Por Enrique Szewach |
Me explico. Es cierto, como dice el amigo Aníbal, que no
tenemos la máquina de fabricar dólares, pero no es menos cierto que tampoco la
teníamos hace tres o seis años y, sin embargo, se permitía comprar y vender
dólares libremente. Es cierto también que la situación internacional se está
complicando. Pero no es menos cierto que no está peor que en el 2008, y en ese
momento tampoco hubo necesidad de prohibir la libre compra-venta de moneda
extranjera.
Lo que realmente sucede es que el modelo de “matriz
productiva diversificada con inclusión social” está agotado. Porque la
verdadera máquina de hacer dólares es el saldo del balance comercial; es la
inversión extranjera directa; es la venta voluntaria de dólares para comprar
pesos, como alternativa de ahorro; o es el endeudamiento.
El Gobierno ha descartado, quizás sanamente, el
endeudamiento como fuente de dólares. Aunque aquí también el problema es
propio, porque hoy la
Argentina tendría que pagar una tasa de interés de más del
doble de lo que paga cualquier país de la región, y porque en lugar de cancelar
intereses y renovar el capital, como hace cualquier país normal, por nuestro
enfrentamiento con el mundo tenemos que, además, cancelar el principal,
obligando a una necesidad de dólares aun mayor.
Decía que el Gobierno ha descartado el endeudamiento. Ha
espantado a la inversión extranjera directa. Se han destruido los instrumentos
indexados y la tasa de interés pasiva es negativa, de manera que, como
insistiría el amigo Aníbal, hay que ser “tarado” para vender los dólares y
ahorrar en pesos. Por lo tanto, la única fuente de dólares que queda es el
aumento de las exportaciones o la caída de las importaciones. Pero el modelo de
matriz diversificada no ha logrado un salto exportador del sector industrial
–es más, la industria hoy es más deficitaria (impo-expo) que en la década del
‘90– y el aumento de los costos en pesos, por encima del ritmo de devaluación,
sigue deteriorando la competitividad de los integrados al mundo.
Entonces, la oferta de dólares depende casi exclusivamente
de las exportaciones agropecuarias y sus derivados, y de las mineras, dado que
el modelo de matriz diversificada también destruyó el mercado de la energía y
ahora hay que importar lo que antes se exportaba.
Por lo tanto, lo que se hace es controlar las importaciones
y racionar la venta de las reservas acumuladas en el Banco Central.
Pero si se quieren reducir las importaciones, hay que
ajustar el consumo interno por un monto equivalente, dado que la industria
local producía al máximo y no era “desplazada” por las importaciones, sino
complementada, completando líneas de productos y proveyendo insumos y máquinas.
Ese menor consumo
afecta la recaudación impositiva, obligando a más presión impositiva, dado que
se quiere seguir con este nivel de gasto y subsidios, y a usar más la “máquina
de hacer pesos”. Menor consumo y menor rentabilidad reducen el incentivo para
invertir (la inversión en equipos importados cayó más del 35% y en nacionales
un 15%).
En síntesis: vedado el endeudamiento, reducida la inversión
extranjera directa, desalentado el ahorro en pesos, con la industria
exportadora limitada por el aumento de costos internos y con la inversión
cayendo, en el corto plazo sólo nos queda apostar a dos “milagros”. Uno, que el
precio de la soja “vuele”. Dos, que la producción local de petróleo y gas
crezca tanto que se pueda dejar de importar ya. No parece ser éste el escenario
más probable.
Pero si eso no es lo más probable, lo que hay que hacer es
agradecerle los servicios prestados al modelo de matriz diversificada antes que
aumente la “exclusión” social, y empezar a trabajar, en serio, en un ajuste
macroeconómico ordenado (y no este ajuste amateur y desordenado), y rearmar un
escenario creíble de precios relativos pro inversión.
Es decir, reconstruir la verdadera máquina de hacer dólares,
en lugar de intentar que los fabrique Ciccone en forma de pesos de circulación
forzada.
© Perfil
0 comments :
Publicar un comentario