Por Jorge Altamira |
Este procedimiento consagraría una devaluación considerable
del peso, la cual aceleraría los ya elevados aumentos de precios internos. La
desmentida oficial no goza de mucho crédito luego de lo ocurrido hace un mes
con YPF, cuando la intención de proceder a una ‘expropiación parcial’ de Repsol
fue negada como una maniobra de la prensa ‘destituyente’.
Crisis fiscal
El desarrollo de una bancarrota financiera tiene otras
expresiones. La principal de ellas es la crisis fiscal de las provincias, la
que no ha sido atenuada por los diversos tarifazos e impuestazos que aprobaron
las legislaturas. En las provincias, aunque también a nivel nacional, existe
una demora creciente del pago a los proveedores, lo que está produciendo una
ruptura de la ‘cadena de pagos’. Esto ocurre a pesar de la reforma a la Carta Orgánica del
Banco Central, que liberó una enorme cantidad de dinero para financiar al
Tesoro y el pago de la deuda externa.
Otra expresión de esta bancarrota es la crisis energética.
No solamente porque hay una factura de importación de gas y de fuel oil de 12
mil millones de dólares, sino porque el sistema eléctrico se ha declarado en
cesación de pagos, lo cual obliga al Estado a reforzar el sistema de subsidios.
Esta situación evoca lo ocurrido en junio de 1975, cuando otro gobierno
nacional y popular procedió a un naftazo del 400 por ciento y una devaluación
muy fuerte del peso. A pesar de la burocracia sindical de entonces, el
‘rodrigazo’ (por Celestino Rodrigo, el ministro de Economía de aquel momento)
desató una huelga general hasta comienzos de julio, la que fue impulsada por
las coordinadoras de los cuerpos de delegados de las empresas. La catástrofe de
hace casi cuarenta años explica que la mayoría de los economistas rechace
cualquier recomendación de tarifazos e hiperdevaluaciones y propugne, en
cambio, recorrer esa misma vía en forma gradual.
La misma Presidenta avaló el planteo cuando declaró su
disgusto con un ‘shock’, o sea proseguir con la ‘sintonía fina’ -la cual es
cada vez más difícil de ejecutar.
Fugas y devaluaciones
La magnitud de los desequilibrios en presencia hace difícil
el gradualismo. De nuevo ha sido CFK quien subrayó, hace un par de días, que
“el mundo se cayó sobre Argentina” (renegando de sus dichos en el pasado acerca
de que el ‘modelo’ ‘blindaba’ a la economía nacional). La bancarrota de la Unión Europea viene
produciendo una salida sistemática de capitales: de las sucursales de empresas
de Europa en los ‘países emergentes’ a sus casas matrices y de los capitales
endeudados de Europa hacia Estados Unidos. A pesar de todos los controles
dispuestos por Moreno, en este primer cuatrimestre ha continuado la huida de
capitales de Argentina, como lo revela la caída abrupta de los plazos fijos en
dólares y el drenaje persistente de divisas que viene soportando el Banco
Central en ! sus reservas. Esta ‘fuga’ se manifiesta en forma clara en Brasil,
que tiene una descomunal deuda externa privada, la cual se suma a la del
Estado. En Brasil hay una mora creciente en la devolución de los créditos
personales y comerciales, incluso el ‘defol’. El intento del gobierno Rousseff
de contener esta quiebra, con una reducción de la tasa de interés que pagan los
deudores, favorece la salida de capitales. La devaluación del real, la moneda
de Brasil, ha alcanzado el 30 por ciento en menos de un mes, lo que pone en
dificultades al comercio de Argentina.
La disparada del dólar frente al peso ya se manifiesta en el
comercio interno: hay acaparamiento de mercancías por parte de las empresas y
los capitales agrarios están haciendo lo mismo con la soja (en los
silos-bolsa). Los grandes capitales, encabezados por la Unión Industrial
y Techint, reclaman un ‘sinceramiento’ de las ‘variables’ de la economía, en
referencia a las tarifas y al tipo de cambio, sumándose al reclamo de las
petroleras que manejan las concesiones de explotación para el precio del
petróleo en boca de pozo, que lo quieren duplicar. Con las paritarias, adoptan
la actitud inversa: están en contra de cualquier ‘sinceramiento’ de los
salarios y reclaman que el Estado arbitre las paritarias por decreto. Es la
misma línea que siguieron esos mismos capitalistas en el ‘rodrigazo’. La
bancarrota financiera se manifiesta, desde hace bastante tiempo, en una crisis
política. La disputa por el control de la CGT forma parte de esta crisis.
‘Defol’
La desvalorización del peso frente al dólar es una
consecuencia de la incapacidad del Estado para pagar la deuda externa -incluso
luego de que el gobierno transfirió (y continúa transfiriendo) gran parte de
ella al Banco Central y a la
Anses. En 2012, la factura es de 15 mil millones de dólares
-y sigue creciendo. Dentro de esta factura figura el llamado ‘cupón PBI’, que
es una deuda que crece, en forma acumulada, con el aumento de la producción.
Este año suma 3.500 millones de dólares, pero tiene obligaciones anuales
sucesivas de hasta 20 mil millones de dólares. El ‘cupón PBI’, inventado por
Kirchner y Lavagna en 2005, es una bomba de tiempo del tipo de las que
desencadenaron la bancarrota mundial en curso. La Anses ha entregado a los
especuladores los ‘cupones PBI’ en su pod! er y ha acumulado títulos en pesos,
los cuales se ajustan (es decir, se desvalorizan) por la inflación del Indec.
En el marco de esta bancarrota financiera, ha irrumpido la
recesión, que los analistas dan por cierta a partir de marzo. En efecto, en las
empresas cesan las horas extras e incluso comienza a aplicarse la reducción
horaria. También se producen cierres (como ocurre con varias empresas
metalúrgicas, en particular Mecca). Los economistas la valoran como una
bendición, porque podría frenar las importaciones y mejorar el saldo comercial.
Asimismo, evitaría pagos por el ‘cupón PBI’ el año que viene. Pero una recesión
produciría quiebras y defol con los bancos, así como también una caída de la
recaudación fiscal. Por eso, esos mismos economistas recomiendan una
devaluación: el ‘típico’ ajuste ‘neoliberal’.
Bonapartismo
declinante
Este es el cuadro que explica la crisis política, toda ella
dominada por el tema del ‘ajuste’. El choque con Macri, con Scioli y con Moyano
(o incluso con Peralta, De Vido y Boudou) tiene esa causa básica. El régimen
político se hace cada vez más personal y el método de gobierno asume en forma
más acentuada el carácter de camarilla. En forma contradictoria, a medida que
el gobierno restringe su base de apoyo -es decir que la pierde-, más crece la
necesidad de propiciar una re-reelección, que la situación general hace menos
probable o inviable. La salida de Scioli, en la que expresó una ‘vocación’ presidencial
que hasta ahora se le desconocía, es una señal del ‘establishment’ contra la
perpetuación de los K. La negativa de Caló a suspender el paro metalúrgico, que
determinó la diatriba inmediata de CFK contra la burocracia sindical, debe
interpretarse como un revés del arbitraje presidencial y como una tendencia a
la agudización de las contradicciones por las negociaciones paritarias. La
disparada del dólar es parte de la crisis del arbitraje presidencial.
La ‘expropiación parcial’ de Repsol no ha cambiado la
tendencia de conjunto al deterioro de la economía y la política kirchnerista.
Incluso la ha agravado, porque ha acentuado la necesidad de una respuesta de
conjunto a la crisis energética, además de haber abultado la factura oficial.
Ha reforzado la tendencia del gobierno a atacar a los trabajadores, en este
caso los petroleros, para solventar la gestión de YPF.
La amenaza de un ‘rodrigazo’ vuelve a plantear, para los
trabajadores, la cuestión del no pago de la deuda externa y, en general, que la
crisis la paguen los capitalistas. La lucha por los pliegos salariales en las
paritarias, también contra los tarifazos y los impuestazos, plantea una
cuestión de conjunto: el desarrollo de una alternativa de poder de la clase
obrera frente a la descomposición del régimen político vigente. Vuelve a
plantearse la cuestión de recuperar las comisiones internas y los cuerpos de
delegados en las empresas, pelear la dirección de los sindicatos y desarrollar
las coordinadoras sindicales en las aglomeraciones fabriles.
© Prensa Obrera
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