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domingo, 17 de junio de 2012

El mirmecoleón de la política económica

Por Enrique Szewach
Creo que ya comenté aquí que, en su Libro de los seres imaginarios, Jorge Luis Borges cita al “mirmecoleón”, un animal hijo de padre león y madre hormiga, cuya parte delantera tiene forma de león y la trasera de hormiga. No puede comer carne, como el padre, ni hierbas, como la madre; por consiguiente nace y muere.

Creo que lo mencioné más de una vez, porque la política económica argentina engendra recurrentemente “mirmecoleones”, cuando fija objetivos contradictorios y simultáneos y utiliza, por consiguiente instrumentos equivocados.

 Hoy estamos nuevamente frente a esa situación.

A la economía argentina le llegó, otra vez, el momento de pagar una fiesta populista.

Es cierto que la factura esta vez es menos costosa porque la fiesta no se financió con endeudamiento, sino con los extraordinarios precios de nuestros productos de exportación y por el efecto que ese mismo “mundo” tuvo sobre nuestros vecinos, en especial Brasil. Pero no es menos cierto que, hacer crecer desmedidamente el gasto público (mediante récord de presión tributaria, expropiaciones varias y alta inflación) y el consumo privado con aumentos salariales bien por encima de la productividad, y subsidios otorgados por productores privados y por el sector público, ha creado una tensión tal en el superávit comercial, que ahora ya no hay dólares suficientes para importar ese exceso de consumo. Insuficiencia de dólares generada, en realidad, no sólo por las mayores importaciones de energía (como sostiene el Gobierno, culpando exclusivamente a Repsol y no a su política energética) sino, básicamente, por la intensa dolarización de los ahorros de estos años, inducida por tasas negativas, alta inflación y el clima expropiador, insultante y sin reglas, que predominó en la política argentina, incluyendo no sólo al kirchner-cristinismo, sino a muchos de sus socios políticos y hasta sus supuestamente opositores. Sin dólares, con los precios relativos desbocados, sin margen para subir más impuestos, la economía se tiene que ajustar.

Y allí es donde el cristinismo en el poder construye su mirmecoléon.

La economía exige ajuste, y la política exige que siga la fiesta. Y para conjugar ambas cosas se hace el peor de los ajustes, y los intentos de seguir la fiesta agravan el problema.

Me explico. Para seguir la fiesta política, (la búsqueda del cristinismo eterno), el Gobierno intenta pasarle el costo del ajuste al sector público de las provincias y a los “capitalistas amigos y no tan amigos” que “se la llevaron con pala”. Pero eso impide que se generen más dólares, dado que los que se fueron por dolarización de portafolios no vuelven (pusieron el “corral” cuando ya quedaban pocas vacas adentro), y el sector productor de dólares, fuera del agro, se encuentra, a estos precios relativos y dado el mundo, con fuertes pérdidas de competitividad.

Como el sector público no produce dólares –el intento por lograr que los imprimiera Ciccone parece haber fracasado– sólo queda el control de importaciones. Pero el control de importaciones, y el intento de pesificar por las malas, pega directamente sobre el nivel de actividad, “ajustando” al sector privado y reduciendo la recaudación de impuestos, dando lugar a otra ronda de ajuste desordenado.

Para tratar de compensar ese ajuste desordenado (ese círculo vicioso, como reconoció el “fallido” del viceministro de Economía, el otro día), se anuncian aumentos de gasto, que termina siempre, al final del día, en mayor demanda de dólares, (energía para producir, o ahorro de los “ganadores”, con el mayor consumo).

El mirmecoléon a pleno. Ajustar y simultáneamente alentar el consumo. Redistribuir ingresos en contra de los productores de dólares, y simultáneamente, exigir que se generen más dólares.

 Trabar las operaciones inmobiliarias con la pesificación forzada, y simultáneamente, alentar la construcción de algunas casas en terrenos fiscales sin infraestructura y con empresas de servicios públicos quebradas.

En síntesis, el Gobierno se niega a un ajuste ordenado y por las buenas, e intenta que el ajuste se concentre en los sectores que no lo votaron, ni lo votarán. Pero esos sectores son los productores de los dólares que faltan y los creadores de empleos genuinos. Sin dólares suficientes y sin querer modificar precios relativos, el ajuste se hace igual pero desordenado y mucho más costoso.


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