domingo, 20 de mayo de 2012

Caídas formidables


Por Roberto García
Pocos repararon en dos caídas formidables. A Mauricio Macri y Axel Kicillof les contaron hasta ocho segundos en esas batallas periodísticas de la semana, efímeras pugnas de vencedores y perdedores. Aunque pocos repararon en esa evidencia. A uno lo retrasó quince casilleros Daniel Scioli, y al otro lo demolió un temor explícito de CFK con la corrida sobre el dólar. Cada caso tiene su historia.

Scioli duerme, como Blancanieves, un sueño del cual nadie imaginaba que podía despertar. Como si padeciera la consecuencia de un ACV político. Pero en Tandil –su lugar en el mundo, diría Cristina–, cuenta la leyenda que una princesa o príncipe le concedió un beso tan milagroso como el de recuperarse de un bloqueo arterial en la cabeza desde hace ocho años (o más). Y, para el peronismo explícito, su grito de Munch o de Ipiranga fue una conmoción. Dijo lo que es inédito en esa estructura, haya sido con Perón, Menem, Duhalde o Kirchner: “Yo quiero”. Sonó a desafio. 

En rigor, el gobernador afirmó lo obvio: “Si Ella no puede o no quiere, yo entonces tengo aspiraciones presidenciales para 2015”. Sin desteñir siquiera su tradicional lealtad, una conducta de vida: recordar que fue el único funcionario que acompañó a Adolfo Rodríguez Saá cuando éste renunció por TV desde San Luis. Esa pegajosa prudencia y verticalidad, en este caso, incorporaba otras añadiduras que, por confesar su sueño con el premio mayor,  se perdieron en el espacio. Dijo, completando su modelo: “Quiero aclarar que si la Presidenta desea la reforma constitucional y la reelección, yo voy a acompañar ese proyecto. Antes que nada”.

A pesar de estas complementariedades, igual su tímida voluntad de alistarse como candidato presidencial se interpretó como una rebeldía manifiesta. Aun cuando afirmaba, sin que muchos le creyeran, que ese tema lo había conversado con la Presidenta y con el propio Néstor, en vida. Como si fuera un compromiso entre partes, como si la mandataria hubiera cumplido su parte el año pasado cuando designó sin notificarle –mientras él aguardaba, sudoroso, una llamada–quién iba a ser su segundo en la fórmula bonaerense, Gabriel Mariotto, que no deseaba como compañero.

Ese clima de distancia y enfrentamiento dominaba la previa a la declaración de Scioli. Más otros componentes:

1) Las provocaciones orales de Mariotto, ser más Cobos que Cobos.
 2) El revuelo y complicación en la Legislatura, más de tono que de fondo, con fuerzas arrebatadoras de La Cámpora investigando al gobernador.
 3) La persistencia por borrar al encargado de Seguridad, Ricardo Casal, no tanto por diferir de su política sino por el convencimiento de que si ejecutan al funcionario, luego no podrá mantenerse en el cargo el propio Scioli.
 4) El cese de asistencia económica a la Provincia, que le impediría pagar salarios, hacerlo en forma desdoblada o a través de bonos, carencia que también invocan otros estados del interior. Tal es la comprensible angustia que, se cita, si la casa Rosada le hubiera girado fondos mínimos a Scioli, éste jamás se hubiera atrevido a pensar en aspiraciones para 2015.
 5) El pesado clima de fronda que, generado por progresismos varios (de La Cámpora al Movimiento Evita), obligó al nacimiento como oposición interna de La Juan Domingo, núcleo invertebrado del peronismo no precisamente de izquierda que estaba dormido, casi igual que Scioli.
 6) La bilateral sin sentido ni propósito que Cristina organizó con una veintena de intendentes y Mariotto sin avisarle siquiera al gobernador. No parece casual que Scioli recurriera al atrevimiento de lanzarse pocas horas después de este encuentro. Se podrían citar más escaramuzas.

Desde ese episodio, CFK ordenó bajar consignas, morigerar el clima, y Mariotto deambuló por espacios amigos de la TV desplegando una timidez sorprendente, casi como si pidiera trabajo. Frente y revés.  Ella, a su vez, le sonrió a Scioli en un acto y, según todas las perversiones, reflexionó sobre la necesidad de conservar al gobernador: si aspira a ganar el año próximo y eventualmente hacerse reelegir, no podría desprenderse de uno de los pocos que en la provincia le suman adhesiones.

Lo de Scioli tuvo otro impacto: aventajó a Macri como referente de la oposición, aun siendo oficialista (definición imposible de aclarar). Como si sólo el peronismo, otro peronismo, fuera capaz de suceder la tendencia del actual peronismo gobernante. Se despegó de quien lentamente ensayaba formaciones para su candidatura en Santa Fe (Miguel del Sel se perfila gravitante), aparecía por Buenos Aires con Gabriela Michetti, está a ciegas en Córdoba y, en Capital, le concede responsabilidad a María Eugenia Vidal, la distingue por esa penetración de la dama en una franja de clase media que cualquiera identificaría con Villa Devoto. O Flores, como la chica del poema de Oliverio Girondo.

Resbaló en la semana entonces Macri a pesar de su exangüe organización partidaria, se paralizó Cristina –siempre en la ambigua transitoriedad política de la Argentina– y sorprendentemente también sucumbió Kicillof por culpa de la fiebre del dólar paralelo, esa suba tan temida por cualquier mandatario. Ocurre que, en el medio del desorden, con ascensos impensados y anuncios de nuevos planes, se comentó la aplicación de un esquema múltiple de cambio que, en su origen, alguna vez imaginó el viceministro de Economía (en rigor, variantes de la locura cambiaria que vivió la Argentina en los primeros años de Domingo Cavallo, en los 70).

Para desmoronar esa versión, Cristina habló sin apelar a naturales intermediarios, sea Hernán Lorenzino, Mercedes Marcó del Pont o el propio Kicillof. Dijo que no estaba por cambios violentos –aunque nadie cree en radicalizaciones por la variedad de distintos tipos de cambio–, negó devaluaciones y precisó que la política estaba por encima de cualquier herramienta o funcionario técnico.

Curioso: al ascendente economista de una semana atrás, de un papirotazo lo descendieron de categoría sin que se diera cuenta ni hubiese participado en el juego. Una contingencia como la que padeció Macri, su hermano en el patíbulo semanal.


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