Por Alfredo Leuco |
Hugo Moyano desde la calle y Jorge Lanata desde la pantalla
con más de dos millones de telemilitantes, abrieron la primera grieta en el
blindaje cristinista. Y por ese hueco se filtraron todas las quejas. Con
distintas magnitudes y grados de compromiso, van a compartir la masividad de la
protesta trabajadores peronistas de tres centrales sindicales distintas,
señoras caceroleras y estudiantes de la clase media independiente, grupos de
radicales, socialistas y macristas, junto a movimientos de desocupados de la
izquierda clasista o pequeños campesinos de la Federación Agraria.
Cada uno tendrá su pancarta con su propio reclamo. Pero hay algo que los
unifica: están hartos de que les hagan sentir que no existen, que son un mero
invento de los medios hegemónicos.
Este es el tamaño del cambio. Ni el más opositor al Gobierno
hubiera imaginado hace poco que dos de los tres pilares sobre los que se
edificó el modelo oficialista iban a ser empujados a la vereda de enfrente,
como hizo Cristina con Daniel Scioli y Moyano. Y lo más incomprensible es que
no lo hizo por cuestiones ideológicas o económicas, sino por un capricho de
Estado que tiene dos negaciones obsesivas: la inflación y el diálogo. Por eso la Presidenta se debilitó
tanto en tan poco tiempo. No se puede administrar un país desde el fanatismo
sectario que tiene una única respuesta a todos los problemas: la culpa es de
Magnetto.
Mientras el teniente coronel Sergio Berni jugaba a Rambo
(Pablo Moyano, dixit) y con discurso castrense hablaba de operativo de pinzas y
de distracción, se produjo algo inquietante que no debe quedar afuera de ningún
análisis. Por primera vez en forma masiva, la Presidenta fue
insultada groseramente. Y los que cruzaron ese límite de la investidura no
fueron derechistas destituyentes de Barrio Norte. Fueron morochos y proletarios
que, casi en su totalidad, la habían votado.
La ostentación de fragilidad que hizo el Gobierno fue
patética. Le ordenaron a Scioli que agrediera verbalmente a Moyano, como una
prueba más (y van…) de lealtad. El gobernador apenas hizo un llamado “a la
responsabilidad”. Se les exigió a los gobernadores que cruzaran con
contundencia y desprecio a Scioli y sólo José Luis Gioja hizo declaraciones
pero contra la caza de brujas. Conclusión: el que disciplina con fondos frescos
pierde su principal instrumento de conducción cuando esa caja se acaba. Pronto
se escucharán las voces críticas de intendentes que tienen paralizadas las
obras públicas por falta de pago y suspensiones de trabajadores en varios
sectores.
Hay una desproporción muy grande en los niveles de
representatividad entre los que Cristina quiere pasar a retiro y los
reemplazantes que elige. Las distancias entre Mariotto y Scioli o entre Antonio
Caló y Moyano son siderales. Y encima la Presidenta está tan encerrada sobre sí misma que
tampoco les da instrumentos ni satisfacciones a aquellos que están dispuestos a
poner la cara por ella. Ni el fiel gobernador entrerriano, Sergio Urribarri,
recibió ayuda para afrontar el rojo de sus cuentas. El propio Gerardo Martínez,
de la Uocra , le
confesó a un empresario que no sabían para qué lado disparar porque no tenían
interlocutores ni órdenes claras. El Gobierno tiene mucho poder pero ya no
puede hacer cualquier cosa. Las abortadas candidaturas de Daniel Reposo y la de
un asesino del idioma castellano para dirigir los ex medios de Hadad, muestra
la poca eficiencia de sus padrinos: Amado Boudou y Juan Manuel Abal Medina,
respectivamente. El kirchnerismo bobo le complica la vida a Cristina cuando más
ayuda necesita.
Con respeto institucional y responsabilidad hay que decir
las cosas como son para que nadie se haga el distraído. La Presidenta exhibe con
frecuencia su inestabilidad emocional. No hay que cargar las tintas sobre ella.
Pero ocultar los problemas no sirve para solucionarlos. Es una mujer inteligente
que viene sufriendo demasiado. No sólo por la muerte de su mentor, esposo y
jefe político. También porque la medicación para afrontar la falta de tiroides
la hace pasar de ciclos de alta a baja tensión y por momentos la inflamación de
su rostro (como se vio cuando repudió el golpe de Estado en Paraguay) la pone
de muy mal humor. Sus hijos son un dolor de cabeza. Ya es vox populi que la
internación de Máximo Kirchner fue por motivos más preocupantes que los de una
rodilla infectada y que la relación con su madre está sembrada de fuertes
discusiones. Florencia, la hija, bajó a cero su perfil. No encuentra su lugar y
tuvo que viajar a España, en pleno conflicto con Repsol, para despejarse un
poco y quedar al cuidado del embajador Carlos Bettini por pedido de Cristina.
Increíblemente, en forma simultánea, Bettini era sometido a una operación de
desgaste por los servicios K que lo acusaban de complicidad con los españoles.
Hay una sola jefa, pero por momentos parece que no hay
ninguna. Tanto Scioli como Moyano ofrecieron cien pruebas de que estaban
dispuestos a conversar todo y de que no querían sacar los pies del plato. Pero
fue tanto el bombardeo que se desató sobre ellos que se vieron obligados a
tomar más distancia de la que les hubiera gustado. Moyano le confesó a un amigo
de la UIA :
“Quieren convertirme en Zanola pero yo voy a ser Walesa”. El electricista
polaco fundó los sindicatos Solidaridad, ayudado por la Iglesia y contra el bloque
soviético, y llegó a ser presidente de su país y hasta Nobel de la Paz. Más allá de la
exageración o de la expresión de deseo, Moyano no quiere ir preso y mucho menos
si se lo acusa de maniobras en las que Néstor Kirchner estuvo involucrado.
Pregunta final para negadores seriales y “progresimios”,
término inventado por el ferozmente intimidado Julio Piumato: ¿los conflictos y
reclamos hacia Cristina terminan el miércoles o recién comienzan? El relato
encontró el límite de la realidad.
© Perfil
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