Por Alfredo Leuco |
La unidad en la lucha que los partidos de oposición no
lograron fue parida por un gobierno que los amontonó y, a fuerza de maltrato,
los empujó a la calle. Lejos de Madrid, Cristina construyó sus propios
indignados.
A falta de dinero, fue desnudando demasiada ineficacia en la
gestión. La sucesión de medidas espasmódicas, contradictorias entre sí y de una
tozudez insólita, diseñó este complejo escenario donde crecen simultáneamente
las dificultades económicas y el malhumor social.
El escándalo de Daniel Reposo funcionó como catalizador.
Aceleró un desgaste absolutamente gratuito y certificó que todavía estamos
lejos del Imperio Romano, cuando Calígula designó senador a su caballo
preferido: Incitatus.
Se produjeron manifestaciones de relativa magnitud pero que
hasta hace un tiempo no existían. Expresaron su descontento las cacerolas de
clase media, los productores con un paro nacional agropecuario y la parte más
honesta y rebelde de la
Central de Trabajadores Argentinos y de los movimientos
sociales que representan a desocupados que, además, recibieron, por primera
vez, el respaldo formal de la CGT
que lidera Hugo Moyano. Su hijo Pablo puso en marcha los camiones de la huelga,
apoyó explícitamente el proyecto Scioli 2015, celebró la reunión con la cúpula
del radicalismo y el acercamiento con Luis Barrionuevo. “Unión Democrática”,
podrán decir desde Carta Abierta. Pero lo cierto es que Cristina no es Perón y
que su capricho de convertir el salario en ganancia para castigar a Moyano
sirvió para encolumnar a gente con posturas antagónicas hasta hace muy poco.
Lo más preocupante es que todas las protestas tuvieron como
destinataria a la presidenta de la Nación. Es el riesgo de conducir casi en soledad.
Todos los votos son de ella, pero también todas las críticas. Es una forma
autoritaria de gobierno que algunos denominan “cristinato”.
¿Cuál fue la reacción del oficialismo frente a estas
novedades impensables hace un par de semanas?
Arrojaron más nafta al fuego del facilismo con sus
expresiones de deseo: los caceroleros son golpistas de cuarta, millonarios que
sólo creen en la religión del dólar, y los ruralistas son conspiradores, avaros
como dijo Cristina, piqueteros de la abundancia.
Ni siquiera consideran que haya gente fatigada de tanta
palabra blindada. Ni se les cruza por la cabeza que haya ciudadanos hartos de
que el Gobierno tenga vocablos prohibidos como “inflación”, “inseguridad” o
“corrupción”. O familiares de la tragedia de Once que exigen juicio y castigo a
los culpables. O empleados que sienten en el bolsillo que vamos derechito a
chocar contra la crónica de una recesión anunciada. ¿No se puede frenar antes?
Ya destruyeron el autoabastecimiento energético pese a las advertencias de los
expertos. ¿Van a repetir el mecanismo con la economía? ¿No alcanza con ver las
suspensiones de horas extras y la destrucción de puestos de trabajo que
aparecen en actividades que fueron estrellas del crecimiento como la automotriz
y la construcción? ¿No se plantean que la bulimia por consumir dólares la
desató el Gobierno con su corralito? Es cierto que ante tanto río revuelto
suele merodear una pescadora del terrorismo de Estado como Cecilia Pando. Pero
nadie la apoya.
Con su altanería, el Gobierno es una máquina de expulsar
materia gris económica como Lavagna, Remes, Prat Gay, Redrado, Peirano y
Lousteau, entre otros. El arbolito del dólar les tapa el bosque de la
inflación. Con el viento de la soja todavía a favor y sin ninguna causa objetiva
para entrar en turbulencias, la economía argentina, sin programa y sin piloto,
corre desesperadamente para todos lados detrás de los problemas, y sólo logra
agravarlos.
Es Moreno y no el mundo el que se nos cayó encima.
Cristina utiliza un maniqueísmo absurdo para consolidar a
Néstor Kirchner como una estampita de Oesterheld. En su objetivo de santificar
e instalar en un altar a Néstor, la Presidenta se ve obligada a satanizar y demoler a
sus viejos aliados.
No quiere testigos
molestos como el vaciado De Vido, el preso Cirigliano o Cristóbal López, al que
le puede ir peor si se confirman los rumores de estatización del juego y de
tarjeta roja para su desembarco en los medios.
Borrar el pasado es imposible. La sociedad mediática siempre
nos devuelve a la costa los archivos que arrojamos al mar informativo. En la
última cadena nacional, la
Presidenta se dedicó a fustigar a la directora de un colegio
confesional que no le permitió a una joven militante hacer un discurso sobre la
memoria y aquel nefasto 24 de marzo de 1976. Cristina mostró fotos y su
repudio.
En su momento la revista Noticias reveló la foto de Néstor
Kirchner con el general Oscar Guerrero (discípulo de Camps) en un acto por
Malvinas donde reclamaron el diálogo entre los militares y “las fuerzas vivas”.
En 1981, el matrimonio Kirchner había firmado una solicitada
calificando el régimen como “estado de derecho”.
Ya revelé lo que ocurrió con la ley que estableció el 24 de
marzo como Día de la Memoria
en Santa Cruz. El proyecto de Argentino “Cococho” Alvarez y Carlos Pérez
Rosetti (País-Frepaso) en su segundo artículo establecía “instruir al Consejo
Provincial de Educación” para realizar actividades en todas las escuelas que
expliquen las consecuencias del terrorismo de Estado que instauró el golpe de
1976 e “incentivar entre los alumnos los hábitos y las conductas democráticas”.
El bloque del oficialismo que respondía al gobernador
Kirchner y lo integraban, entre otros, Cristina Fernández, Carlos Zannini y
Héctor Icazuriaga se negó a aprobar ese artículo. ¿Con qué argumento? No
quisieron “provocar” a las familias de militares radicadas en la provincia a la
que pertenecen muchos de los docentes y estudiantes.
Está escrito en el Diario de Sesiones. Aquella vez no hubo
errores de tipeo.
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