Por Esteban Peicovich |
Queda todavía un resto demográfico: los fácticos que
gobiernan a placer, los adictos que viven en su nube y los opinólogos como uno
que rizan el rizo a la espera de que al fin surjan noticias que celebrar.
Pero no. El absurdo se adueñó de la lógica. La economía
repite trampas. Las finanzas, fábulas. Anuncian borrón y cuenta nueva y no
salimos de crecimiento cero. Peor: el cero está "a la baja". Ni se
renueva lo espiritual ni se organiza lo material. Cada día un genio surrealista
disparata el libreto del Debe y el Haber del mundo. Datos, foros, bochos,
sospechas y pálpitos coinciden en que el "cambio de época" patina.
Pero no dicen todo. Que las Naciones Unidas son "de mentira". Que
desde 1945 sólo cinco países (Estados Unidos, Inglaterra, Rusia, China y
Francia) frenan con Veto Absoluto la posibilidad de que la sociedad humana
encare otro destino mundial. Por ahora, hay lo que hay. Cinco capitanes
dementes muy armados. 195 timoneles con Voto Mudo que roncan en los cuartos de
popa, tercio de marinería que mira fulbito por tevé en la cubierta, tercio que
corre perseguido por la velocidad digital de su celular y otro tercio que sigue
pidiendo pan y no le dan.
Poco más (que podamos considerar "históricamente
serio") pasa en la
Tierra. Tal "el huevo de la serpiente" de "lo
mismo" que reina en todo el mundo. Que explica el negocio de las armas,
las tiranías "acomodadas", las hambrunas crecientes, la mortalidad
infantil. Un cambio de época real depende de que ceda este mafioso desvarío y
pierda poder el Quinteto del Gran Veto. Una locura primate más. A las hormigas
no les pasa. A las ballenas tampoco. Ni hablemos de los corderos: cualquiera de
ellos es más puro que el Papa. En general, la animalia que habita a nuestro
costado cumple el fantástico rito solar o lunar que le toca. Cuida el arribo de
sus nuevas generaciones. Atiende y regula el circuito de sus múltiples
migraciones. El Homo Tecno, no. Gaia gira. El mundo, no. Nosotros, tampoco.
Sobre este paisaje cultural corre una lava que borra hitos,
señales de atajo, accidentes de terreno, voces de aviso. La invisibilidad de la
materia asoma como obsesión primera de la ciencia. Las grandes religiones han
perdido el camino del Cielo. Sólo las artes y los campesinos persisten en dar
aviso. Fábulas, alaridos, símbolos, metáforas, anticipan lo que el ojo desnudo no
ve. Ulises 2012 se debate en medio de apagones y estruendos. Los puntos
cardinales no cuentan. La travesía ahora es en redondo. En remolino. El
espectáculo tecno es grandioso pero no contiene. Se abre el tapiz del genoma,
se lanzan cohetes a la eternidad y se encapsula una célula en otra. Pero
todavía no atienden el parto de lo novísimo que cada persona posee. Tal como
va, la sociedad nos deja nacer para abortarnos luego. Somos así el Homo Bobo.
La obra invisible de una época en blanco. Cuasi imbécil y tal vez por ello más
humano que nunca, más shakesperiano que nunca, parece haber elegido echarse al
ignoto mar de lo que venga.
Respeto los análisis de colegas que, semana a semana, con
lana de igual color, tejen y destejen borgeanas versiones de lo sucedido y de
lo que podría suceder en lo oficial, en lo opositor, en lo gremial. Son
admirables en su capacidad de hacer inmersión... en nuestra superficie. A mí me
cuesta. Será por mi edad. Este presente "me puede". Demasiado
engrudo. Se fue la mitad de 2012 sin que pasara nada. Sólo poquito. La oratoria
de Moyano. Los cerditos de Cristina. Eso sí: mucha corrupción oficial e
indiferencia general. ¿Pero acaso son nuevos? Por ahora vivimos así. Sin pensar
en nosotros. Nadita.
© Perfil
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