Por Roberto García |
En 48 horas de esta semana, el poder que los Kirchner le
facilitaron a Hugo Moyano en estos años sorprendió al propio Gobierno, más bien
lo asustó: por un papirotazo del dirigente de un solo sindicato, la población
podía quedarse sin alimentos, combustible, dinero, diarios y con la basura en
la puerta. Si hasta pudo asombrarse el propio Moyano de su alcance hegemónico,
de creerse mosca cuando era luchador de sumo: nervioso, entonces, retrocedió en
su paro prolongado usando como escape un aumento de salarios que él mismo
decidió, y convocó a San Perón para este miércoles.
Litigios agobiantes y famosos, como el de Margaret Thatcher
y los mineros o el de Ronald Reagan y los controladores aéreos, los domésticos
de Saúl Ubaldini contra Raúl Alfonsín nunca amenazaron generar tantas
complicaciones a la vida cotidiana como el que hasta hace 48 horas encabezaba
Hugo Moyano con la curiosidad de que en otras tierras los intereses eran
diferentes, contrapuestos, mientras en la Argentina los bloques en pugna que martirizan y
desafían se originan en una misma fracción política, en la que han sido afines
y socios durante años, cómplices inclusive para desalojar o reducir a presuntos
enemigos. Incluso, con la particularidad de que nadie tiene en claro –como el
divorcio escandaloso del Gobierno con el Grupo Clarín– la razón por la cual un
día Cristina y Hugo dejaron de saludarse, se enojaron y empezaron a maquinar
intrigas para hacerse daño. Casi en paralelo a la libertad de Moyano se reveló
sin remilgos el propósito manifiesto del kirchnerismo por erradicar a Daniel
Scioli de su cargo. Como si el ADN oficialista-peronista impidiera convivir a
amigos con aliados, dominando la codicia por mantenerse y sucederse a sí
mismos.
De ir preso por adulterar medicamentos, hace unos meses,
Moyano pasó a convertirse hoy –orgullosamente– en eventual detenido político.
Una suerte de Mandela o Walesa. Es un cambio. Otro: hace unos meses parecía
escriturado su desalojo de la CGT
y el ascenso, en su lugar, de gremios postergados por la anterior gestión del
matrimonio Kirchner. También se hablaba de imponer el cierre de paritarias con
18% de aumento. Se demoró Cristina, careció de política laboral, hoy nadie
firma por menos del 24% y el jefe camionero reparte cargos en Azopardo como si
ya hubiera sido reelegido (al tiempo que, a la intemperie, han quedado quienes
pensaban reemplazarlo). Por entonces, el Gobierno le retiraba prebendas y
fondos, Moyano carecía de una causa para protestar. Pero pasó el tiempo, siguió
creciendo el costo de vida y se volvió apremiante la poda que ejerce el Estado
sobre ciertos salarios con el impuesto a las ganancias (se come el aguinaldo,
por ejemplo). Como también afecta las asignaciones familiares, el dirigente
encontró la razón para su queja, extensiva al resto de las organizaciones: ésa
será la pantalla que presidirá el acto de este miércoles.
El Gobierno ni siquiera explotó contradicciones internas (la
del padre con sus hijos, el inflamado Pablo y el más oficialista Facundo),
apenas si tentó al amarillismo de siempre en la actividad, comenzando con Omar
Viviani (Taxis). No alcanzó. Menos las peripecias circenses de Julio De Vido,
el “amigo de los amigos” que nunca es amigo de nadie, la domesticada ausencia
de Carlos Tomada y, ahora, la irrupción del teniente coronel Berni con voluntad
de convertirse en general –extraño proceso porque está de licencia desde hace
nueve años– que ensaya operaciones guerrilleras de distracción para sacar de
una planta seis o siete camiones de combustible. Al mismo tiempo, discurre en
público denunciando –más bien hay que interpretar su enrevesado idioma
castrense– que Moyano y las empresas del transporte son lo mismo, comparten un
único interés, le pertenecen. Como si nadie supiera que ese imperio fue
alentado e incentivado por la familia Kirchner. ¿O acaso imagina este soldado
desconocido que, sin una fuerte presión de la Casa Rosada , los
empresarios Roggio, Romero y hasta Franco Macri hubieran aceptado como socios
en el Belgrano Cargas a los sindicalistas Moyano y Pedraza? Más ejemplos: habrá
algún ingenuo que desconozca la penetración del líder camionero en YPF en el
vital rubro transporte, sobre todo a partir de la llegada de la familia
Eskenazi y su expertise en mercados regulados, acceso que naturalmente facilitó
el oficialismo. Casi candoroso el médico y militar amigo de Alicia Kirchner,
enemigo de Nilda Garré, que hasta ignora el primer conflicto entre Moyano y
Néstor, apenas éste asumido, cuando el santacruceño cambió el destino de los
subsidios a las empresas beneficiando a compañías cuya existencia hasta el
gremialista ignoraba. No duró ese ejercicio: Moyano hizo sentir su voz y,
además, quiso cobrar lo que había empeñado durante la campaña.
En suma, un Gobierno víctima de sus propias torpezas ahora
ni parpadea por el temor que infunde el acto del miércoles de Camioneros y CGT
en Plaza de Mayo, ya que la movilización de multitudes es lo que más le
preocupa (así lo confiesa Moyano, quien conoce mejor que nadie la alfombra roja
K). Una manifestación inútil, una pérdida de tiempo, ya que tarde o temprano el
Gobierno modificará el mínimo no imponible. Claro que si Cristina lo hiciera
este fin de semana se sentiría vencida por las hordas gremiales, herido su
orgullo, maltratado su ego. De ahí que antes busquen un correctivo a Moyano, un
sosegate a los sindicatos, un pájaro en la galera. Demasiados pájaros.
© Perfil
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