jueves, 26 de julio de 2012

Cuando el “gabinete del asado” no sirve


Por Juan Gonza
Está en el ABC de la política que “el gabinete es el conjunto de los ministros que conforman un gobierno. El gabinete, por lo tanto, constituye el Poder Ejecutivo de un Estado…” No obstante ello, que pareciera una verdad de Perogrullo, se ha convertido en la piedra con la que empeñosamente se empecinan en tropezar los gobernantes de turno, en el marco de la democracia que supimos reconquistar y aún no podemos reconstruir como tal, es decir, con pleno imperio de la Justicia Social.

Los gabinetes de los gobernantes democráticos debieran ser –al contrario de lo que generalmente son- una impecable vidriera de hombres virtuosos en el más amplio significado del término, pues allí se supone están depositadas nada menos que las esperanzas de los ciudadanos que con su voto soberano conceden el honor de los cargos a sus dirigentes políticos.

El enojo –jamás reconocido públicamente-del actual gobernador de los salteños, Juan Manuel Urtubey, por los vergonzantes últimos estallidos en un área vital de la gestión como lo es la de Seguridad, naturalmente tuvo como ámbito inevitable de expresión el seno de su gabinete. Es decir, ante sus mejores soldados, sus mejores talentos, sus mejores cuadros, o como prefiera considerárselos.

Un gabinete convocado no sólo a las habituales y mayormente tediosas reuniones semanales, sino también esta vez con carácter de urgencia y con temario exclusivo que no podía ser otro que el de una Salta desprestigiada a nivel no sólo nacional sino internacional por aquellos sucesos donde, como frutilla del postre, se situó nada menos que la policía provincial, denunciada como torturadora a través de un aberrante video puesto a la vista del mundo entero a través de internet.

Las paredes del “Pentágono” gubernamental salteño, que como en todos los tiempos  “oyen y filtran” para mayor disgusto de sus siempre circunstanciales ocupantes, dan cuenta de los enojos y las consecuentes nuevas instrucciones del number one para con sus colaboradores. Generalmente “amigos”  a los que –en otros cenáculos más cerrados del poder, no exentos de idénticas filtraciones- no trepida en descalificar excediendo aún más los límites imaginarios de una supuesta convivencia y camaradería “de equipo”. Y esto, ellos lo saben mejor que nadie. Pero siguen aplaudiendo, callados. Igual que en la función.

Justamente ese silencio resulta la anti-virtud de cualquier ministro.

Que se precie de tal, claro está.

Porque cuando los “mejores muchachos” de un equipo se tornan en una claque inútil, es el que allí los instaló el que paga todos los costos. Los que le caben y los muchos que debiera y puede evitarle un verdadero gabinete.

Pero también hay que decirlo, es el momento en el que gran responsable debe caer en cuenta de su propia falla, de sus propios errores. De su condición de gobernador y simple mortal.

Dicho en buen romance, y sin falsa retórica: es el momento de darse cuenta que el gabinete del asado no sirve.

Y –de paso, si fuese posible- de recapacitar sobre cuán equivocado estaba Julio César cuando creyó, realmente, que era un enviado de los dioses merecedor por tanto de algunos títulos como “imperator”, “pontifex maximus” y “pater patriae”.

Convicción de bendecido capaz de hacerlo proclamar, en exhortación a sus fieles seguidores (a su gabinete naturalmente) y en medio de una feroz tormenta: "No temáis. Tranquilos, que vais con César y su estrella". 

La reconstrucción de la República y de la Democracia obliga a los mandatarios a despojarse de semejantes delirios y volver a la ejemplaridad, condición hoy perdida por las dirigencias en el contexto de la única subversión real que vivió la Argentina, cual fue y sigue siendo aún la subversión de los valores morales y éticos.

El joven gobernador de Salta, que transita ya su segundo mandato, tiene marcadas demasiadas heridas innecesarias, producto justamente de la falta de acompañamiento de quienes debieran secundarlo con mayor eficiencia por ser integrantes del gabinete.

Justamente en el capítulo deficitario de las políticas de seguridad, y concretamente de la fuerza policial provincial, Urtubey no pudo avanzar en absoluto en el cambio aquí también prometido como compromiso vital de su proyecto.

No es necesario remontarse mucho en el tiempo para comprobar el fracaso de un par de ministros del área. Como así también de alguna otra cartera de su propia creación de espasmódicas, sobreactuadas y tardías reacciones en este caso concreto de los torturadores policiales.

Y mejor ni hablar del historial también reciente de la Secretaría de Seguridad.
Las bofetadas de aquella rebelión policial en el inicio de su primer mandato son el antecedente más claro de cuánto había que cambiar. Y la realidad de estos últimos tiempos, convertidos en una sucesión de crímenes y otros delitos como el caso de las turistas francesas, los narco policías y la maldita policía torturadora de Güemes (por nombrar sólo una muestra) confirman en forma patética la gravedad del problema.

Si con semejante cuadro el propio Juan Manuel Urtubey comete torpezas tales como protagonizar la lamentable e incomprensible conferencia de prensa tras el trágico desenlace de las dos jóvenes halladas ahorcadas en esta capital hace pocos días, diciendo en el momento más inoportuno que Salta es una maravilla en materia de seguridad o que la tasa de criminalidad es también fantásticamente baja, la conclusión es tremendamente decepcionante.

Difícilmente un gobernante capaz, inteligente y comprometido como los salteños valoraron a Urtubey en dos votaciones consecutivas, se deje llevar ni por impulsos juveniles ni por aquellos modelos ideológicos más afines a los romanos que a los griegos.

Mucho menos por los infaltable entornos donde jamás faltan los escribas como aquellos que -en siglos más cercanos- quedaron para la historia como los redactores de los “Diarios de Irigoyen”.

Lo que es seguro, y esto no sólo se filtra del Pentágono del Grand Bourg, es que Urtubey está harto de su propio gabinete.

Aunque, naturalmente, se apresure a desmentirlo.

© Semanario Propuesta

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