que se tomaron de su propuesta [para el análisis legislativo]; responde Diana Conti: “El acuerdo fue un acuerdo mínimo tendiente a modificar la ley actual de drogas derogando los artículos que penalizan la tenencia de droga para consumo, derogando la criminalización de quien cultiva para consumir -en este caso sería la marihuana porque no hay otro cultivo- y permitir que quien transporta estupefacientes -esto es una reforma de un artículo del código aduanero referido a las mulas- no se le incremente la pena; de modo tal que el delito pueda ser excarcelable si de lo que se trata es una mula.” Literal [aclarando que el subrayado me pertenece], salvo rectificación que pueda hacer la periodista que entrevistó a Conti, con pruebas al canto. Aquí, si entendemos por mula a la persona que transporta droga cargándola y a pie o en vehículo, se trata de un traficante; modesto, pero traficante de drogas, y de los más necesarios. Entonces, la quita de penalización legal incluye al tráfico, si los anteojos no me fallan. Sólo nos falta que por decreto de necesidad y urgencia se declare persona ilustre a algún jefe de cártel o se lo nombre ministro, vea.

Para ponerle punto final a este análisis del disparate demagógico, le coloco el moño. Conti cierra sus declaraciones con esta aclaración: “[...] el Derecho penal no debe ser utilizado como control social para decidir los hábitos de las personas sino para combatir la delincuencia [...]. Por favor, abogada Conti: Revise sus carpetas de estudio de Derecho; creo que encontrará entre los fundamentos del plexo jurídico, justamente la negación de que el tipo penal constituya otra cosa que el control social. ¿Recuerda usted el principio penal de control social de la pena necesaria? “Desde hace más de DOS SIGLOS se enfatiza que la pena debe ser necesaria para prevenir, combatir, reprimir y conminar los delitos y faltas penales; esto apunta, a que el castigo como corrección jurídica no debe tramontar más allá de los fines prefijados de lo que realmente es necesario como CONTROL SOCIAL y PENAL de la delincuencia” [Manuel Espinoza, Doctor en Derecho peruano, catedrático de Derecho, Filosofía y Ciencias Sociales, autor de diversas obras doctrinales, entre ellas “Delito de Narcotráfico”].

César de Bonesana, Marqués de Beccaria, sostenía que: “Uno de los mayores frenos de los delitos, no es la crueldad de las penas, sino la infalibilidad, la eficacia de la conminación y de control social, fundado en la proporción de las penas con el daño ocasionado a las víctimas” [cit. por Espinoza en http://forodelderecho.blogcindario.com/]. Porque una conducta que genera mercado de delito, es delito, como lo es también la conducta de quien proporciona servicios para satisfacer dicho mercado. El circuito de la droga es un circuito complejo cuyas partes forman un sistema; y ese sistema destruye el orden social y produce la muerte. Resulta forzado su supuesto de que el Derecho penal constituya control social para decidir sobre los hábitos de una persona; forzado, segado y arbitrario. No olvide que la tipificación de conductas punibles parte de definir esas conductas en un marco de orden social, como sistema humano; precisamente, el imperio de la ley penal asienta en conductas individuales o colectivas, y si el consumo de sustancias penalizadas es precursor de la producción, tráfico, etcétera, de las mismas, como elemento inseparable del sistema delictivo que se genera, entonces deberá ser objeto de punición, porque ese sistema es un sistema delictivo y hay que prevenir su desarrollo. Dicho esto aclarando que, por vía de la administración ejecutiva del gobierno de la República, habrá de atenderse el costo social que produce [la adicción, etcétera]. Por aquello de los hospitales al lado de los pasos a nivel sin barreras, ¿vio? Pongamos las barreras y los hospitales, para nuestro caso.

Dolor

Nada. Sólo finalizar este análisis manifestando el profundo dolor moral que me aqueja y se origina en los acontecimientos que conmocionan a la provincia por la muerte atroz de dos jovencitas. Acompaño a sus familias, que han quedado huérfanas de su vitalidad, a sus amigos y a todos los conciudadanos perplejos y dolidos que no encuentran el camino para expresar su desolación.

Acompaño también al Gobernador Urtubey, a sus funcionarios y al Jefe de la policía Provincial y a sus hombres; para quienes muchos claman la vindicta pública por algo que no cometieron, que es la muerte de las muchachas. Les envío fuerzas para afrontar la circunstancia de ser custodios de la Seguridad si es que ha sido lesionada, frente a la crítica pública originada más por el sentimiento que por la razón. Estoy junto a la Justicia, en la persona del Juez Pablo Farah y sus investigadores fiscales, rogando para que, con su pericia profesional y la fundamental Prudencia, encuentren lo que se necesita: La Verdad real.

© MRP

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