Arturo Illia, un ejemplo de virtud republicana. |
No habían transcurrido 24 horas del golpe que lo derrocó
cuando Arturo Illia convocó al escribano mayor de gobierno. El motivo era hacer
una pública manifestación de sus bienes. Cuando asumió, en 1963, poseía una
propiedad en Cruz del Eje que le obsequiaron los vecinos, un automóvil y un
depósito bancario con unos pocos pesos de la época. A la fecha de su
destitución seguía teniendo la casa, pero no estaban ni el auto ni la plata en
el banco.
Además, durante los menos de mil días que gobernó dispuso de
dinero para gastos reservados sobre los cuales no estaba obligado a rendir
cuentas. En ese lapso sólo utilizó el 10 por ciento. El resto lo reintegró.
Este hombre excepcional, de una conducta ética y moral que
hoy no abunda, produjo una metamorfosis política, económica y cultural a pesar
de su debilidad de nacimiento al frente del país, ya que el magro porcentaje de
votos que obtuvo para arribar a la Presidencia , y la limitación que significaba la
ausencia del peronismo con su líder en los comicios, esmeriló rápidamente sus
posibilidades y las del país.
Debemos recordar que antes de iniciar su gestión habían
habitado el Ministerio de Economía, desde 1958-1963 hombres como Alvaro
Alsogaray, Roberto Alemann, Jorge Weber, Benegas Coll y José Alfredo Martínez
de Hoz. La sola mención de estos nombres indica con claridad el perfil que
habían intentado instalar en el país, algo que recién lograron acabadamente en
1976 en la peor y más feroz dictadura que sufrió Argentina en toda su historia.
Para comprender la verdadera dimensión del acoso sufrido por
Illia, a pesar de estar normalizada la
CGT , tener una tasa de desempleo que en 1965 era del 6,1 por
ciento y en 1966 hasta el 28 de junio del 5,2 por ciento, según fuentes del
Ministerio del Trabajo, y una inflación en los primeros seis meses de 1966 del
6,2 por ciento, en los primeros meses del 64 los sindicatos lanzaron un plan de
lucha que concluyó con la ocupación por los obreros de 11.000 establecimientos
fabriles.
Poco importó el aumento de la producción, que creció
notablemente. El 10,3 por ciento en 1964 y 9,2 por ciento en 1965, revirtiendo
cifras negativas que heredó en el momento de asumir.
El crecimiento provino de la parte más dinámica: la
producción del sector industrial y la inversión en maquinarias y equipos
aumentó casi el 20 por ciento en 48 meses.
El sector agropecuario creció en superficie sembrada y, a
pesar de la anulación de los contratos petroleros, decisión que figuraba en la
plataforma electoral y que fue ratificada por una comisión especial que
investigó las adjudicaciones directas, la producción no disminuyó. En 1962 la
explotación alcanzó a 15.613,2 millones de m3. En 1966 trepó a 16.655,4 millones
de metros cúbicos.
Los salarios reales aumentaron por dos causas que hemos
señalado anteriormente: el crecimiento del producto bruto (la torta a repartir)
y la participación de los asalariados.
Sin embargo, nada alcanzaba. La libertad absoluta de los
medios de difusión se tradujo en excesos que muy bien retrató en sus
incomparables monólogos Tato Bores hace más de 20 años. Decía el magistral
artista: "La cuestión es que a don Arturo lo rajaron porque decían que era
muy lento. Ahí tuvimos un cacho de culpa todos porque los sindicatos, la CGT , le tiraban tortugas en
Plaza de Mayo, los medios en contra, los periodistas en contra, los humoristas
le hacíamos chistes; éramos una manga de boludos que "pa' que le via'
contar", porque el problema no era que Illia era lento, los que vinieron
después fueron rápidos y fuimos derecho "pal' caramelo".
Argentina creció en el ámbito educativo gozando de una
autonomía plena en la
Universidad , contando con presupuestos que mejoraron
sensiblemente la enseñanza en el nivel primario, en la enseñanza media y
superior, abriendo posibilidades a nuevas carreras, además de las
tradicionales. El plan nacional intensivo de alfabetización y educación de
adultos orientó los esfuerzos a poner remedio al analfabetismo, concentrado particularmente
en zonas rurales.
En salud también se avanzó. Basta con recordar la ley de
medicamentos que como la anulación de los contratos petroleros hicieron crujir
las entrañas de los factores de poder.
A nivel internacional es insoslayable el aporte que realizó
el gobierno de Don Arturo en varios frentes, particularmente el logro obtenido
por una resolución de la
Asamblea General de las Naciones Unidas del mes de diciembre
de 1965 que representó para la
Argentina la posibilidad de entablar por primera vez
conversaciones con el gobierno británico respecto de la cuestión Malvinas.
Fueron 180 delegaciones las que participaron en la votación. Hubo 14
abstenciones y ningún voto en contra.
Vale la pena destacar que entre las abstenciones figuraron
Estados Unidos y Canadá, y el resto, diversas naciones europeas.
Este hombre que realizó una tarea titánica en menos de tres
años, que había comenzado una revolución pacífica, en paz y de corte netamente
progresista, debió retirarse del gobierno ante la indiferencia de un pueblo que
recién con el tiempo comenzó a comprenderlo, respetarlo y que hoy sin
distinción de banderías lo rescata como una figura trascendente, que de haber
podido finalizar su mandato hubiera garantizado crecimiento, desarrollo,
libertad y, no tengo dudas, la libre participación del peronismo que ya se
había puesto en marcha en las elecciones de 1965 .
Para finalizar, y como síntesis de la situación que se vivía
en los momentos previos al golpe, conviene recordar que la línea dura del
liberalismo argentino, representada por Alsogaray, en una carta dirigida al
presidente a fines de 1965, de tono agraviante, escribía: "Que la política
del petróleo podría redundar en una actitud negativa de los organismos
internacionales y de los grandes inversores y que estas medidas provocarían una
crisis que afectaría los planes de industrialización, debido a los contratos
anulados por ideólogos social-comunizantes".
Según Marcelo L. Acuña en su libro "De Frondizi a
Alfonsín", es harto probable que los intereses del capital multinacional,
que constituían la principal facción de la gran burguesía urbana, hayan estado
directamente vinculados a la campaña ideológica que se desató en el ámbito
militar, sindical, sectores políticos y parte de la prensa.
Arturo Illia dejó el gobierno apenado pero convencido que
había dado todo por su pueblo, y con la tranquilidad de espíritu que le
permitió caminar hasta su muerte por todo el país sin custodia, tan sólo con su
honradez y su conducta impoluta.
Nunca cobró la jubilación que le hubiera correspondido como
ex presidente.
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