Por Martín Risso Patrón |
Encontré un cliente. Me pagó la Starosta de Labruna, con 20 a elegir, porque no quise
que sea al barrer. Así, encontré el escudo de Ferrocarril Oeste, que me
faltaba, una de Loustau, que sabía que andaba escaseando y que podría
valorizarse en el próximo recreo; el escudo de Tigre [con el que completé el
cuadro...], y así, con las restantes podría jugar al espejito o a la tapadita
sin arriesgar. Él, mi cliente, aún tenía parte de la Máquina de River por
completar, pero apetecía a Labruna antes que nada, que yo tenía repetido y era
la “figurita difícil” del momento.
A la noche, mientras mi viejo escuchaba el informativo de
Radio El Mundo y su Red Azul y Blanca de Emisoras Argentinas, yo contaba y
recontaba mi tesoro, pegando en el álbum con engrudo de harina y agua, como
indica la tradición, las que había obtenido ya sea en la timba o en el escolaso
de la tapadita o el espejito, del trueque, en el recreo, o “en el remate” como
decía mi viejo que era Martillero Público y me enseñaba a hacer la oferta de
las difíciles... a ver quién da más... lo que me hizo ganar montones, vea. Eso,
en medio de los últimos deberes pendientes para el Colegio. Las mimaba,
amándolas, a las figuritas. Después, la cena escuchando en la broadcasting el
Glostora Tango Club, finalmente a dormir para soñar el sueño de siempre: Que
llenaba el álbum, que la
Starosta del pelao Pescia podría valer unas 25 a elegir [ayer valía 15,
pero no convencía, y la tenía el Flaco Ibarra que ya desde hacía una semana le
levantaba el precio día a día], y que me entregaban la bicicleta azul del
premio del álbum deforme [panzón de engrudo y figuritas], por lo tanto hermoso.
Todo eso, a pesar que a veces volvía seco porque me habían
esquilmado al espejito, y me quedaban solamente las reservas elegidas, y, si
tenía suerte, mi viejo me adornaba con ese 25 de níquel que tenía la efigie de la República , y venía
gastado y yo lo lustraba en el pantalón corto marrón que me había hecho mi
vieja de tela grafa, y con esa chirola me compraba un sobre de Starosta de 5
figuritas para rehacer mi patrimonio. Volver a empezar. La timba, el escolaso,
el remate, la oferta y la demanda... ¿Le gustó Doña Clota? Por un par de
figuritas que le robó a su hermano, se puso de novia con el Bujía que se las
había encargado, se casó y fue feliz... ¡Cómo no le va a gustar!
En la timba de la
vida me planté con siete y medio...
Así era la timba o escolaso del recreo, y el negocio, y me
adjudico la invención del remate, dicho sea esto en memoria de mi Tata...
Las figuritas tenían un valor intrínseco; valían lo que
valían en el paso de mano en mano. No eran dinero pero algún perverso duende
nos metía en la cabeza que eran guita. Nunca se vendían en los recreos, si no
era por el trueque por otras, o directamente se las jugaba. No tenían respaldo,
ni importaba. Mágico eso de cambiar un Labruna por el escudo de Tigre, el de
Ferro, y 18 más. O ganarse el escudo de River.
Cuando me fumé el primer pucho, creo un Saratoga o Colmena
aunque también se me cruza un Villagrán, con los muchachos en el parque, sentí
que entraba en el azar del corazón, ese que siendo timba fue también emoción
cuando me dieron bola las chiquilinas que crecían como glicinas, esas... las
lindas pibas de delantal... y dije ¡planto! Y por qué no decirlo... gané.
El dinero
Nace el dinero de la necesidad de resguardar las riqueza en
oro, piedras preciosas, sal, y todo lo que tiene valor intrínseco y se
manifiesta en objetos concretos. Los asaltantes, cuando asolaban los caminos,
tomaban todo “lo de valor” y huían. De pronto, en su asalto, encontraron sólo
papeles con letras que por lo general ni entendían, que los reyes, comerciantes
y viajeros llevaban en su equipaje.
Letras que para ellos carecían de valor. El único valor era el de ser una representación
vicaria de un lingote de oro, o de plata, y todo lo demás, sólo utilizable por
alguien mencionado en el papel como destinatario. Ese alguien era el único que
podía reclamar el bien que ese papel representaba. En cuanto a las monedas de
cuño, se representaban a sí mismas, en función del metal de que estaban hechas.
La brevedad de esta reseña no me exime de señalar el salto
cualitativo que realizaron las transacciones comerciales al situarse en el
escenario virtual del valor cuya concreción sí o sí era posible percibir en la
medida que el destinatario de tal letra, verificaba la congruencia de lo
escrito con el respaldo valioso-en-sí, que existía depositado en un tesoro. La
letra era un medio de cambio de curso legitimado entre dos personas. Luego
sería incorporado por los países, convertidos en sujetos comerciantes, que lo
legalizaron; por eso, aquello de “curso legal” del dinero. Entonces, el dinero circulante en billetes y monedas acuñadas
representa con el paso del tiempo, al mismo país que lo emite. Es un
símbolo de soberanía.
El dólar americano
En 1792 nace el dólar americano. El uso del duro o dólar
español, junto al tálero de María Teresa de Austria como moneda legal en los
incipientes Estados Unidos, es la razón de su nombre. Esta moneda recibía en
las colonias norteamericanas el nombre de dólar español y en 1785 había sido
adoptada como moneda oficial de Estados Unidos, con su nombre, debido a la
carestía de circulante que provocó la
Guerra de Independencia frente al Imperio Británico. A la
sazón, el dólar de 1792 concitaba menor interés que el dólar español acuñado
con plata de mejor ley. Además, éste representaba exactamente el valor que se
le adjudicaba, dado que el real de a 8 o dólar español tenía el valor de 8
reales.
El patrón oro
Así es que la
Economía , con el paso del tiempo, elabora bases teóricas para
fijar el uso internacional del dinero, teniendo en cuenta su respaldo en
reservas. Se crea el llamado patrón oro.
Éste consiste en un sistema monetario que fija el valor de la unidad monetaria
o divisa por un equivalente en cantidad de oro. El emisor de la divisa garantiza que pueda dar al poseedor de sus
billetes la cantidad de oro consignada en ellos. Existe una variante,
denominada patrón bimetálico, en el
que la divisa emitida está respaldada por una parte de oro y otra de plata. La
vigencia del patrón oro fue, en el siglo XIX, base del sistema financiero
internacional. Pero la
Primera Guerra Mundial marca su finalización, debido a que
los gobiernos beligerantes necesitaron imprimir mucho dinero fiduciario [aquel
que representa un valor que intrínsecamente no tiene] para financiar el
esfuerzo bélico sin tener que respaldar ese dinero en metal precioso.
El dólar con respaldo
Se acordó entonces fijar la relación dólar-oro en 35 dólares la onza de oro, mientras que
las otras monedas se fijaban ya no en oro, sino en dólares. Esto significó el advenimiento del tipo de
cambio fijo en todo el mundo. El FMI era
el órgano de control. En lo concreto, EE.UU. debía depositar una onza de oro en
las bóvedas de Fort Knox por cada 35 dólares papel que emitiera. El dólar
estaba respaldado por oro.
El dólar sin respaldo
El sistema de patrón oro o relación dólar-oro no pudo
mantenerse en pie, debido a que los EE.UU. no estaban en condiciones de cumplir
su compromiso. El gobierno comenzó a emitir papel sin respaldo; en otras
palabras, inyectó dólares al mundo, sin que aumentara la cantidad de oro en
Fort Knox. Así financió la
Guerra de Viet Nam y también la carrera armamentista con la Unión Soviética.
Fue luego de que Francia, a inicios de 1971, alarmada por el
flujo de papel dólar sin respaldo, y buscando salvar sus propias reservas,
solicitara a Estados Unidos la conversión de los billetes verdes en oro, que
Richard Nixon tomó la decisión de eliminar la relación de respaldo en oro. En la
mañana del domingo 15 de agosto de 1971, Nixon informó al mundo que su gobierno
había decidido suspender la conversión de dólares en oro. El mundo debió aprender a vivir con un dólar
sin respaldo alguno, como medio de reserva.
Desde 1971 ya no hay respaldo, sólo papel verde fiduciario [sustentado
por la buena fe].
Fue Milton Friedman quien le había sugerido al presidente
Nixon eliminar la convertibilidad del dólar en oro dado que la divisa internacional valía por el propio
respaldo que ofrecía el gobierno de Estados Unidos, motor de la economía
global. Así, EE.UU. terminó de manera unilateral con el acuerdo de Breton
Woods. El dólar, un exquisito objeto de deseo con valor en sí mismo.
La platita bien
cubierta
En nuestro país, mientras tanto, los 40 y los 50 marcaban
épocas en que la Fragata
aparecía para pagar las grandes cosas y un 10 pesos colorado resolvía el queso,
la mortadela y el pan francés adornados con ají en vinagre y el vaso de
blanquito de los albañiles, a eso de las 7 de la tarde, y me decían vení chango, picá alguito... cuando
entraba yo en lo de Cruz allá en la
Alvarado esquina Lavalle, o Lerma a comprar mis Starostas...
¡qué memoria!
Perón había hecho crecer las pilas de lingotes en el
Central. Al finalizar la segunda guerra mundial, la Argentina había
acumulado reservas por u$s 1.700 millones, que, según datos del Banco Central,
en 1946, cuando Perón asumió, eran u$s 1.090 millones en oro y 596 millones en
divisas. Durante la II
Guerra , los barcos llegaban al puerto de Buenos Aires,
acosados por los submarinos alemanes, trayendo desde Estados Unidos cargamentos
de oro con el que los aliados pagaban las exportaciones argentinas. No debemos olvidar
que hoy, nuestro gobierno tiene reservas-oro depositadas en Fort Knox, sede la Reserva Federal de
Estados Unidos de Norteamérica.
La platita hace pata
ancha
En resumidas cuentas: En la Argentina de estos días
[y no abundo en detalles, pues existe mucha información pública al respecto],
el dólar con su soberbia nos pone los pelos de punta, acostumbrados como
estábamos a tener en la mente que cada billete verde es en sí un valor auto
respaldado, como históricamente, desde 1971 nos hicieron creer, y además comernos de que eso era lo
importante.
La moneda es soberana, Doña Clota, es símbolo de
independencia; el peso, morlaco,
Fragata, canario, o como se llame, es una de las cosas que debemos comenzar
a manejar por nosotros mismos. Total, si
el verde circula por imperio de su propia emisión, ¿por qué nuestro Peso no
podría hacerlo? ¿Por qué creer que nuestro respaldo es un papel verdoso,
que es papel nomás? ¿Por qué? Si el
dólar circula y es capo mundial, y el Euro lo mismo [porque no crea que es
menos que el verde en esto de la autosuficiencia], debiéramos pensar, sentir y
actuar con el mango en el bolsillo, como con las figuritas Starosta...
Teniéndolo, mimándolo, poniéndole precio y por qué no, cambiándolo 20 a 1, o lo que sea, siempre
y cuando seamos nosotros los que le ponemos el precio. Y de digo la posta: Creo cuando la Presidente habla de
esto, y la apoyo. Así nomás.
Pero... ¡qué lindo sería que la emisión de morlacos no se
siga revolcando con la inflación, ese engendro que no se sabe muy bien si es su
madre, esposa, hija o entenada!
© MRP
0 comments :
Publicar un comentario